Tú si sabes quererme©
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Enrique
Hace unos meses atrás, me casaba con la mujer de mi vida, la que me había robado el corazón, la que me había enamorado a primera vista y que me fue difícil olvidar. Ahora, vuelvo a firmar un acta de matrimonio con una desconocida, una chica que no me inspira nada, ni siquiera un sentimiento de amistad así que supongo que esto es lo que significa cuando estas muerto por dentro.
Dije votos neutros, nulos, mientras ella me dijo que me prometería quererme y respetarme todos los días de nuestra vida. Me tomó de las manos y viéndome a los ojos me dijo que era un honor que estuviésemos juntos; yo solo quería huir. Después de decir acepto, le di un beso sobre la frente y uno sobre la mejilla, no más, no había nada más.
Terminada la ceremonia vinieron los aplausos, las fotos, y bajo la mirada de todos tuve que tomarme una al lado de mi esposa, vistiendo la sonrisa más fingida que pude dar. Nos fuimos a la fiesta esa que solo mis padres, Carolina y sus padres pudieron disfrutar, además de los invitados que no tenía ni idea de lo que pasaba.
Salvador y Thalia me veían desde lejos, no se atrevieron a acercarse a mí por miedo de que posiblemente dijera algo que arruinara todo, aunque ganas no me faltaron de reclamarle en frente de todos que acababa de condenar a su hijo a pasar el resto de la vida con una desconocida. Me aguanté lo más que pude, tanto que incluso el alcohol me pudo hacer decirlo.
Se acabó, se terminó todo, y ahora me encuentro sentado en la cama, aún vestido con el traje viendo la pulsera que Izel me regaló hecha de nuestras alianzas de bodas que con tanto cariño nos dimos hace tiempo atrás. Leo el “Sin miedo” y esbozo una ligera sonrisa al recordarlas con su voz, su acento, su intensión.
⎯Si hubiese sabido los problemas que te traería, jamás te hubiese buscado, jamás te hubiese enamorado, te hubiera ignorado en aquella fiesta ⎯ murmuro, mientras las lágrimas caen por mis mejillas.
¿Qué estará haciendo Izel ahora? Ayer, en estos momentos, ambos nos encontrábamos besándonos en medio de su taller y, hoy, me encuentro sentado en la habitación de huéspedes de un hotel, mientras mi esposa se cambia para venir conmigo… la vida cambia rápido, muy rápido.
Mientras acaricio el “Sin miedo”, escucho como la puerta del baño se abre ⎯¿Enrique? ⎯ me pregunta esa voz débil que tiene ⎯¿estás bien?
Me quito las lágrimas de los ojos y suspiro ⎯ lo estoy, solo estoy cansado.
Carolina se sube a la cama y siento como sus manos se posan sobre mis hombros y empieza a masajearlos ⎯¿quieres que te haga un masaje para que puedas relajarte? ⎯ me pregunta al oído.
Niego con la cabeza ⎯no, está bien.
⎯Enrique… ⎯ murmura y me da un beso sobre el cuello.
Con cuidado, quito mis manos de mis hombros y me pongo de pie ⎯ me iré a dar una ducha.
Me quito el saco para dejarlo sobre la silla y los zapatos. Carolina me ve desde la cama, con esos ojos tan grandes, color azul, que cuando miras sus pupilas ves a través de ellas y sabes que puedes ver su alma.
⎯Enrique… ⎯ vuelve a decir para llamar mi atención ⎯ ¿puedo acompañarte?
Niego ⎯ no, me gusta ducharme solo ⎯ me desfajo la camisa y comienzo a abrir los botones. Calorina de pone de pie y trata de ayudarme pero tomo sus manos para que no siga ⎯ te lo pido, Carolina…
⎯No quiero rogarte ⎯ me dice con una voz débil ⎯ te lo pido, solo necesito una oportunidad, ¿si?
⎯Carolina, tú sabes que esto no es algo que nosotros quisiésemos.
⎯Yo si lo quería ⎯ me dice en un tono de ruego ⎯ a mi si me gustas y mucho, creo que eres el hombre más guapo e inteligente que he conocido. Creo que si nos damos una oportunidad de intentarlo esto funcionará…
⎯No, porque yo no quiero que funcione ⎯ confieso frío y puedo ver como en sus ojos se van formando las lágrimas ⎯ yo no quiero que funcione porque, yo no te amo.
Ella se hace para atrás, puedo ver esa tez pálida, ese cuerpo delgado, tanto que parece plano, y su cabello tan rubio que brilla como si fuera sol. Carolina se muerde los labios y trata de aguantarse el llanto. Me parte el corazón, de verdad lo hace, no sé como ella pudo decirme esos votos tan bonitos, y que quiere una oportunidad conmigo si yo, no siento absolutamente nada por ella, ni siquiera amistad, no sé si puedo ser su amigo.
⎯Está bien ⎯ me murmura ⎯ lo entiendo.
Carolina se cubre con la bata, una tan bonita, con detalles cocidos a mano y que forman distintas figuras. Luego comienza a jugar con su cabello que, ahora, se encuentra recogido en una trenza. Juega con la punta, puedo ver que refleja ansiedad y nervios. Trata de no llorar pero, le es imposible, por lo que se quiebra en un instante haciendo que su cuerpo se caiga de rodillas sobre el suelo.
Voy hacia ella y trato de ayudarla pero, ella se niega y se hace para atrás. No puedo ser un hombre duro, no sé como, es lo único que no heredé de mi madre o de mi padre.
⎯Mi intención no era…
⎯¡Sé cuál es tu intención! ⎯ me grita, mientras se pone la mano en el pecho.⎯ Sé que nuestro matrimonio no es lo que ambos buscamos pero, podríamos, podríamos… ⎯ repite.
Veo como se lleva la mano hacia la cabeza y trata de levantarse.⎯Carolina.
Ella trata de ponerse de pie sin mi ayuda y al conseguirlo me dice ⎯ me siento mal, para después ver como las piernas le fallan y cae desmayada sobre mis brazos.
⎯¡Carolina!, ¡Caro!⎯ insisto, tocando su rostro para que reaccione. Sin embargo, ella no lo hace, no reacciona. Tengo el presentimiento de que es algo malo, muy malo.