El calabozo del íncubo era mucho más pequeño y frío que el de Lilith, probablemente Lucifer quería hacer sufrir a Lilith, pero no me parecía nada justo, caminé hacia él, por suerte ahora no debían notificar a Lucifer en caso de que yo quisiera visitar el calabozo. Traía conmigo una pequeña canasta de comida que había preparado yo misma en la cocina del castillo, los guardias me abrieron la puerta y yo me acerque a él, estaba sentado en el suelo, abrazaba sus rodillas y escondía su rostro entre estás, mis pasos empezaron a resonar en la celda, fruncí el ceño al ver que no levantaba la vista. — Hola... — dije con voz firme, está vez él levantó el rostro y me miró, sus ojos lucían diferentes, está vez tenían un color mucho más claro, eran de un color miel, y su piel aunque tersa, no se veía