—Así que tenía razón —pensó Isabella con una sonrisa mientras el coche avanzaba de regreso a casa—. Irene es solo un peón, y el verdadero culpable debe ser alguien cercano. ¿Quién podría ser? Isabella no tenía una respuesta para eso, pero no importaba, lo que sí importaba era el hecho de que ahora tenía pruebas de que estaba en lo cierto y podía seguir adelante con su plan. Su plan… Isabella suspiró mientras apoyaba la cabeza contra la ventana, ¿Cuántas veces, desde que regresó a Inglaterra, había tenido que idear un plan para atrapar a algún cerebro criminal? Esos “genios” eran sorprendentemente aburridos, pero eso no evitaba que fueran molestos. E Irene no iba a ser la excepción. Isabella no tenía nada personal contra ella, no podía culparla por haber nacido en este mundo, pero sí p

