Tú si sabes quererme ©
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Thalia
Yo amo las bodas, las amo totalmente, Cuando era pequeña solía rogarle a mis padres que me llevaran a las de sus conocidos y amigos, y me gustaba imaginarme la mía propia. Me gusta sentir esa emoción al ver entrar a la novia con su precioso vestido de novia, ver el rostro del novio a la hora de posar sus ojos sobre ella y esas miradas que solo ellos saben lo que significan.
Me gusta la música, los aplausos, el recibimiento del novio en el altar. Las últimas palabras que le dicen a la novia antes de entregarla al amor de su vida, y sobre todo los votos, esas palabras que expresan las promesas de una vida en pareja, los pilares de la vida que están a punto de construir.
Sin embargo, esta boda a la que estoy asistiendo se siente muy diferente y mucho. No solo por que es en el invierno, dónde nos hay flores que florezcan, ni clima amigable para hacerla en un jardín, sino porque se puede sentir la tensión, la tristeza y la melancolía en el aire, que, tan solo entramos Salvador y yo pudimos sentir como nos ahogaba.
No sé como le hicieron pero, la madre de Enrique logró preparar todo en semanas, si no es que días. Pareciera que ya tenía todo preparado, planeado - que no lo dudo. Así que la casa en verdad parece un salón de eventos que fue rentado con meses de anticipación.
El recibidor de la casa de Enrique, ese tan hermoso y antiguo que parece la entrada a un palacio, estaba lleno de flores blancas y luces que le daban ese ambiente romántico.En el salón estaban las mesas lisas para la cena y, en el solarium sería la ceremonia donde, Salvador y yo, una vez más, seríamos testigos, esta vez solo de Enrique, quién nos lo pidió encarecidamente para no tener que buscar a nadie más.
Tan solo entramos por la puerta, pudimos ver en la entrada a Nuria, quién acomodaba el libro de deseos para los novios y ya se encontraba arreglada con un vestido de color verde olivo de terciopelo que se le veía bastante bien. Cuando notó nuestra presencia fue a vernos para saludarnos y darnos la bienvenida.
Nuria solía estar bajo mi ala pero, después de lo que le hizo a Enrique ahora no la quiero ver. Así que mientras la veo venir, tomo de la mano a Salva y le murmuro ⎯ recuerda que necesito ir a ver a Enrique. ⎯ Él asiente con la cabeza y me da un beso sobre la mejilla.
⎯¡Thalia!, ¡Salvador!, mi pareja favorita, ¡qué gusto verlos! ⎯ expresa Nuria abrazándonos. Luego ve nuestro estilo y hace un gesto como si se le hiciera extraño ⎯¡Guau!, ¿de n***o?, parece que vienen a un funeral.
⎯Algo así ⎯ respondo y le doy una semi sonrisa.
Ella guarda silencio y suspira ⎯ Aún así te ves bien, bastante bien…como siempre.
⎯Sí, ¿sabes si puedo subir a ver a Enrique?, me pidió algo para su ajuar de novio necesito dárselo.
⎯Sí, claro pero… ¿ya te vas?, no me vas a comentar lo de tu proyecto, ese que tenías…
⎯No ⎯ la interrumpo ⎯ no tenemos nada que hablar.
Nuria se queda en silencio y viéndonos a los dos nos dice ⎯ Sé que está molestos y los entiendo pero, Enrique está bien, no pasará nada, Carolina es una buena mujer.
⎯¿E Izel no? ⎯ inquiere Salvador.
Nuria hace la seña de que hagamos silencio y luego nos aleja de la entrada para que podamos seguir platicando lejos de ahí. Nosotros las miramos de forma severa, como si quisiéramos decirle en ese momento lo pésima hermana que es.
⎯Thalia, Salvador, no me hagan ver cómo la mala, yo solo quiero lo mejor para mi familia y Carolina es lo mejor ⎯ se justifica.
⎯¿Arruinar la vida de tu hermano por una familia que solo le da sufrimiento es lo mejor? ⎯ pregunta Salvador un poco molesto ⎯ él tuvo empatía contigo cuando los problemas se pusieron mal. Te apoyo, siempre trato de encontrar una solución. Enrique te quiere o te quería y tú… ¿le dijste a tu madre que se iban a casar?
⎯No fui yo…
⎯¿Entonces quién?, ¿mi hermano? ⎯ pregunto en tono sarcástico. ⎯ Nuria, tú sabes que te quería como una hermana menor, pero, lo que le hiciste a tu hermano no tiene perdón, en ningún nivel. Lo separaste de la mujer que ama, con la que tenía un futuro planeado. Porque la idea de saber que tu hermano era feliz y tú no, es insoportable.
⎯Mi novio y yo estamos bien, ya todo está arreglado ⎯ se defiende.
⎯Sí claro… ⎯ suspiro ⎯ tanto renegabas de tu madre, cuando en realidad eres su vil copia. No vuelvas a hablarme, ¿entendido? ⎯ finalizo, para luego darme la vuelta y subir las escaleras dejando a Salvador solos.
Subo hasta el nivel donde se encuentra la habitación de Enrique y camino hacia su puerta. Toco dos veces y él en seguida aparece arreglándose la corbata.
⎯¡Thalia! ⎯ expresa con una sonrisa.
⎯¿Puedo pasar? ⎯ pregunto tímida.
Él abre más la puerta y me deja pasar, cerrándola detrás de mi y luego caminando hacia mí. Yo le doy un abrazo fuerte, pero tan fuerte, que puedo sentir un poco como sus huesos se acomodan. Cuando nos vemos él me sonríe.
