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―¡Ey!, ¿dónde estabas hombre? ― me dice Salvador mientras me bajo del auto después de llevar a Izel a almorzar y comprar lo que necesita para su clase.
Debo confesar que después de la plática que tuvimos me he quedado un poco pensativo porque de pronto me doy cuenta que no tengo una pasión o tal vez si y la enterré tan hondo que no sé donde re-descubrirla.
―¿Enrique?― me pregunta porque al parecer ahora estoy más distraído.
―¿Qué?
―¡Qué te pasa!, te estoy preguntando que ¿dónde estabas?, la chica de ayer por la noche te está buscando, así que debes estar alerta.
―Estaba… por ahí, Salvador, ¿tú tienes una pasión? ― le pregunto y él arquea las cejas confundido.
―¿Estás en drogas otra vez?, ¿aún tienes de esos hongos que nos reglaron? ― bromea.
―No, la pregunta es enserio.
―La mía también, no quisiera volver a pasar lo mismo que pasamos esa vez― responde entre risas percatándome que en verdad Salvador no toma en cuenta nada de lo que le digo.
Comienzo a caminar hacia el edificio principal donde nos toca la lección y él me alcanza y se pone en frente de mi ―¿qué tienes?, es broma, ¿ahora te ofendes con lo que te digo?― se disculpa.
―No es que me ofenda, simplemente que a veces siento que lo que yo digo siempre se piensa que es en broma pero muchas veces hablo en serio.
―Vale, vale, no sabía qué querías hablar en serio. Bueno, contestando a lo que me preguntaste no sé si tenga una pasión, supongo que sí pero no sé cuál es.
―Ella tiene razón― murmuro y Salva levanta la ceja.
―¿Ella?, ¿de quién estás hablando? ― me cuestiona. Sin embargo, yo sigo caminando hacia el edificio ignorando su pregunta.
Salvador vuelve a alcanzarme y me ve con esos ojos grises que heredó de su mamá― Venga dime, ¿la conozco?
―No sé.
―Venga Enrique, soy tu mejor amigo, ¿qué podría pasar?
Me detengo y volteo a verlo― la mexicana que no debió ir a la fiesta. Hoy la llevé a comprar algo que necesitaba y me preguntó eso cuando fuimos a almorzar.
Salvador se queda en silencio, su rostro muestra sorpresa y no sé porqué, así que prefiero esperar a que reaccione. Lo más seguro es que se ría a carcajadas y luego me diga que estoy loco o algo así.
―¿La mexicana? ― recalca.
―Sí, la de la invitación, se llama Izel― insisto.
―¿La mexicana? ― vuelve a preguntar.
―¿Ves cómo no tomas nada en serio? ― pregunto desconcertado y sigo caminando.
―No, no espera― insiste ― es que si te soy honesto algo no me cuadra… ¿la mexicana?
―Salva― murmuro.
―¿Te gusta?, ¿saliste con ella? ― me pregunta con un tono de cuestionamiento que no me gusta nada.
―No me gusta― respondo de inmediato ― simplemente me la he encontrado y anda perdida y yo le ayudé. Que tengan muy buenas pláticas y sea agradable es otra cosa.
Salvador hace una mueca con sus labios y niega ― cuidado Enrique, ya hemos pasado por esto ¿recuerdas?, y no fue del too bonito.
―No será como la otra vez. Izel estará en este país por seis meses y luego se regresa, así que no te preocupes, no pasará lo que crees― insistió y le doy una palmada sobre el hombro ― ahora vamos a clase que el tiempo se termina.
Salvador, esboza una ligera sonrisa para luego seguirme. Ambos cambiamos de tema a algo más común y vago para así llegar al aula justo a tiempo antes de que comience la clase.
―Barceló está en la esquina― le murmuro viendo a la novia de Salvador que en seguida le sonríe.
―Te dejo, luego hablamos― murmura y va a sentarse junto a ella.
Miro como le da un beso sobre los labios y me pongo a pensar que si todo hubiese salido bien, ahora estuviera Eira conmigo y hubiésemos sido felices. Voy a sentarme hasta una de los asientos de atrás que se encuentra justo a la ventana y miro hacia el hermoso jardín del campus y como las hojas de los árboles comienzan a caer. Vuelvo a pensar en la pregunta qué me hizo Izel, en esos arillos brillantes y únicos, su sonrisa, su temperamento y sonrío al recordar el golpe que me dio en la mañana; ella tiene fuego en la sangre y supongo que eso me llama la atención.
«¿Cuál es tu pasión Enrique?, ¿cuál es tu pasión?, ve dentro de ti y búscala», pienso y no entiendo porqué me siento tremendamente obsesionado por esa pregunta
―¿Señor De León?― escucho mi nombre y volteo a ver al profesor―¿está prestando atención? O ¿de nuevo está pensando en cómo pasará vacaciones en el extranjero? ― habla en tono de burla.
Siento todas las miradas sobre mí y no haga más que sonreír― no profesor, prestaba atención― respondo.
