Mientras sus secuestradores hablaban y se reían como si estuvieran en una fiesta, Martina no paraba de pensar. Todavía no habían pasado dos meses desde su primera vez con Javier, y había tenido la menstruación hacía como tres semanas. Si realmente estaba embarazada, las cuentas le daban que tenía aproximadamente un mes de embarazo, si es que la menstruación fue sangrado de implantación, pero era casi imposible que se viera a través del vientre, según había estudiado, las primeras ecografías debían hacerse de manera transvaginal. —No creo en mi embarazo —dijo de repente, captando la atención de sus acompañantes—. Pienso que esa pantalla tiene la grabación de un embrión, pero no es el mío. Rocío arqueó las cejas y la miró con interés. —¿Por qué pensás eso, querida? —le preguntó. —No m

