Después de que la madre de Caleb se disculpara incontables veces por lo ocurrido, por fin salimos a la gran celebración.
Caleb habla animadamente con la novia, que por fortuna jamás había visto, bueno, mi hermana jamás la conoció ni convivió con ella o con alguien aquí, así que eso me da una enorme ventaja.
—Recuerda solo ser tú misma, ellos te amaran. –asegura Alison acomodando mi cabello.
—¿Y eso es lo que queremos?
—Por supuesto que sí, Mía. Tu hermana nunca asistió a eventos con Caleb, así que ellos no sabrán quien eres en realidad.
—Ellos no me importan, Caleb es el que me preocupa. Siempre ha sido honesto conmigo y estarle mintiendo así me hace sentir mal.
—Lamento que estés pasando por esto, yo me siento culpable porque no debí...
—No digas más, –la interrumpo–, pude decir que no, no me obligaste. Además, no quiero cargar con la muerte de mi padre si llegase a enterarse de todo esto. Sería fatal.
—Te prometo que encontraremos el momento indicado para aclarar todo esto, solo no ahora.
Claro que no ahora, Caleb tiene planes, cumplirá uno de los mayores sueños de su madre, no puedo ni tengo el derecho de arruinar eso. Tal y como lo dice ella, ya encontraremos el momento adecuado.
Mientras tanto seguiré fingiendo y con todo lo que sé, tendré que ser menos amable con Caleb y mantener mi postura de rechazo.
—Linda, ven acá. –me pide Caleb y yo camino hasta él y su amiga–. Valentina, ella es Maya, mi esposa, linda ella es...
—Valentina, tú mejor amiga, casi familia. Me lo dijo tu madre. –respondo y esa chispa de incertidumbre atraviesa sus ojos.
—Es un gusto poder conocerte por fin, Maya. Caleb habla mucho de ti.
—Espero que solo cosas buenas hayas escuchado de mi.
—¿Bromeas? No deja de mencionar todas las cualidades que tienes. Eso sin contar lo amorosa que eres con él. Sebastián y yo soñamos con tener una relación como la que tienes ustedes.
Un enorme hueco de instala en mi pecho al escuchar eso. ¿Cuánto habrá mentido Caleb sobre su relación con Maya?
—Pues yo deseo que sea mucho mejor que la nuestra, que sean muy felices y sobre todo que no haya día en el que no demuestren cuánto se aman, a pesar de cualquier cosa. Recuerden que fue lo que los hizo llegar hasta aquí cuando todo se ponga difícil porque les mentiría si dijera que no será así.
Ella se abanica la cara con las manos y me envuelve en un abrazo firme. Caleb me mira con el ceño fruncido mientras yo desvío la mirada de la suya.
—Gracias por tus palabras, Maya. No sabes lo feliz que me hace sentir que Caleb está con la mujer correcta.
—Oye me estoy poniendo muy celoso, dejala respirar. –pide Caleb con tono amable pero su expresión es una mezcla entre molesta y sorprendida.
—Los dejo para que puedan disfrutar, no olviden bailar mucho y si me pongo muy ebria para agradecerte, lo haré de una vez. Gracias por formar parte de este día Caleb. Y gracias por traer a Maya a mi vida, sé que seremos muy buenas amigas. ¿No es así Maya?
—Por supuesto que sí.
Valentina se va feliz con mi respuesta mientras Caleb me observa fijamente. Estoy empezando a sentir muchos nervios porque él está dudando de mi comportamiento y no lo culpo. No está en mi ser comportarme nefasta.
—¿Qué tanto me miras? Es incómodo.
Alza ambas cejas en señal de sorpresa.
—Vaya, que buena actuación fue esa. Por poco y me la creo todita.
—¿Cómo debía comportarme con ella entonces? Dijiste que era importante, solo le hablé con respeto.
—Hubiese preferido que fueras grosera.
—¿Y dejar en evidencia tus mentiras de que somos una pareja feliz? No podría con eso. Ella no necesita saber que algunos matrimonios son un...–me silencio antes de cometer un error aún más grande.
—¿Son qué? –me insta a seguir hablando.
—No tiene caso, solo me pareció inadecuado matarle la ilusión de aspirar a una relación bonita. Iré a tomar aire, necesito pensar.
Camino lejos de Caleb y salgo hasta el jardín, me dejo caer en una de las sillas y permito que el viento helado calme la sensación de que no puedo respirar.
Mi pecho se cierra oprimiendo con fuerza, mis ojos comienzan a picar y el ritmo de mi corazón se acelera a tal grado que siento que explotará en algún momento.
—¿Te encuentras bien? –cuestiona una voz masculina que no reconozco.
—S-si. –respondo sin mirarlo.
—Alguien que responde así no puede estar bien. ¿Es un ataque de ansiedad? Tiemblas mucho.
—No lo sé, yo nunca lo había sentido.
—¿Me dejas revisar? Soy médico y puedo ayudarte si algo no anda bien.
—¿Cargas un maletín a todas las fiestas a las que vas? –bromeo y termino por sonreír levantando la mirada.
No, no voy a negar que es un hombre guapísimo, pero trataré de ignorar ese hecho porque en este momento no soy yo, sino Maya.
—Suelo causar ese efecto seguido. No te preocupes si comienzas a balbucear.
—Oh ya veo, narcisista. ¿Hay curso para eso? –cuestiono y toma mi muñeca.
—Por dios, tienes un poco de taquicardia, ¿segura que no habías pasado por esto ya?
—Segura, es la primera vez que siento que voy a vomitar el corazón. –confieso y se ríe.
—Soy Alexander, hermano del novio y doctor de la familia. ¿Y tú eres?
—Mi...carajo. –maldigo y él sonríe aún mas–. Mi nombre es Maya.
—Bien, carajo Maya. Deberías ir a verme a mi consultorio, solo para hacer algunos exámenes de rutina. ¿Te parece?
—Lo tomaré en cuenta, ahora devuélveme mi muñeca o...
Ni siquiera soy capaz de terminar la frase, un empujón suelta de golpe su mano sobre mi muñeca. No soy consiente de lo que pasa hasta que veo a Caleb sobre Alexander.
Me levanto en shock y veo a mi alrededor como nadie se percata del pleito.
Me acerco a Caleb para tratar de alejarlo pero en su lugar recibo un golpe duro que me hace retroceder.
Todo a mi alrededor es n***o y soy incapaz de distinguir algo. Siento unas manos tomar mi cara pero todo es confuso.
—Ay por dios, ¿Qué carajos sucedió?
—Este imbecil que se me dejó ir como animal mientras atendia a Maya.
—Maya es mi esposa, y el imbecil eres tú por tocarla sin su permiso.
—No la estaba tocando, era de manera profesional. Estás enfermo.
—Eres hombre muerto.
—¡Basta los dos! ¿Maya? ¿Maya puedes oírme?
—¿Valentina?
—Sí, soy yo. Tranquila iremos a qué te revisen, ¿De acuerdo?
—Yo puedo hacerlo.
—Tú no te acerques a mi esposa.
—Sacame de aquí, por favor.
Valentina me ayuda a levantarme y puedo observar a Alison, Sebastián y otra mujer que desconozco siendo testigos de lo que sucedió.
Yo muero de vergüenza porque no sé que pasará más adelante o qué demonios pasó justo ahora. Lo único que sé, es que quiero salir de aquí ya y olvidar este trago amargo.