POV. AZRAEL. El silencio de la habitación es ensordecedor, casi palpable. La única luz proviene del resplandor tenue de la luna que se filtraba por la cortina mal corrida, pintando sombras largas sobre la alfombra. El aire huele a piel y a sudor, a esa calma que llega después de la tormenta. Tengo el cuerpo tibio de Prisca pegado al mío, su respiración suave rozándome el pecho. Duerme profundamente, con el rostro sereno, la boca entreabierta, el cabello desordenado, cubriéndole parte del cuello. Nunca la había tenido así. Vulnerable, sin máscaras y sin sus barreras. Y, Dios… jamás pensé que yo bajaría la guardia de esta manera. No soy de los que se quedan después del sexo. Aunque en este caso ambos convivimos, pero no soy de los que se acurruca con otra persona. Bien pude alejarme cuando