Después de estar caminando durante seis horas, llegamos al sitio principal donde nos instalamos desde el principio. Tenemos que volver a armar todo porque, por algún motivo que desconozco, cuando nos fueron a buscar desarmaron el campamento. Ya está anocheciendo y todos se pelean por quién usa la ducha improvisada primero. Yo prefiero quedar hasta el final y usarla tranquila, así que espero a que el último, Gerardo de recursos humanos, salga. Preparo mi ropa limpia y mis productos de higiene y entro al baño. Suspiro de alivio cuando entro en contacto con el agua, el olor a rosas del jabón y a vainilla del shampoo. Hasta el olor a jazmín de la toalla limpia y el algodón contra mi piel me hacen saltar de felicidad. Pensé que iba a morir y que nunca más iba a sentir estos placeres de la v