—Rubia. La nombrada abrió los ojos y se encontró con Javier, sus ojos verdes y su imponente físico delante de ella. Recién salía de la ducha. Las gotas, que brillaban debido al reflejo de la luz natural que entraba por la ventana, caían de su cabello, rodaban por sus hombros y descendían por sus pectorales, perdiéndose cada vez más abajo hasta desembocar en la toalla blanca que rodeaba su cintura. Qué manera de despertar. Él notó que Martina lo estaba examinando con demasiada atención y contuvo una sonrisa. —Creo que sigo soñando —dijo ella finalmente, sentándose en la cama y logrando que Javier soltara esa carcajada contenida. —En una hora tengo que estar en el autódromo, ¿desayunamos? —expresó sacándose la toalla para ponerse el calzoncillo delante de ella, sin ningún tipo de p