El nacimiento de Ana marcó todo en la vida de Leo y Matilde. Ahora eran padres. Los pequeños niños de Al paraíso que se veían a escondidas, ahora arrullaban a su pequeña hija de ojos color esmeralda mientras su padre le contaba cuentos y su madre le cantaba ligeramente.
Ana estaba sana y Matilde se había recuperado mucho más rápido que cuando tuvo a su primer bebé, tal vez esto se debía porque ahora estaba junto a Leo y él le había dado todo su apoyo y su amor.
Todas las mañanas, Leo cargaba a su hija y la mesía entre sus brazos, le mostraba los jardines de La Serena y le señalaba la montaña que cubría Al Paraíso. La niña lo miraba atento provocando la sonrisa de su padre que la amaba con una locura nunca antes sentida.
Después, él se iba a trabajar y Matilde pasaba parte del día con
