CAPÍTULO 7: Una oportunidad

2693 Palabras
Registrada en SAFE CREATIVE  Bajo el código: 2011045801413  TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © Enrique Sentir los labios de Izel sobre los míos ha despertado una mezcla de sensaciones y sentimientos que pensé estaban muertos en mí desde que Eira salió por la puerta dejándome con el anillo de compromiso entre los dedos. Vuelvo a sentir el corazón latiendo desesperadamente, mi piel erizándose por completo y mi cabeza se va completamente a las nubes haciendo que el suelo se pierda y empiezo a volar. Los labios de Izel son tan suaves, tímidos y carnosos por lo que aprovecho para besar cada esquina de ellos disfrutándolo al máximo como si esto fuera algo raro y único que no todos tienen la oportunidad de sentir. Lentamente me separo de ella y nuestras miradas se cruzan una vez más.Los ojos de Izel brillan más que los luceros de esta noche estrellada y el color rojo cubre sus mejillas haciendo que su piel morena resalte aún más. Sonrío, lo hago porque lo siento, porque lo necesito, porque es la primera vez en años que quiero romper en llanto de la emoción que siento en este instante. Es ella, simplemente es ella y ahora veo la razón de tantos encuentros inesperados. Izel esquiva mi mirada y sin que yo pueda evitarlo ella se pone de pie dejándome de rodillas sobre el suelo de la cocina. Sin decirme una palabra sale hace al recibidor, toma su bicicleta y se va de mi piso cerrando la puerta. Aún me quedo de rodillas, sonriendo, con el corazón latiendo tan fuerte que juro lo puedo escuchar en mi oídos y sin evitarlo me muerdo los labios disfrutando de esa sensación una y otra vez. ❊❊❊ Después del beso que tuve con Izel en la cocina, ella desapareció. Al parecer la tierra se la tragó porque por más que la busqué en la semana no la vi. La busqué en el campus, en la residencia estudiantil, caminé por la calle que donde volvimos a coincidir, pero no hubo rastro de ella. Temo que con ese beso la asusté y tal vez ella decidió regresarse a México sin dejar rastro, aunque si me preguntan sería una acción bastante radical. Sé que ella y yo llevamos sólo dos encuentros y en el segundo pasamos ese límite que no sabíamos que existía. Pasamos de desconocidos a conocidos a ese momento tan inesperado que me sigue haciendo sonreír; no he dejado de hacerlo y sí soy honesto no quiero. Incluso Salvador sabe que me pasa algo, no sólo porque ando de mejor humor y más pensativo que antes, sino porque he estado llegando muy temprano todas las mañanas a la universidad y no me he saltado ni una clase sólo para procurar a Izel después, al salir, siempre me quedo una hora más en mi auto viendo hacia la entrada del campus esperándola y si no pasa nada, manejo hacia mi piso observando a cada una de las personas que andan en bicicleta por la calle. Él piensa que me he vuelto loco, o que estoy en una clase de estupefaciente que me está llevando a hacer cosas raras como éstas, y por más que le comento que lo hago para evitar a mi hermana y sus dramas, Salva sabe que es algo más y no descansará hasta averiguarlo. ―Si no son drogas, ni locura entonces debe ser la siguiente situación… el amor― me dice seguro mientras me encuentro sentado en la cafetería cerca de las aulas de diseño. ―Déjame en paz ¿quieres?, ya te dije que quiero evitar a Nuria es todo. ―Vamos Enrique, aunque ya no quieras, soy tu mejor amigo y te conozco como la palma de mi mano, así que más vale que me cuentes antes de que yo lo averigüe. Dejo la lata de soda sobre la mesa y volteo a verlo. La verdad me encantaría decirle lo que pasó con Izel pero sé exactamente lo que me va a decir y el sermón que me echará así que me salgo por la tangente― son drogas― admito. ―¿Drogas? ― pregunta. ―Sí, drogas para calmar la ansiedad que me mantienen en las nubes y un poco más enfocado. ―Te acabas de contradecir por completo, ¿cómo te mantienen en las nubes y enfocado a la vez? ― pregunta astuto. Suspiro mientras no quito la vista de la puerta del edificio de diseño ― pues son diferentes. Las de enfoque es por las mañanas y la de las nubes por las noches. ―¿Tienes contigo ahora? ― comenta y haciéndome desviar la mirada para verle a los ojos. ―¿Qué? ―Sí, ¿tienes?, me interesa enfocarme en el trabajo de grado. Si te soy honesto Barceló me tiene sumamente distraído y… ― de pronto tomo mis cosas y me pongo de pie sin dejarlo continuar―¿qué?, ¿dónde vas? ―Me tengo que ir, adiós― hablo sin prestar atención a nada y camino hacia una de las salidas aledañas de la facultad mientras veo la bolsa de tela que Izel siempre lleva. Al parecer, ella se ha estado escapando por ahí y por eso es imposible que la encuentre ―¡Izel! ― grito y veo como ella se detiene de inmediato y luego, como si empezara una carrera, sale disparada por la puerta que lleva a la explanada―¿Es en serio?