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Izel
Hoy por la mañana, cuando desperté, supe que mi vida había cambiado por completo. No solo porque dejé que por primera vez un hombre me tocara como lo hizo Enrique, sino por le hecho de que supe que estaba enamorada y en serio de él.
Así, cuando Enrique me pidió matrimonio, con ese espectacular paisaje detrás de nosotros, con unas preciosas palabras que parecían un poema y su rostro lleno de sinceridad y alegría, supe que la respuesta correcta era decirle que sí; porque lo quiero, debido a que la vida es corta y porque sé el destino no te pone a una persona al azar, ni para hacerte sufrir.
Sin embargo, en mi felicidad, olvidé que el mundo de Enrique es muy diferente al mío y que este tipo de noticias siempre traen consecuencias, rechazos y “peros” que pueden complicar todo. Aún no entiendo por qué. Amor es amor, y todos deberían de entenderlo y aceptarlo, no importando de dónde venga o a quién amas.
Debo confesar que la reacción de Nuria no me sorprendió nada, porque sé que debajo de esa facha que tiene de niña buena, es igual a sus padres. Se le nota en la forma en que no me ve a los ojos o evita que esté cerca de ella. Pero, de Salvador, sí fue inesperado y supongo que es momento de que esta vez sea yo quién hable con él y no Enrique.
Así que, aprovechando que se encuentra solo en la terraza, salgo de la casa y voy hacia él para tratar de hablar. Sin embargo, Thalia me toma del brazo haciendo que me detenga ―¿qué pasa? ― pregunto.
―Déjalo que respire ― me pide ― si vas ahora no te escuchará, sé lo que te digo.
Niego con la cabeza ― ya he dejado que muchos respiren lo suficiente y, aun así, nadie me escucha o me ve ― le respondo y Thalia se muerde el labio. La observo de pies a cabeza, en verdad, es una mujer hermosa, en pocas palabras ideal para un hombre como Enrique, pero no quisiera ser como ella.
―Izel― me habla― no es que no te escuchemos, yo lo hago pero…
―Thalia, solo déjame hablar con él, ¿si?, tengo que hacerlo, es el mejor amigo de Enrique y aunque no me creas es como la quinta vez que tengo que tener esta plática con alguien, ¿si?
Ella asiente ― está bien, iré adentro con mi hermano para que pueda hablar tranquilos― me responde, para después dejarme sola con Salvador.
Voy hacía él y veo como está buscando un teléfono en su celular. Al abrirlo veo que dice “Nara Psiquiatra” y que está a punto de llamar al número.
―¿En serio lo harás? ― pregunto, interrumpiéndolo. Él al verme bloquea el celular y lo guarda en la bolsa de su pantalón.
―No es lo que piensas, estaba a punto de llamarle a Nara, la psiquiatra de Enrique para…
―Es justo lo que pienso, ¿crees que él está tan loco como para que lo lleven al psiquiatra? ― pregunto un poco molesta.
Él niega con la cabeza ― Escucha Izel, un amor pasado…
―Basta― le interrumpo, haciéndolo callar ― quiero me escuches. Estoy hasta la madre de lo mismo, de la historia que siempre tienen todos para justificar las decisiones de Enrique, parece como un guión que todos se aprendieron para poder rechazar a todas las mujeres que a ustedes no les gustan para él.
―Izel, no…
―No sé quién es Eira y ya me molesta su presencia. La mencionan tanto que he llegado a pensar que era una divinidad de mujer o una mala persona. Siempre hablan que si Eira esto, que si Eira el otro, que si Enrique, que si los padres y no sé que otras cosas que ya no recuerdo, pero que siempre es lo mismo. Puede decirte que Enrique también está cansado de escucharlo.
―Izel.
―Escúchame― vuelvo a pedirle con firmeza― Esto no es nuevo para mí, he vivido r*****o toda mi vida, y no es que esté acostumbrada, pero, sé cómo lidiarlo más. He trabajado en mi misma todos estos años para que sus miradas y comentarios me puedan hacer menos. Siempre he estado rodeada de personas que me minimizan por mi color de piel, por la forma en la que hablo y opino. Critican como me peino, como me maquillo, como me visto e incluso como huelo. Están tan ciegos por el físico que no ven más allá de él, y de pronto el lugar donde nací se vuelve el lugar más despreciable del mundo.
Salvador me escucha atento, cono los ojos abiertos sin perder ni una palabra de lo que le comento. Tomo un suspiro hondo y continuó― tú eres igual que todos.
