Hera Kade Casi salgo corriendo en cuanto veo a Lucía. Sin pensarlo, me lanzo a sus brazos, y ella, como si hubiera esperado este momento durante toda su vida, me recibe con ternura, rodeándome con fuerza pero también con suavidad. Me aprieta contra su pecho, mientras una de sus manos acaricia mi cabeza con una delicadeza que me rompe por dentro. No puedo evitarlo. — Te he extrañado demasiado — confieso, dejando que las lágrimas me ardan en los ojos mientras trato, en vano, de contenerlas. — Y yo a usted, majestad… No sabe cuán feliz soy de verla — responde con una voz cálida y emocionada, que me hace sentir que, al menos por un instante, todo lo malo ha quedado atrás. Me aparto solo un poco, lo suficiente para mirarla bien, para asegurarme de que es real. Sé que no hay razones para dud

