Era cierto que si querías conocer a una persona, debías mirar en sus ojos, los de Lucifer solían mirarme de forma diferente de como miraban a otras personas, sus ojos me veían con varias emociones existentes y me alegraba de que así fuera. — Ven conmigo... Acompáñame. — me dijo Lucifer al tiempo que extendía su mano hacía mí en una invitación. — ¿Qué? ¿A dónde vamos? — pregunte confundida. — A los calabozos, obviamente. — dijo como si fuese de lo más evidente. — ¿Por qué? No entiendo... — Bael será liberado, además debo aclararle a esos demonios quien manda... — lo mire confundida. — tú, Natalia. Mandas tú. — dijo con seguridad y una bonita sonrisa. — ¡Tienes razón! — me apresuré a levantarme de la cama. Había pasado la mañana entera en brazos de Lucifer. — vamos... —