―No me puedes decir eso― responde enojado.
―Lo digo porque es verdad. Puede que no me desprecies por mi físico, pero consideras que es una locura que Enrique se enamore de una persona como yo. Seguro te pones a pensar “si tan solo se enamorara de alguien que encajara con los estándares de sus padres, como Thalia, tal vez su vida estuviese mejor” sin embargo, no es así; el amor no es así.
―Yo lo sé.
―¿Lo sabes?, ¿en verdad lo sabes? Si lo supieras desde un principio estarías apoyando a Enrique, no haciendo planes para evitar que me viera o que para que yo desistiera de salir con él. Lo tratas como un niño pequeño, creyendo que está jugando a enamorarse, pero no es así. Ahora entiendo todo, él no les quería decir nada sobre nuestro compromiso. Me propuso que lo escondiéramos y nos casáramos en secreto, lejos de todos. Sin embargo, yo le convencí de que no era lo correcto, que si eran parte importante de su vida deberían saber, ahora me arrepiento.
―Izel, lo siento si te hice sentir así, pero…
―No sé quién fue Eira ― lo interrumpo ― y no me interesa. Yo sé quién soy, Salvador, y no me da pena decir que mis padres son gente de pueblo, humilde, que estoy orgullosa de mis raíces, de mi acento, de mi piel, de mi misma. Que todos los demás me comparen o piensen que no soy lo ideal para amar, no me quita el esfuerzo que he hecho para estar aquí. Tu dinero no disminuye el hecho de que he estado becada toda mi vida por mi inteligencia, tampoco que voy a una de las mejores escuelas del país o que en este instante puedo estar en Madrid. Soy una mujer inteligente, valerosa y capaz, así que si tratas de “salvarme”, no lo hagas si no lo harás de corazón― suspiro ― si no te quieres a tu mismo, ¿cómo vas a saber quién te estima?, eso me dijo mi madre y lo sigo al pie de la letra.
Salvador se queda en silencio, su mirada está fija sobre la mía y no la puede despegar ― por fin me ves a los ojos― le murmuro― por fin sabes con quién estás hablando. Soy Izel Santa Cruz, no Eira y si ser yo me mete en problemas, que así sea― finalizo.
Él, esboza una sonrisa ― los padres de Enrique te van a odiar.
―Según ustedes ya lo hacen, y aún no me conocen, ¿cuál es la diferencia ahora? ― respondo.
―Que su hijo se va a casar con una mujer que no podrán vencer, ni controlar ― contesta.
Sonrío ― lo siento pero… ― comienzo a hablar, pero ahora es él quien me interrumpe.
―Me toca a mí. Izel, mi intención nunca fue hacerte sentir menos, pero, debes entender que a veces la educación que nos dan suele crear ideas…
―Pues rompe esas ideas. Eso es lo que les da miedo a ti y a Nuria y es lo que justamente me gusta de Enrique. Él se atreve a ir más allá de esas ideas y lucha por lo que quiere. Si te preocupa que la madre pueda herirme, no lo hará, la que está herida desde ahora es ella, yo no.
Salvador se acerca a mí y me abraza ― sé que Enrique estará bien.
―Siempre lo ha estado― respondo.
Justo en ese momento, Enrique sale por la puerta y nos ve juntos. Ambos volteamos y él sonríe ―¿la estás convenciendo de que no se case conmigo, Salva?
―No, ella me convenció a mí― habla― luego voltea a verme ― ¿cuándo dices que se casan?
―En dos semanas ― respondo.
―¿En dónde?
―Aún no sabemos, yo quería que fuese en México, lejos de aquí, pero Izel me dice que es improbable, así que aún no lo sabemos ― explica Enrique.
―¿Por qué no dejan que Thalia y yo organicemos? Ella tiene buenas ideas y así podré reparar mi error.
―¿En serio? ― pregunto con una sonrisa.
―Sí, estoy seguro de que ella estará encantada; se los pido.
Enrique me toma de la cintura y me besa sobre la frente ―¿qué dices?
Volteo a ver a Salvador y él me guiñe un ojo― bien, aceptamos.
―¡Excelente!
―Solo les pido que mantengan esto en secreto y con discreción. No quiero malas noticias antes de que lleguen las buenas, ya sabes… ― dice Enrique en voz baja.
―No te preocupes, todo saldrá bien, te lo aseguro ― nos promete Salvador y por primera vez siento que todo está aclarado y que así será… Todo saldrá bien.