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Enrique
El fin de semana llegó más rápido de lo que yo esperaba y cuando menos me di cuenta me encontraba en frente de la residencia estudiantil donde se hospeda Izel, esperando por ella recargado en mi auto. Momentos después, ella bajó con una pequeña maleta y una sonrisa en su rostro.
―Te ves hermosa ― le digo al ver conjunto que trae hoy. Una hermosa blusa negra con unas figuras en color rosa, tejidas a mano.
―Tú te ves guapo, me gusta tu estilo de viaje ― me comenta entre sonrisas ― ¿ya me vas a decir dónde me llevarás?
Niego con la cabeza ― es una sorpresa, así que vamos que muero porque la veas.
La tomo de la cintura y le doy un beso sobre los labios. Izel me corresponde, lo hace con mucho más seguridad que las otras veces que nos hemos besado y cuándo termina se muerde el labio. Entre más la veo, más la beso, más me enamoro de ella y creo que esto no es algo pasajero o que vaya a terminarse dentro de unos meses.
Después de que ambos nos subimos al auto, sin esperar más, lo arranco para dirigirme hacia el lugar donde pasaremos el fin de semana, un lugar cerca de Madrid llamado Manzanares del Real, famoso por sus hermosas montañas y lugares para acampar. Un lugar tranquilo, lejos del ruido de la ciudad, adecuado para el romance, para platicar, caminar, conocerse y sobre todo para poder ver las estrellas.
―No sé si sepas pero invité a Salvador y a Thalia Barceló para que vinieran con nosotros ― le comento mientras vamos en la autopista.
―Está bien. Thalia me agrada y si te soy honesta me hace bien tener nuevas amigas, ya que soy pésima en esto de las relaciones de amistad ― responde entre risas.
―¿Por qué? ― pregunto tomando su mano y acariciándola.
―Bueno, es una historia muy larga.
―Pues tenemos tiempo, vamos, dime ― insisto ― te quiero conocer a la perfección.
Izel sonríe ― ¿seguro?, no prefieres saber mejor mi cantante favorita o no sé, la comida española que más me ha gustado.
―Sí, habrá tiempo para eso, pero ahora quiero conocerte más a fondo. Venga.
―Esta bien, espero no te aburras que es algo largo y a mi me encanta hablar mucho.
―¿Estás loca?, adoro escuchar hablar. Vamos, soy todo oídos.
―Ok, bueno, vengo de una familia que empezó desde cero. Mi bisabuelo llegó con nada de dinero y se casó con mi bisabuela cuyo padre tenía un puesto de fruta en la plaza de Tepoztlán.
―¿Puesto de fruta? ― pregunto interesado.
―Sí, en Tepoztlán hay un mercado donde todos los miércoles se ponen los comerciantes a vender fruta, verdura, carne… mi bisabuelo tenía uno así, heredado de su suegro. Mi bisabuelo tuvo once hijos, seis hombres, cinco mujeres.
―¡Guau! ― expreso impresionado ― no hay televisión definitivamente.
―No ― responde ella entre risas ― en fin, de esos once hijos, sobrevivieron nada más seis, tres hombres, y tres mujeres. Los demás murieron por diversas situaciones que sucedieron. Entre ellos mi abuelo el menor de los tres hombres que sobrevivieron. Él se quedó con el puesto de fruta y junto con sus hermanos se hicieron de más puestos, de carne y cosas para el hogar. Sus hermanas también pusieron pequeños negocios de comida que les ayudaron a prosperar.
―¿En serio? ― pregunto asombrado.
―Así es. Después nació mi papá y junto con sus cinco hermanos.
―¡Guau! ¿seis?― le comento sin poderlo creer.
―De parte de mi papá, porque mi madre tiene cinco hermanas más. Tenía un hermano pero murió cuando se fue a probar suerte a Estados Unidos. Se perdió en el desierto, jamás supieron de él.
Mi rostro pasa de asombro a tristeza ― lo siento mucho.
