Ha sido un gran trabajo el que he hecho con este diplomático. Mi sirviente era demasiado inteligente. Tardarían en encontrarlo. Llevo uno de sus anillos para mi caja de obsequios. —¿Dónde estás? —tomo una fotografía de mi estatua. —Te quiero en diez minutos en mi casa. Parecía que el sirviente estaba queriendo revelarse un poco. Le tendría que castigar, aunque me ha estado ayudando con ciertas cosas para no ser atrapado. Tendría que darle una lección de por qué no debe sentirse superior a mí. Él era una basura humana, y debería venerarme como el dios que soy. Voy al sótano y preparo la cama, los grilletes están ajustados, las esposas igual, el látigo. Todo está en su lugar. Perfecto. El castigo está listo. Pero ¿por qué sigo sintiéndome que necesito más? Los asesinatos ya no son