Registrada en SAFE CREATIVE
Bajo el código: 2011045801413
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS ©
Enrique
No puedo creer que Izel y yo lo lográramos, que por fin nos hayamos casado. Confieso que durante la ceremonia pensé que mi hermana o mi madre llegarían a interrumpir, pero cuando vi que Salvador puso su huella dactilar sobre la página, supe que todo estaba superado; éramos marido y mujer. Ahora, somos uno y aunque sabemos que nuestro comienzo es un poco escabroso y lleno de obstáculos, estamos dispuestos a superarlo.
Cuando el juez se va del lugar, nos quedamos los cuatro en esa pequeña terraza, rodeados de la preciosa decoración que Thalia hizo para nosotros. Salva me da una palmada sobre la espalda y me sonríe.
—Lo lograste, hermano— me comenta con una sonrisa sincera — de verdad estoy muy feliz por ti.
—Lo logramos— corrijo— si no hubiese sido por ustedes, tal vez ahora estuviéramos Izel y yo separados y yo otra vez en depresión pero, fue maravilloso.
Thalia me da un abrazo — es maravilloso porque su amor lo es. De verdad les deseamos mucha suerte y saben que pueden contar con nosotros. Somos sus amigos.
—Mejores amigos— responde Izel con una sonrisa.
Thalia la abraza y le dice con alegría — eres una mujer muy afortunada.
—Lo sé— responde ella con una sonrisa, para luego verme a los ojos — estoy segura que soy una mujer afortunada.
—Bueno, ¿brindamos?— pregunta Salvador tomando una botella de Champán y mostrándola.
—Brindemos — respondo.
Él comienza a abrir el champán mientras Thalia conecta su móvil a una pequeña bocina y pone música para amenizar en momento. Tomo a Izel de la mano para acercarla a mi cuerpo y comenzar a movernos al ritmo de la suave música.
Izel me sonríe — en México estaríamos escuchando las campanadas de la Iglesia mientras caminamos a la fiesta.
—¿De verdad?, eso suena muy bonito.
—Lo es— responde con una sonrisa, que luego cambia a tristeza.
Beso su frente — te prometo, mi amor, que nos casaremos como tú lo deseas, a tu manera.
—¿Seguro? — inquiere en un hilo de voz.
—Te lo juro— le digo, mientras seguimos moviéndonos al ritmo de la música.
—¿Champán?— nos interrumpe la voz de Salvador y nos acerca dos copas.
Ambos las tomamos y esperamos a que él y Thalía se sirvan su copa y después se acerquen a nosotros. Cuando nos acomodamos en círculo, Thalia dice — brindemos.
—Brindemos porque el amor triunfó sobre el odio— dice Salvador en un tono de felicidad muy sincera — por Izel y Enrique, para que su amor sea para siempre.
—¡Salud!— expresa Thalia feliz.
—¡Salud! — repetimos todos y levantamos la copa en el aire.
Todos tomamos un sorbo de champán que nos sabe más frío que de costumbre y después nos reímos. Nos encontramos felices, aliviados de que todo salió bien y según lo planeado. Que no hubo contratiempos ni nada que pudiese convertir este día tan feliz en un extremadamente triste.
Nos quedamos un momento en silencio viendo al paisaje que está frente a nosotros. A lo lejos los faros de la ciudad se han encendido, el puente romano también, junto con la mezquita, y se respira una ambiente de tranquilidad pura.
Salvador voltea a verme y al ver que Thalia y Izel están hablando me pregunta en tono bajo — Y, ¿ahora cuál es el plan?
Tomo un sorbo de mi copa y suspiro — regresar a Madrid, mantener esto lo más discreto posible hasta que terminemos los estudios y luego me iré a México.
El rostro de Salva cambia por completo, ahora refleja tristeza, supongo que saber que nos separaremos por primera vez es difícil para él.
—¿México?, está muy lejos de aquí.
—Tal vez eso es lo que necesito, irme de aquí a un lugar donde mis padres no me encuentren o me busquen— admito.
—Enrique— murmura mi nombre y me invita a que me separe un momento de Izel y Thalia — ¿De verdad dejarás todo por ella?, ¿todo?, ¿la empresa?, ¿tu familia?, ¿tu país?
Asiento con la cabeza — todo, absolutamente todo. La empresa no es algo que me pertenezca, creo, y mi familia no me hace muy bien y mi país, claro que lo extrañaré pero no hay lugar donde pueda estar tranquilo sin saber que me encontrarán con ella y harán algo. Me iré.
—Me dolerá ya no verte— contesta sincero.
—¡Oye! — respondo entre sonrisas — ¿puedes ir a visitarme, no?
—Si me invitas— me contesta.
Abrazo a Salva, lo hago fuerte porque en verdad nunca había tenido un amigo como él y sé que jamás lo tendré — siempre serás bienvenido donde quiera que esté. Siempre.
—¡Ey!— escucho la voz de Izel que viene hacia mí y me toma de la mano —¿Qué hacen? Vamos a festejar.
Me dejo llevar por ella hacia la improvisada pista y empezamos a bailar juntos al ritmo de una melodía bastante animada.
—Vamos, esposo, bailamos.
—Si te soy honesto, no sé bailar muy bien.
—Yo te enseño— me comenta y toma mis manos para empezar a mover sus caderas siguiendo el ritmo.
Yo me muevo junto con ella, no sé si lo estoy logrando pero la hago reír alegremente. La escucho y me hace sonreír, me gusta verla feliz y espero siempre pueda hacerlo.
—Te prometo que siempre te sacaré una sonrisa y una carcajada, que siempre te amaré.
—Ya lo haces, y no tengo dudas de que a partir de hoy nos amaremos más que ayer.
Le doy un beso sobre los labios. A mí llega su delicioso aroma que sé que proviene de su cabello. La suavidad con la que me trata, me abraza, me besa; me envuelve de ternura y me hace sentir muy, pero muy amado.
—Quiero que este momento dure para siempre— le confieso— no quiero regresar a Madrid, ¿por qué no nos vamos a México de una vez?
Izel se ríe bajito — ojalá se pudiera pero, recuerda que debo terminar el semestre porque si no lo hago puede arruinar mi graduación en México.
—Lo sé, solo era una fantasía.
Ella se muerde levemente el labio —sabes, hay otras fantasías que se pueden cumplir y justo hoy es el momento de cumplir una mía.
—Y, ¿esa cuál es? — inquiero murmurando a su oído.
—Acostarme con un hombre casado — Izel entrelaza sus dedos con los míos y puedo ver sus anillos sobre el dedo, brillando — ¿qué te parece si llevamos el festejo a un lugar solos?
—Me parece perfecto, esposa mía — murmuro, sintiendo una felicidad extrema, y beso sus manos— ahora sí, mi mexicana linda, juntos para siempre.
—Para siempre… — responde para volver a atarse a mis labios.
Quisiera que esta felicidad no se fuera jamás…