La sensación era suave, posiblemente lo más suave que Isabella había sentido jamás presionado contra sus labios, tal vez aquello se debía a que el contacto se sentía supremamente familiar y cálido. Sin embargo, seguía siendo extraño, pues en sus 28 años de vida, Isabella nunca había experimentado una sensación parecida. De repente su cuerpo se estremeció, los pelos de su nuca se erizaron y el estómago le dio un vuelco, de una forma que definitivamente no le gustaba. Sin darle a su cuerpo ni a ella misma la oportunidad de adaptarse a la sensación, rápidamente lo empujó del pecho de Travis, lo que resultó en una caída plana sobre su trasero y una herida en la palma de su mano, a la que no prestó atención debido a los acontecimientos recientes. Por dentro, maldijo a su corazón palpitante,