―No pasa nada. A penas y lo mencionan mis tías y mi mamá. En fin, entre mis tíos y mi padre pasaron de varios puestos de fruta a un local de frutas y de abarrotes, un mini super, el más grande del lugar y el más popular. Mis tías también pusieron dos papelerías y fondas para continuar con el trabajo. El caso es que mis primos y yo tuvimos que trabajar en cualquiera de los locales. Mis primos y hermano trabajan en el mini super y la frutería y a mi me tocaba atender la papelería con una de mis primas, los demás trabajaban en las fondas de comidas y los puestos, así que no tuve mucho tiempo de hacer amigas. Iba a la escuela de lunes a viernes y los fines de semana atendía la papelería todo el día perdiéndome fiestas y convivios. Cuando crecí también la atendía por las tardes.
―Y, ¿estudiabas a la vez? ― inquiero.
―Así es y era niña de diez. Mi padre me decía que lo único que me heredaría era el estudio y el trabajo así que más vale que los hiciera bien.
―Y, ¿eso no te enoja? ― le pregunto ― bueno, se supone que trabajar tanto a tan poca edad no es tan bueno y luego ¿no heredarás nada de lo que tienen?
Izel niega con la cabeza ― mis padres no tuvieron las oportunidades que yo tengo ahora, Enrique. Ellos sólo terminaron la primaria y después se pusieron a trabajar en los respectivos negocios. Mi padre conoció a mi madre cuando le fue a pedir trabajo al puesto y de ahí se hicieron novios para después casarse. Cuando mi hermano y yo nacimos, mi papá ya tenía todo resuelto, pero no quería que sus hijos se quedaran en el conformismo, por lo que todos cooperamos y trabajamos. Me enseñaron que si deseo algo debo trabajarlo desde cero ya que eso no me hará olvidar de dónde vengo. Mis padres no tuvieron tiempo de soñar, ni de ver otros lugares , ni menos imaginar qué podían dedicarse a lo que amaban. Ellos me están dando la oportunidad de soñar y por eso, les estoy eternamente agradecida. Así que, el tener o no amigas no me importa tanto, sí tengo la oportunidad de soñar y aún mejor de cumplir mis sueños. Además si lo ves por el lado positivo, me enseñaron un oficio y no moriré de hambre si "única diseños" no pega― se ríe bajito.
Ella termina de explicar todo y juro que cada vez que Izel expresa lo que siente me parece todo un poema, ¿cómo puede llegar a ser una mujer tan profunda?, con una mente tan bonita y tan ubicada, tan bella. Definitivamente debo ser mejor hombre para poder estar a la altura de sus sueños, expectativas y definitivamente de sus pensamientos.
―Dios― murmuro ― ¿dónde estuviste todo este tiempo?
Izel se ríe bajito ― en un pequeño pueblo de México― responde ― ahí estaba, entre las montañas, el frío del invierno y el olor a leña quemada atendiendo una papelería.
Acaricio su rostro y ella toma mi mano para besarla ― llévame contigo a ese lugar, ¿quieres?, no me vayas a dejar aquí― le pido o más bien le ruego con el corazón en la mano.
―Tiempo al tiempo ― responde ella― mejor primero enséñame tu tierra y luego te enseño la mía.
―¿Es un trato?― pregunto.
Izel asiente ― es un trato.
―Espero lo cumplas― comento mientras siento como una alegría que recorre todo mi cuerpo.
Izel me guiñe un ojo y después voltea para seguir viendo el paisaje. Las montañas empiezan divisarse a lo lejos, la naturaleza comienza a rodearnos y enseguida ya estamos lejos de todo y más cerca del paraíso. Ella baja la ventana del auto y saca la cabeza para sentir el viento.
―Espera, no hagas eso― le digo mientras me para al lado de la autopista. Bajo el capote del auto y ella sonríe― ahora, sí.
Arranco el auto una vez más y ella cierra los ojos sintiendo el viento sobre su rostro. La imagen de verla tan feliz a mi lado, disfrutando del momento, del hoy, es una que jamás en la vida olvidaré. Izel de verdad es única y yo quiero que sea única en mi vida, no quiero dejarla ir, no puedo dejarla ir. Necesito su espíritu en mi vida, su esencia, su presencia y esa paz que me contagia; Izel es mi amor verdadero, lo que mi alma necesita.
―¿Qué piensas?― me pregunta mientras me toma de la mano y la besa.
―Que estoy muy enamorado de ti Izel Santa Cruz, eso pienso.
Ella se ríe bajito y se acerca a darme un beso sobre la mejilla ― yo también estoy enamorada de ti Enrique, muy enamorada.
―Entonces querámonos hasta que el corazón explote― respondo y ella me responde con una sonrisa.