―¿De verdad?, entonces quiero para mañana su propuesta de anteproyecto a primera hora en mi oficina.
Veo el rostro de Salvador con una sonrisa burlona y de nuevo no sé si él está de mi lado o en contra de mí. No hago más que asentir con la cabeza y ahora si apuntar lo que el profesor ha puesto en el pizarrón para poder trabajar con eso. El resto de las horas se pasan rápido y cuando menos lo pienso, ya lección a terminado y el día escolar se ha terminado; a pesar de que no ha sido del todo productivo para mí, me siento cansado y decido volver a mi piso.
Salvador y Barceló se aceran a mi muertos de risa mientras él la toma de la cintura y le da un beso sobre la mejilla. Barceló es guapísima, incluso es modelo de una marca local y ha salido en algunos de los desfiles que se han hecho en la ciudad. Las estudiantes de la carrera de diseño de modas se pelean por ella para que modele sus diseños cuando tiene trabajos finales; evidentemente su autoestima está por los cielos.
―¿Vamos por algo de cenar? ― me pregunta Salvador.
Niego con la cabeza ― no, me iré a mi piso, no tengo humor para estar más en la calle.
―¡Venga!, sólo será cena, nada más.
―Eso me dijiste ayer Salvador y mira cómo terminó todo. Hoy no, quiero ir a descasar, tengo cosas que hacer.
―¿Cómo pensar cuál es tu pasión?― pregunta su novia y sólo volteo a ver a Salvador con un rostro de pocos amigos ― tal vez sí invitamos a la mexicana quieras ir.
―Eres imposible Salvador, me voy― hablo firme y salgo de ahí bajo las burlas de mis amigos.
Salgo caminando del campus y por intuición busco para ver si Izel por ahí pateando pateando traseros o distraída con los ojos en alguna lista. Después de unos momentos viendo a la nada, vuelvo a recobrar la conciencia y me subo a mi auto para manejar directo a mi piso, ese que es mi refugio, mi guarida, el único lugar que por ahora puedo llamar mío y donde me siento libre.
Sin embargo, tan solo las puertas del elevador se abren, me encuentro a mi hermana tocando en mi puerta como loca mientras pronuncia mi nombre.
―¿Nuria?― pregunto sorprendido.
―¡Qué bueno que ya llegaste!― expresa con lágrimas en los ojos y va hacia mí para darme un abrazo apretando todo mi cuerpo.
―No es por mal plan pero, ¿qué haces aquí?
―Tuve una fuerte discusión con mi novio, Charles, y como no quiero que nuestros padres me den un sermón he decidido venirme a pasar estos meses contigo.
―¿¡Qué!?― pregunto mientras veo las maletas en la entrada ―¿estás loca?
―No, necesito estar lejos de él. Estoy cansada de todos sus celos y de que me prohiba hacer cosas como si no tuviese voluntad― y ella rompe a llorar de nuevo.
Nuria es mi hermana menor. Es una mujer muy guapa, de buen cuerpo y sumamente simpática que siempre gana la atención de todos los chicos que se propone, ¿el único problema?, por alguna razón todas sus relaciones terminan en fracaso y en un valle de lágrimas que yo consuelo, ya que papá nuestros padres no hacen esa labor.
La idea de pensar que mi hermana se quedará aquí conmigo no me agrada, pero sé que debe ser así ya que ella no tiene otro lugar dónde ir y mucho menos puedo enviarla a un hotel.
―Vale, vale Nuria, no te preocupes, puedes quedarte unas semanas― la limito y ella levanta el rostro rojo por tanto llorar.
―¿Por unas semanas?, ¿qué tampoco me quieres contigo? ― y suspira.
«Mierda, hoy si que te levantaste con el pie izquierdo», me reprocho.
―No, no lo digo por eso. Simplemente que tal vez te aburras porque nunca estoy en casa y no tendrás con quién platicar y hacer cosas. Pero tú sabes que puedes quedarte el tiempo que quieras.
―¿Aburrirme? ― pregunta mientras toma el manubrio de su maleta y entramos los dos hacia mi piso ― es Madrid, Enrique, aquí nadie se aburre. No te preocupes por mí tú haz tu vida normal, yo me adaptaré a todo― comenta.
Ambos entramos al pulcro piso y me alegro de verdad que Concepción haya dejado todo limpio y mi hermana no vea el desastre de hermano mayor que tiene. Nuria se echa sobre el sofá de la sala y estira su cuerpo haciendo un ruido de satisfacción plena, como si hubiese llegado a su hogar.
―Prometo no estorbarte Quique― me dice por mi apodo de la infancia haciendo que sonría levemente y me siente en le otro sofá de la sala. Por un rato nos quedamos en silencio hasta que a mi mente viene sin querer Eira, ese amor que pudo ser pero no fue. Recuerdo su preciosa piel oscura, sus ojos verdes y ese cabello rizado que tanto me gustaba jugar con sus dedos.
