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Enrique
Los ojos de todos se abren sorprendidos. Sé que la noticia no la esperaban, pero igual, yo no esperaba que Izel me dijese que sí cuando se lo propuse hoy por la mañana mientras caminábamos de regreso por el bosque. Los rostros de mi hermana y Salvador son los que más me preocupan, porque prácticamente se han quedado congelados y ninguno ha pronunciado ni una palabra.
―¿Nada qué decir? ― insisto.
―¡Estás loco! ― exclama Nuria de inmediato―¡estás loco!
―Nuria.
―No lo puedo creer, se vuelve todo a repetir, es como si esto fuera un ciclo que no acaban nunca y...¡Te has puesto a pensar en lo que haz hecho! ― exclama.
―Sí, pero esta vez será diferente porque nos vamos a casar― respondo.
―¡Estás loco!― ahora es Salvador quién contesta ―¿cómo que te vas a casar?
―Sí, como lo escuchaste. Me voy a casar con Izel dentro de dos semanas, lo que duran los trámites. Así, mis padres no podrán hacer nada al respecto porque lo hecho, hecho está.
De nuevo vuelve el silencio profundo a la habitación. Al parecer, tampoco esa idea de qué lleve a cabo mi matrimonio antes de que mis padres se enteren les agrada; supongo que necesitan tiempo para reflexionar las cosas y que puedan darme una opinión o un discurso al respecto.
―¿Quieres ser mi testigo? ― le pregunta Izel a Thalia.
―No, no, no... ¡Absolutamente no!― prohibo, sin dejar a mi novia contestar si quiera― esto es na locura, es una tontería, es... ¡Enrique!
―¿Qué?, ¿por qué piensas que es una tontería?, ¿no pueden estar felices por una vez en toda su vida? ― pregunto ya un poco enojado, mientras no dejo de tomar la mano de Izel.
Salvador, cruza los brazos a la altura de su pecho y niega con la cabeza ― no Enrique, no lo voy a permitir, solo... ― y sin decir ni una palabra más, sale de la sala para después irse a la terraza.
Thalia, su hermano y Nuria se quedan con nosotros en silencio. Supongo que de aquí, el único que no sabe qué pasa es el hermano de Nuria que nos ve fijamente de lejos y da una leve sonrisa. Thalia se acerca a Izel, toma su mano y ve el anillo.
―Es precioso, muchas felicidades― le dice, para después abrazarla ― y claro que me gustaría ser tu testigo.
―¿Es en serio Thalia? ― le pregunta mi hermana en un tono de incredulidad ―¿en serio vas a aceptar ser parte de esta tontería?
―Nuria― murmuro.
―No Enrique, no. Acepté que tú y ella fueran novios pero, ¿casarte?, ¡qué no escarmentaste con que pasó con Eira! Nuestros padres de inmediato te harán la vida imposible, no, corrijo, le harán a ella la vida imposible― y la señala con el dedo― jamás la aceptaran, no le darán la bienvenida. Le llamarán apodos, la despreciarán y por todos los medios tratarán de que ella se vaya de tu lado, ¿qué no te cansas de que ellos hieran a las personas que quieres?
Se hace un silencio incómodo. Izel suspira y luego voltea a verme ― iré a la terraza, creo que en este momento no soy muy bienvenida aquí― me dice.
―No, mi amor― trato de decirle pero, ella toma mi rostro entre sus manos y me da un beso sobre los labios
― No pasa nada, sólo iré a tomar aire.
Izel se aleja de nosotros y en seguida Thalia la sigue. Momentos después su hermano al ver que no tiene mucho que hacer ahí, sale de la sala para dirigirse a la cocina; mi hermana y yo nos quedamos solos.
―Sí sabes que diciendo esas cosas eres igual de racista que nuestros padres― comento.
―¿Es pregunta?
―Es afirmación, lo eres. No te entiendo, ayer me decías que la amara que lo diera todo, que estabas preocupada por mí y hoy siento que Izel no te agrada y estás haciendo todo lo posible por alejarla de mí― hablo con firmeza.
Nuria se queda en silencio. Su mirada perdida se cruza con la mía para luego, encoger sus hombros y responderme ― ya no te reconozco. Ya no eres mi hermano, el que conocía, has cambiado.
―¿Eso es malo? ― pregunto con seriedad.
―No lo sé.
―Creo que esa es la idea, ¿no Nuria?, el cambiar. Sé que prefieres que sea el hermano lastimoso que era antes, ese con el que te identificabas por completo porque llevaba la misma miserable vida que tú, pero no más. Estoy decidido a pelear por mi felicidad, a hacer realidad mis sueños y me voy a casar con Izel quieras o no; me apoyes o no.
―¿Es un ultimatum?― habla.
―No, es un hecho. Al menos uno de los dos tiene los pantalones bien puestos para rescatar a tiempo su vida, si tú no quieres hacerlo, no lo hagas.
Nuria niega con la cabeza ― dijiste que no me volverías a dejar sola.
―Y no lo haré...
―Y, sin embargo, lo harás. Porque sabes que esto que harás te llevará por un camino lejos de aquí, porque tu romance o lo que sea que tengas con Izel, sabes que en este país no se podrá llevar a cabo. Dos mundos diferentes, mala idea, sólo se dirige a un desastre. Te deseo de verdad que esto no termine contigo y que estés seguro de lo que estás haciendo.
―Lo estoy― suspiro ―en dos semanas me caso con Izel y te advierto, si haces algo para que no suceda, jamás te lo perdonaré Nuria, jamás. Puedes olvidarte de que tienes hermano.
―¿Es una amenza? ― pregunta viéndome a los ojos.
―No, es un juramento― sentencio para luego salirme de ahí.
Pensé que tenía a mi hermana de mi lado pero, al parecer, no es así. Dicen que los viejos hábitos difícilmente mueren, y en ella se pueden ver. Ahora mi boda con Izel va contrarreloj, porque si mis padres se enteran antes de que se realice, el día más feliz de mi vida, podría convertirse en un desastre y esta vez, no estoy dispuesto a perder a la mujer que amo.