Subasta

1127 Palabras
Estoy muy pero muy nerviosa, el día ha llegado y observo como uno a uno de mis compañeros hombres pasan a la subasta, camino de un lado a otro esperando mi turno. Me observo y noto lo bonita que estoy, el vestido que queda perfecto, me maquille a juego con el vestido, me deje el cabello suelto luciendo unas bellas y delicadas ondas. -              Aun puedes cambiar de opinión – escucho la voz de Nastia, me vuelvo a verla y noto las lágrimas en sus ojos. -              Sabes que no lo hare – respondo y ella se acerca a mí. -              Sabes que eres como una hija para mí – viene hasta mí y me abraza – te quiero muchísimo -              Y yo a ti – respondo devolviéndole el abrazo. -              Quiero darte algo – me dice separándose de mí y me extiende una caja mediaba de terciopelo. Al abrirla me encuentro con un bello collar del cual cuelga un hermoso dije en forma de mariposa de color n***o y bordeada de diamantes. – vuela mi niña y disfruta de tu nueva vida. -              Gracias Nastia – digo y la abrazo de nuevo. Cuando nos separamos me ayuda a ponerme el collar y es cuando nos damos cuenta de que solo quedamos Eleni y yo. -              Voy a extrañarte -  me dice en el momento en que pasa Eleni y mis nervios aumentan.  – es hora – me dice tomándome de la mano, escuchamos la puerta abrirse y Rodion la mano derecha de Dimitri entrar. -              Es hora Nat – me dice observándome. -              Gracias por todo Nastia – le digo abrazándola -              Te quiero muchísimo – me separo se ella y camino hasta la puerta donde me espera Rodion. -              Suerte Nat – me dice mientras caminamos hasta el escenario donde se encuentros Dimitri junto a un atril. Observo al frente y veo a los clientes observándome lo que hace que me ponga más nerviosa. -              Y por último nuestro más valioso elemento – dice Dimitri cuando llego hasta el – podemos comenzar con… -              Diez millones de euros – escucho la voz del señor Hecker interrumpir a Dimitri. -              Veinte – veo al señor Bianco -              Cincuenta millones de euros – dice y se escucha una exclamación de asombro. -              Alguien da más – pregunta Dimitri poniéndome más nerviosa – a la una, a las dos… - dice mirando a los clientes – a las tres, ¡VENDIDA!  Al señor Hecker – luego que lo dice viene a abrazarme. – que se cumpla todo lo que has deseado. -              Gracias – le digo separándome de él, veo que el señor Hecker se encuentra justo detrás de Dimitri. -              Hora de irnos – dice y yo respiro profundamente. -              Déjeme ir por mis cosas - pido -              No es necesario – vuelve a decir y toma mi mano, comenzamos a caminar hacia la salida de la academia. Cuando llegamos a la entrada un auto nos espera, el me ayuda a subir y luego sube él e instantes después nos ponemos en marcha, me encuentro muy nerviosa no sé qué me espera cuando lleguemos a Francia, pero antes de irme de Moscú decido pedirle algo al señor Hecker. -              ¿Puedo pedirle algo? – le pregunto y el observa. -              Dime -              Podemos hacer una parada en la plaza roja – digo y el asiente, el chofer cambia de rumbo y varios minutos después estamos frente a la plaza roja. Sin pensar en las consecuencias me salgo del auto rápidamente y corro lo que más puedo hasta estar frente a la catedral. Es mi lugar favorito en toda la cuidad y aunque la última vez que estuve tan cerca fue el día que Dimitri me recogió, en la academia me subía al techo y desde allí solo podía observar la parte superior, pero eso era más que suficiente para mí. De repente siento como algo cálido es colocado en mis hombros y al instante un exquisito aroma me envuelve. -              Por poco te disparo – escucho la voz de Dominic a mi lado. -              Lo siento señor – le digo observando aun la catedral, como es de madrugada el lugar se encuentra completamente solo a excepción de nosotros. -              Debemos irnos – me dice y yo asiento con la cabeza mientras comenzamos a caminar hacia el auto. Cuando llegamos al aeropuerto el auto nos lleva hasta una pista privada en la que nos espera un jet privado, el señor Hecker me ayuda a subir y una vez dentro me indica mi lugar para luego sentarse justo frente a mí, uno de sus hombres viene hasta dónde estamos y por su expresión no trae buenas noticias. -              Dominic – dice el hombre y entonces lo recuerdo, es quien lo acompañaba en el gimnasio – ¿podemos hablar? – dice observándome – por cierto, mucho gusto soy Jack Maconel -              Natasha – respondo un tanto nerviosa        -              Cierra la puerta – le ordena a Jack quien se da la vuelta para ir a cerrar la puerta, me pongo de pie para irme y que puedan hablar, pero el señor Hecker me detiene. - ¿A dónde vas?  -              Darles privacidad – respondo -              Siéntate – me ordena y yo le obedezco ante la mirada incrédula de Jack - ¿Qué pasa Jack? -              Incautaron otro cargamento – le dice y yo decido observar por la ventana, pero no puedo evitar escuchar su conversación. -              ¡¿Qué?!! – grita molesto – este es el tercero en lo que va del año, debemos encontrar al soplón, pero lo haremos cuando lleguemos, ahora quiero descansar – dice, pero su expresión es dura – déjanos solos Jack. Jack se va al otro lado del avión dejándonos solos. Cuando el avión despega las luces se acentúan dejando el entorno casi a oscuras. Observo a Dominic y lo veo con los ojos cerrados, intento dormir, pero me es imposible, es por eso que cuando el sol comienza a salir iluminando las nubes aún sigo despierta. Desvió la mirada de la ventanilla al dios griego que duerme plácidamente frente a mí, trabajar para él va a ser muy difícil, pero para esto fui entrenada y debo cumplir con mi deber. -              ¿te gusta lo que ves? – pregunta sin abrir los ojos y yo me pongo nerviosa.  - no dormiste nada -              Disculpe señor – digo desviando la mirada de nuevo al cielo. -              Dime Dominic – vuelve a decir abriendo los ojos -              No sería conveniente que yo como su empleada lo trate de esa forma – digo sin apartar la mirada de la ventanilla. -              ¿empleada? – pregunta divertido – tu no vas hacer mi empleada -              Para eso me compro ¿no? – digo volviéndome a verlo. -              No, tú serás mi esposa 
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