―¿Estás bien? ― me pregunta mi hermana y yo de nuevo vuelvo a salir de mi trance. No sé que es lo que me pasa ahora pero al parecer estoy sumamente distraído y reflexivo.
―Sí, sólo estoy cansado y hambriento. Tengo que hacer un trabajo así que cenaré y me iré a mi habitación.
―¿Te irás?, ¿no podemos platicar?, soy tu hermana y en este momento necesito a mi hermano mayor ― y pone rostro como si estuviera a punto de llorar―no creo que sea una bonita bienvenida de tu parte a Madrid.
«También olvidaba que mi hermana era sumamente consentida». Respiro profundo y a mi mente viene la invitación de Thalia y Salvador para ir a comer pizza. Así que idiotamente se lo propongo.
―Hay una pizzería cercana donde solemos ir a cenar, ¿quieres ir?
Mi hermana se pone de pie de un salto y como si el drama hubiese pasado me sonríe.
―Vamos, muero por una pizza de puro queso. Sé que es malo para mi figura pero en este momento me lo merezco.
Mi hermana, sin dejarme reaccionar, me toma de la mano para que juntos salgamos del piso y nos dirijamos a la pizzería D’Carlo, un lugar de pizzas a la leña bastante popular entre los estudiantes y donde los lunes puedes comer todos los trozos de pizza a un euro. Así que, en el momento que llegamos, el lugar estaba a reventar y era casi imposible encontrar una mesa.
Sin embargo, Salvador me vio de lejos y de inmediato nos hizo lugar al lado de Thalia Barceló y sus amigos de la facultad de artes que se habían unido a la espontánea reunión. Mi hermana, tan sólo se sentó junto a Thalia me ignoró por completo y comenzó a contarle el Drama de Charles que afortunadamente, al parecer, yo sólo escuché el resumen y lo agradezco.
Salvador voltea a verme mientras se sirve otro pedazo de pizza―¿sigues enojado conmigo? ― me pregunta.
―No estoy enojado contigo, sólo que siento que a veces te burlas de mí y eso no me agrada en absoluto.
Salvador nueve la cabeza en negación― no es que me burle de ti Enrique. Eres mi mejor amigo, te conozco desde la infancia, pero debo reconocer que desde hace dos años atrás andas un poco desorientado o no sé, raro. Sé que la haz pasado mal pero pensé que ya estaba superado. Luego hay veces que te pierdes y te aíslas y otras que estás de tan buen humor que haces fiestas al por mayor. Cambias tanto de un momento a otro que estoy empezando a creer que estás loco.
―¿No te volverías loco si te hicieran lo que a mí me hicieron? ― pregunto un poco decepcionado―¿qué no estuviste ahí presente?
―Sí claro, pero… ya pasó― murmura.
―Eira no pasó― le respondo molesto― ella se fue por rumores inventados y ahora no quiere saber nada de mí, ¡nada!, así que discúlpame Salvador si hay días en los que no quiero nada y hay otros en los que deseo todo― y me pongo de pie.
―Enrique, no era mi intención.
―Me voy, llevas a mi hermana a mi piso cuando terminen de cenar, no quiero estar más aquí― hablo molesto y salgo del restaurante sumamente enojado.
¿Cómo se atreve a decirme que eso ya pasó?, al parecer todos lo tomaron como una tontería menos yo. De pronto me hacen pensar que yo estoy haciendo más drama y que en realidad no debió ser así.
Camino por la acera, ignorando a todos los que pasan a mi lado, con las manos en mis bolsillos y de nuevo esta terrible sensación de vacío que por más que intento no se va. Han pasado dos años desde que mi relación con Eira terminó. Ambos nos amábamos mucho. Era inteligente, fuerte, me comprendía en todas las facetas. Llegué a pedirle matrimonio en techo del edificio de las bellas artes aquí en Madrid y ella me dijo que sí. Quién iba a pensar que después todo se volvería un caos y terminaría con un anillo sobre el piso y ella alejándose de mí. Desde ese momento no soy el mismo y creo que muy dentro no quiero serlo. Porque en el momento que cambie siento que la perderé por completo y aún no estoy preparado para eso.
Continuo mi camino, pensando en lo que tuve y lo que no pudo ser cuando de pronto escucho un grito detrás de mí ¡Cuidado! Volteo de inmediato y veo un rostro enfrente de mí para luego sentir el peso de su cuerpo sobre el mío y ambos caernos sobre le acera. Por un momento no escucho nada, creo que el golpe me ha dejado un poco mareado y el cabello suelto cubre mis ojos.
―¿Estás bien?― escucho a un chico que se acerca a ayudarnos pero yo lo ignoro en el momento en que la persona que cayó encima de mi se levanta
―¿Izel?― pregunto al verla con el cabello enmarañado y las manos llenas raspadas. Izel levanta su mirada y se une a la mía y de pronto en todo mi cuerpo siento esa revolución extraña de sensaciones que no puedo controlar porque después de mucho tiempo he visto, de nuevo, el amor en su mirada.