Tú si sabes quererme©
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Enrique
Jamás pensé que en mi noche de bodas entraría corriendo a urgencias, con mi esposa en brazos y pidiendo ayuda. Tan solo los enfermos me ven, recorren una camilla para que pueda recostarla y luego la internan mientras yo soy abordado por dos personas y un médico.
⎯¿Quién es usted? ⎯ me pregunta la enfermera.
⎯Soy, su esposo… ⎯ digo, y cuando lo digo en alto siento como mi cuerpo se congela por completo, porque no puedo creerlo aún.
⎯¿Qué pasó? ⎯ insiste ella.
⎯No, no sé. Estábamos hablando en la habitación del hotel y de pronto se puso de pie, dijo que se sentía mal y se desmayó ⎯ explico en un tono desesperado.
⎯¿Es todo?
⎯Sí, sí… no tendría porqué mentirles⎯ le admito.
La enfermera y el doctor se ven ⎯ debe llenar unos formatos y luego puede entrar ⎯ me indica él, para luego irse de ahí.
Me quedo de pie, viendo como ellos pasan aquel umbral y de pronto me siento completamente solo. No puedo creer que esto esté empezando así. No amo a Carolina e incluso no he hecho ni una amistad con ella pero, no le deseo nada malo.
Así camino hacia donde está el registro y, al darme la boleta, leo lo que dice y me quedo confundido. Carolina, es mi esposa, y no tengo ni idea de cuál es su nombre completo, tipo de sangre o todas las cosas que me ponen aquí. Tomo la plantilla y la pluma y me siento sobre una de las sillas, trato de llenar todos los datos pero, no hay mucho que pueda hacer.
⎯No puedo creer que tenga que hacer eso⎯ digo en voz alta, mientras juego con la pluma. No lo puedo creer.
Saco mi móvil y marco a la única persona que debe saber todo esto, a la que me metió en este problema y que ahora debe estar aquí, a mi madre. El móvil da dos tonos y yo con voz fría le hablo.
⎯Estoy en el hospital, Carolina se desmayó, ven⎯ le ordeno, para luego cortar la llamada.
Me recargo sobre la silla, cierro los ojos y a mi mente solo viene el rostro feliz y alegra de Izel. Sonrío al recordar su sonrisa y al sentir de nuevo sus besos en todo mi cuerpo siento que estoy en mi lugar feliz, definitivamente Izel es mi lugar feliz.
Sé que no es bueno estar soñando con otra mujer mientras tu esposa está internada en urgencias pero, no lo puedo evitar, Izel es la mujer de mi vida, con la que debería estar casado y viviendo en otro país, y Carolina es solo el capricho de mi madre. Debo aferrarme a algo para poder ser feliz, para poder sobrevivir. El amor debe salvarme de esto, nada más.
Siento que han pasado solo quince minutos, cuando mi madre entra por la puerta del hospital, llevando ese pesado abrigo y con el rostro pálido y sin expresión. Me pongo de pie y ambos nos vemos.
⎯Llena esto ⎯ le digo, dándole las hojas⎯ tú sabes más de ella que yo.
Mi madre lo toma y bajo su mirada atenta, camino hacia la puerta que me llevará a urgencias para, al menos, fingir por unos instantes que todo esta bien, que soy el esposo feliz. Supongo que no me queda de otra.
[…]
⎯¿Señor De León? ⎯ dicen mi nombre, mientras yo me encuentro sentado a un lado de Carolina quién no ha despertado en todo este rato. Me pongo de pie y lo veo a los ojos.
⎯Dígame.
⎯¿Podemos hablar afuera?⎯ me dice, y con la mano me indica que salga del pequeño cubículo donde la tiene internada. Caminamos unos pasos para poder alejarnos de aquí y de pronto un suspiro me alerta⎯ logramos controlar el dolor abdominal y le hemos dado los medicamentos correspondientes, ¿qué pasaba con su esposa cuando se desmayó? ⎯ me pregunta.
⎯Pues, hablábamos…
⎯¿Tenían algún tipo de discusión que generó estrés? ⎯ insiste.
Asiento con la cabeza⎯ no era discusión, solo era un argumento y ella se desmayó.
El doctor apuna lo que digo en una hoja y luego me ve a los ojos⎯ le tendremos que hacer otros análisis a su mujer para descartar las sospechas de cáncer de colón.
⎯¿Disculpe? ⎯ habló preocupado y sumamente asombrado.
El doctor lo nota porque pone un rostro de no entender lo que pasa⎯ sí, su esposa tiene la enfermedad de Crohn.
⎯¿Cómo?⎯ pregunto, sin poderlo creer.
