Los días pasaron y seguí visitando al íncubo, aún no sabía su nombre, no me lo había dicho y en el fondo pensaba que era mucho mejor, para no encariñarse con algo no había que darle un nombre, así que no le daría nombre al chico, pero cada vez que lo visitaba lo encontraba mucho más tímido y reservado, incluso evitaba mirarme a los ojos y responderme lo menor posible.
— ¿Cómo estás hoy? — le pregunté sentándome a su lado, lo sentí temblar, tal vez tenía frío. — hace un poco de frío en este calabozo. Mañana te traeré una cobija. — dije intentando tener una nueva conversación con él, pero se negaba a hacer contacto conmigo.
— Su majestad, incluso el pedido de un triste recluso como yo, debe tenerse en cuenta. Por favor, no vuelva más aquí, no puedo rechazarla, cada vez es más difícil para