⎯Es una boda y se siente como un funeral, ¿no es cierto? ⎯ bromea, y sé que lo hace porque está de mejor humor.
⎯Entonces, si te digo lo siento, ¿está justificado? ⎯ inquiero.
Él asiente ⎯ lo está, porque, yo también lo siento.
Tomo mi bolsa y de ahí saco una bolsita de tela y se la doy ⎯ un regalo, para ti ⎯ Enrique la toma entre sus manos y me ve ⎯ de alguien muy especial.
Segundos después él la abre y saca un precioso brazalete formado por piel y una placa dorada que está tan bien pulida que brilla más que nunca. Sobre la placa se lee “Sin miedo”, lo que hace que Enrique apriete los labios para evitar llorar.
⎯Dijo que la voltearas ⎯ le indico.
Él lo hace y del otro lado de la placa, de la parte que se queda escondida, la leyenda “ Te voy a querer”.
⎯Te voy a querer sin miedo ⎯ complementa Enrique, y la besa mientras una lágrima se escapa de uno de sus ojos.
⎯El Oro, es tu anillo de bodas, dice que es para que lo lleves contigo siempre. Te puso el cintillo de piel para que pudieras hacer muchas cosas con él, incluso ducharte. ⎯ Explico.
⎯Pensó en todo, por eso la amo ⎯ dice con melancolía.
Tomo el brazalete y se lo pongo en la muñeca del lado donde antes llevaba el anillo, luego ambos nos vemos a los ojos y él sonríe ⎯ gracias Thalia.
⎯De nada ⎯ respondo.
⎯Gracias por cuidarla, te pido que lo hagas por mí, ¿si?, no la abandones. Ella, está sola aquí y va a necesitar de tu ayuda, mientras esto pasa. Haré todo lo posible porque se acaba pronto.
Enrique se limpia las lágrimas con la mano y yo acaricio su cabello rizado ⎯ estará bien, es fuerte, astuta, inteligente… seguro que ella sale con un mejor plan y acaban juntos.
Él se sienta sobre la cama y viendo el brazalete sonríe ⎯ ayer que la vi, soñamos juntos que tendríamos una casa, una familia de muchos hijos y… todo fue tan bonito, tan real. Luego me marché por la madrugada y ha sido una tortura… ¿qué hice para merecer esto Thalia?
Supiro. Me siento al lado de él y tomo su mano ⎯ Te diría que por algo pasan las cosas pero, yo odio esa frase con todo mi ser, así que no la usaré contigo. Pero, lo que si te puedo decir es que, una cosa que he aprendido en esta vida es que, no importa las barbaridades que nos hagan o las situaciones y obstáculos que nos pongan, nosotros estamos a cargo de nuestra propia vida. Nosotros decidimos cómo le damos vuelta a las cosas, a las situaciones, si vamos a dejar que la gente nos someta a voluntad.
⎯ Gracias ⎯ me dice ⎯ fueron las palabras correctas, para este momento más triste.
⎯¿Te puedo dar un consejo? ⎯ le comento.
Él asiente con la cabeza ⎯ mi mejor amiga me quiere dar un consejo, creo que no debo rechazarlo.
⎯Busca tu felicidad ⎯ hablo ⎯ búscala en los rincones, en las pequeñas cosas, en tu día a día. Búscala y pruébale a todos que a pesar de todo, lo eres. No hay nada que enoje más a las personas que ver a alguien feliz aunque esté encerrado en una cárcel o viviendo un infierno.
Enrique ve el brazalete y sonríe ⎯ ¿le darás el mismo consejo a Itzel?
⎯Ya se lo dí… si la amas Enrique, no renuncies a ella, al contrario… aférrate.
Él me abraza ⎯ Thalía Barceló, acabas de hacer mejor este día. Gracias.
⎯De nada…
Enrique se pone de pie, se acomoda el brazalete y luego comienza a hacerse la corbata. Cuando termina, toma su saco, se lo pone y abre la puerta para salir hacia el pasillo que lleva a las escaleras. Antes de salir me dice ⎯ dile a Izel que no me lo quitaré ni para ducharme, que cumplí lo que le prometí y que mi corazón es suyo, soy todo suyo, no importa si hoy me caso con otra.
⎯Se lo diré… ⎯ pronuncio.
Enrique suspira ⎯ me voy… ¿te veo en la boda?
⎯¡Qué más da!, ¿no? ⎯ respondo.
Él se va valientemente, mientras yo no puedo dejar de pensar en cómo las personas pueden j***r o arreglar la vida de los demás. Enrique es un hombre que lo tiene todo, más dinero del que pueda desear, oportunidades, juventud, astucia… y su familia se ha encargado de quitarle lo único que lo hacía feliz. Me siento muy afortunada de que Salva y yo no vivimos esa situación.
Así, bajo junto con él, voy con mi novio que me espera hablando con otras personas y lo abrazo. Él me ve a los ojos y me sonríe ⎯¿todo bien?
⎯No me importa si no es una boda grande, Salva, sólo quiero casarme contigo… ⎯ confieso, llevándome por el momento.
Él me da un beso ⎯ te amo, Thalia Barceló.
Y así, con una mezcla de sentimientos, vemos a nuestro mejor amigo casarse una vez más pero, en esta ocasión llenos de tristeza, porque no es la mujer de sus sueños, ella se quedó diseñando en Madrid, sin poder evitar que las lágrimas cayeran sobre las hojas, deseando que pronto esta pesadilla pase y Enrique y ella vuelvan a estar juntos… sin miedo.