—¿Estás segura de que estarás bien? –cuestiona Valentina con cara de preocupación.
—Estaré bien, no te preocupes. Yo no debí tratar de parar la pelea.
—Para empezar no debió existir una pelea. ¿Estás de acuerdo?
—Sí, pero ya conoces a Caleb.
—Pues eso es lo que más me sorprende, que conociéndolo desde niños no lo haya visto actuar así. Nunca fue una persona celosa porque era bastante seguro.
—No sé realmente que pasó por su mente. Tu cuñado solo me estaba ayudando porque...–detengo las palabras antes de tener que explicarle cómo llegué a un ataque de ansiedad, el primero en mi vida para rematar.
—¿Por qué? ¿Te sentías mal?
—Sí, mi hermana se ha ido y no sé cuándo vuelva a verla, eso me afectó mucho y quizás fue parte de eso lo que me puso mal.
—Lo siento mucho Maya.
—No, yo lo siento. Se supone que este es tu día especial y lo hemos arruinado.
—¡Para nada! Yo esperaba algo así aunque no entre Alexander y Caleb, pero ya estaba previsto. Si quieres ir a casa te juro que lo entenderé.
—Me gustaría pero no podría. Quisiera compartir este momento contigo si me lo permites.
—Por supuesto que sí, te lo debo por haberme perdido tu boda.
—Tendremos que repetirla. –bromeo y veo a Caleb sonreír desde el marco de la puerta.
No tengo idea de cuánto tiempo lleva ahí ni cuánto escuchó, agradezco no haber dicho nada inapropiado.
Valentina gira su cabeza y niega al ver a Caleb ahí.
—Iré afuera, mi esposo debe estar haciendo locuras.
—Claro.
Ella camina hasta la puerta y antes de abandonar pequeña sala le dice algo a Caleb que no alcanzo a oír. Tomo la bolsa con hielo y la pongo sobre mi mejilla inflamada.
Caleb cierra la puerta y se acerca hasta mi. Puedo notar que hay rastros de sangre en su labio inferior y en sus nudillos, se pone frente a mi y baja hasta quedar a mí altura.
Toma mi mano que lleva la bolsa de hielo y la pone sobre su labio, el contacto de su piel con mi mano me llena de escalofríos el cuerpo y él lo nota.
—¿Tienes frío? Se te puso la piel de gallina.
—No, estoy bien. Solo quiero salir y terminar con todo esto e irme a mi casa.
Caleb sonríe como si lo que dije fuera un chiste, y aunque su sonrisa no es de burla me molesta.
—¿Qué te parece tan gracioso?
—Que en todo este tiempo nunca dijiste "mi casa" parece irreal todo esto, tu cambio con todo el mundo, a excepción de mi claro.
»recuerdo que la sola idea de conocer a Valentina te fastidiaba. Incluso...bueno eso no importa, me alegra que ella y tú se hayan llevado bien.
—Las personas cambian de opinión, Caleb.
—Lamento lo que sucedió allá afuera. –dice y pone la bolsa de hielo de nuevo en mi mejilla–, yo no sé que pasó. Te vi con ese idiota y...debo confesar que sentí celos de él.
—Es ridículo, no tienes porque sentir eso. A final de cuentas soy tu esposa. –le digo restando importancia al asunto.
—Si, pero aún y con eso, no pude evitar sentirlos, nunca me has sonreído como lo hiciste con él. Y tocarte, ni hablar. No puedo tomar tu mano y besarte si no es de manera desprevenida y después de eso huyes de mi como si fuese veneno.
»Supongo que verte con él me molestó mucho, ver cómo le sonreiste, como lo miraste, como dejaste que te tomara la mano y quedarte ahí, con los ojos fijos en él, sin tener ganas de huir de su presencia como lo haces conmigo.
A mí se me hace un nudo en la garganta al escucharlo. Obviamente nada es como lo imaginé, siempre estuve imaginando lo mal que Maya lo pasaba, pero nunca me puse a pensar en lo horrible que Caleb debía sentirse. Sobre todo ahora que sé que las cosas no fueron como ella me dijo.
—Dame una oportunidad Maya, déjame demostrarte que puedo ser un buen esposo. No pido más.
Una voz dentro de mí me pide a gritos que le diga la verdad, que justo es el momento de hablar. Pero sus labios sobre los míos me vuelven a nublar la cordura y me empieza a dar tanto miedo.
Me alejo de él de golpe y me levanto a tropicones del sofá, camino hasta la puerta y apenas tomo la manija me detengo.
—Lo siento Caleb. –digo antes de salir de ahí.
Mis ojos pican de tanto aguantar las lágrimas, no me quiero volver una llorona pero es que no sé que hacer. Tengo buenos recuerdos con Caleb y todo eso me está doliendo incluso más que lo que hizo Maya.
Él no merece que yo lo esté engañando de esa manera.
—Oh Mia, ¿estás bien? –cuestiona Alison apenas llego hasta ella.
—No, no puedo seguir con esto. No quiero seguir mintiendole a Caleb, él...no merece que yo sea mala con él, aunque crea que soy Maya.
—¿Qué fue lo que sucedió?
—Caleb me besó, me pidió que le diera una oportunidad Alison, pero no puedo hacerlo. No puedo.
—¿No puedes por ella o no puedes por ti? –cuestiona y aunque está clara su pregunta, no entiendo.
—¿De qué hablas?
—Tal vez a Maya no le parecía atractivo Caleb, pero, ¿y a ti? Muchas veces vi como lo veías Mia, y aunque creí que solo era cosa mía, no me molestaría que fuera real.
»Maya no solo te dejó en su lugar por su perfecto parecido, ella tuvo que ver algo más en ti hacia mi hijo. No quiero ofenderte con esto pero, me gustaría saber si lo tuyo es simple amistad o si en algún momento tú sentiste o sientes algo más por Caleb.
—Eso no tiene nada que ver.
—¡Tiene muchísimo que ver! Si tú realmente sintieras algo por él podrías darle la oportunidad de...
—Estas hablando del esposo de mi hermana. –respondo sintiéndome muy ofendida.
—Una hermana a la que no le importó sacrificarte para irse y muy seguramente con otro.
—Yo no podría, yo...Caleb es mi amigo nada más. –respondo y veo la tristeza cruzar por su mirada.
Toda esperanza de que yo sienta algo por Caleb se derrumba frente a mi al verla llorar. Yo solo puedo abrazarla y rezar para que nadie esté viendo esto, o haya escuchado nuestra conversación.
Hay tanta arena en mis pensamientos que soy incapaz de pensar de manera clara. Justo ahora solo quiero estar en la cama y dormir para no pensar.