Facundo comienza a repartir guirnaldas de flores para que las chicas nos pongamos en el pelo, y los hombres en el cuello. Tengo muchísimo miedo porque sé que este hombre es capaz de hacer cualquier cosa. Luego de que ya todos tengamos los adornos puestos, comienza a hablar en una lengua que desconozco y que, probablemente, nadie entiende. Nos miramos con expresiones incrédulas y confundidas y Santiago bufa con cara de aburrido. Mi estómago ruge, todavía falta una media hora para comer y Facundo dijo que el ritual duraba diez minutos, así que prefirió hacer esto primero. Chasqueo la lengua y me cruzo de piernas mientras espero a que pase algo interesante. —¡Aplaudan! —grita el guía cuando termina de hablar como un poseído. Entonces mis compañeros le hacen caso, y yo me uno a ellos