⎯Su esposa tiene enfermedad de Crohn, es incurable… pero, temo que se ha complicado y pueda haber un cáncer, necesitamos traerla de vuelta para análisis.
⎯No⎯ murmuro,⎯ no, no puede ser.
El doctor me da una palmada sobre el hombro ⎯ sé que es difícil de acepar pero, cuando se detecta se sabe.
Es que yo no lo sabía… pienso, mientras trato de entender todo lo que me dicen.
⎯Su esposa pasará aquí la noche en observación y después podrán regresar a casa⎯ finaliza⎯ le diremos cuándo tiene que venir para hacerse los análisis.
Asiento on la cabeza, porque no me queda otra cosa que hacer, y admito que entiendo pero en realidad mi cabeza no lo puede procesar. ¿Cómo es que pasó esto?, hace unas horas estaba bien, llevaba un bonito vestido de novia y había estado feliz platicando e incluso riendo y ahora ¿enfermedad crónica?, ¿cáncer?
Con esto en mente, salgo a la sala de espera donde mi madre y los padres de Carolina están esperando. Cuando ellos me ven, se ponen de pie y se acercan a mí⎯¿está bien mi hija? ⎯ pregunto la mamá.
⎯Está dormida⎯ respondo, supongo que será mejor que el doctor les anuncie todo lo demás.
⎯¿Podemos entrar?⎯ me preguntan.
Asiento con la cabeza y luego ellos abren la puerta para perderse en aquel lugar lleno de tensión y olor a medicina. Veo a mi madre y ella, saca de su bolso un cigarro ⎯¿me acompañas? ⎯ me dice.
Camino junto con ella al estacionamiento, donde enciende el cigarro y lo fuma como si nada hubiese pasado adentro. En eso, mi mente comienza a reaccionar y así, como si todo se hubiese iluminado en mí, la veo a los ojos y con un tono firme de voz le digo.
⎯¿Tú ya lo sabías?, ¿Cierto? ⎯Ella fuma y echa una bocanada de humo al aire ⎯dime que no madre, dime que no lo sabías.
Ella me ve, con ese rostro frío, cuadrado y duro que tiene ⎯ ¿cuál es la queja?, no lo entiendo.
Abro los ojos no sorprendido, si no al sentir todo el coraje corriendo por mis venas⎯¡Lo sabías!, ¡sabías que Carolina estaba enferma!, y, ¡aún así me obligaste a casarme con ella!
⎯¡Cuál es la queja!, ¿eh?, no lo veo tan malo. Carolina y tú se casaron por vienes mancomunados en cuanto ella muera tendrás su dinero, ¿no es así?
⎯¡Ella se está muriendo!, ¡está enferma!⎯ le grito⎯ ¡me condenaste a una vida con alguien que va a sufrir!
Mi madre tira el cigarro al suelo⎯ hice lo que tuve que hacer y sus padres y ella estuvieron de acuerdo. Además, ¿qué pasa?, no es que tengas que hacer algo más, ¿no?, o qué, ¿pensaste que te podrías divorciar al mes?, ¿a los dos meses?
⎯¡Me casaste con una mujer enferma para que no pueda dejarla!, ¡ese es tu punto! ⎯ le reclamo.
Sí, es verdad, ese es el punto. Mi madre tenía que asegurarse de que yo me quedara con Carolina porque, se vería cruel ante todos que dejara a una mujer enferma, débil y moribunda.
⎯Carolina está de acuerdo, sus padres igual, y tú, Enrique, debes estarlo por igual. Carolina es tu esposa, y se quedará así hasta el último aliento de su vida, ¿entendiste?, el último⎯ me amenaza.
Aprieto los puños del coraje. Nunca pensé que mi madre fuera tan cruel, tan calculadora, tan fría, no solo con su propio hijo, si no con la vida de los demás. Se aprovechó de mi personalidad, de quién soy para atarme a este matrimonio. Mi plan con Salvador ya no funcionará, ya no podré irme con Izel, incluso, no sé si podré verla.
⎯Un día pagarás por todo lo que me has hecho, por todo… y yo no me tocaré el corazón para ayudarte, mamá⎯ pronuncio.
Mi madre me ve a los ojos y sonríe⎯ Todavía que te doy todo, ¿me pagas así? ¿Quién es el malagradecido?⎯ contesta.⎯ Ahora, si me disculpas, iré a ver que le pasa a tu esposa y más vale que estés a su lado cuando despierte…
Ella se aleja de mí dejándome en medio de ese estacionamiento, aún con la rabia corriendo por mi cuerpo y con un mar de sentimientos que no sé como identificar. Mi madre me acorraló, traje a Izel a Madrid solo para verla sufrir y yo… yo debí morir ese día en la bañera.