― grito siguiéndola. Al salir por el pasillo me encuentro de nuevo solo, la busco con la mirada hasta que sus botas de color rojo la revelan a ella escondiéndose detrás de uno de los afiches de promoción que hay por todo el campus. Me acerco a ella con una sonrisa sobre mis labios, estoy feliz de verla y a la vez me hace gracia que esté huyendo de mí de esa forma. ―Ya te vi Izel ― le digo. ―¡Mierda! ― murmura pero aún no sale su escondite. ―¿Por qué te estas escondiendo de mí?― pregunto― Creo que deberíamos hablar sobre algo, ¿no crees?― insisto. ―No me estoy escondiendo de ti, simplemente no tengo tiempo de nada― responde. ―Venga, antes coincidíamos todo el tiempo y ahora llevas una semana huyendo de mi por otras puertas que te hacen evitar todas las calles y lugares donde posiblemente podríamos encontrarnos, ¿no es así? Izel suspira ― me gusta caminar. ―Vamos Izel, hablemos ― le pido. Ella sale de su escondite y admito que tan solo verla de nuevo me pone sumamente feliz. Siento que han pasado meses desde la última vez que la vi, con ese cabello n***o profundo, sus ojos marrones y esa piel morena que parece bronceada bajo el sol. Definitivamente esta mujer me fascina y me siento impotente al no poder decírselo con libertad. Izel lleva un precioso collar de plata con una piedra azul que hacer que su ropa resalte un poco más, con unos arillos que le hacen juego y un peinado de dos trenzas que forman una corona. ―¿De qué quieres hablar? ― pregunta seria. ―De lo que pasó en mi cocina. Te fuiste sin decirme ni una palabra, ni una, incluso me dejaste las latas y el papel de baño ― le explico. ―Te los regalo, ya compré mas ― me responde y se da la vuelta para huir de nuevo. Sin embargo, esta vez me atrevo a tomar su brazo haciéndola voltear. Nuestras miradas se reencuentran y ella se sonroja. Con esa acción sé que Izel también siente algo por mí y ahora estoy seguro que esa fue la razón por la que huyó de mi piso. ―Mira Enrique…― Comienza. ―No, aquí no, vayamos a cualquier lugar perdono aquí ― le pido. Ella voltea para ambos lados y luego suspira ― bien, pero a tu piso no porfa― habla con ese acento tan mexicano que me hace sonreír. ―Dónde tú quieras, yo te sigo― respondo. Ambos comenzamos a caminar por la explanada hasta que llegamos a la puerta lateral del campus que literal da al otro lado de la manzana. Ella me hace que la siga hacia una cafetería un poco rara que, al entrar, puedo ver que la temática es de misticismo y esas cosas a las que yo no estoy del todo enterado. ―¡Ey Izel!, volviste, te esperábamos más tarde ― habla la tendera con una sonrisa. ―Hoy vine más temprano, ¿crees que nos puedas dar una bruja tuerta? ― le pide. La joven voltea a verme a mí y yo asiento con la cabeza ― igual― pido aunque no tengo ni idea de lo que acabo de pedir. Ella se va e Izel me lleva a una de las mesas del fondo y se sienta. Ésta está tan retirada de la entrada que es imposible entre las telarañas, la pintura negra y la temática de casa encantada verla desde la calle. Recuerdo que pasé dos veces esta semana y no vi ni un rastro de ella. ―Entonces, ¿aquí te escondes todo el tiempo? ― pregunto y ella se muerde el labio. ―No me escondo, es mi lugar de estudio. ―Apenas se puede ver el menú y la música es rara… no me mientas te lo pido. Sólo dime que pasó, yo entiendo que me sobre pasé, no debí… ―No te enamores de mi― me interrumpe. Ambos volteamos hacia la mesera que para mi tranquilidad ha traído dos capuchinos o eso espero. Cuando ella se aleja una vez más volteo a ver a Izel. ―Izel… ―No te enamores de mí, yo… no, no soy para ti, ni tú para mí y esas cosas que la gente dice― suspira― mira Enrique, el beso estuvo genial, besas muy bien y todo eso, pero no deberíamos repetirlo nunca jamás. No eres tú, soy yo, tenemos distintos sueños. No te apures encontrarás a alguien mejor ― habla con las frases completamente amontonadas. Izel está nerviosa. ―¿Me estás cortando y aún no estamos en un relación?― pregunto y ella dibuja una ligera sonrisa―¡Ay Izel! ― hablo en un suspiro. ―Mira, no tengo pretextos. Admito que he estado huyendo de ti toda la semana para evitar esta platica pero si te soy honesta pensé que me olvidarías, que sería un lunes por la noche más para ti y que desistirías. ―Claro que no, me gustas…― admito en voz alta por primera vez en todo este tiempo y ella abre los ojos asombrada. ―¿Es broma no?― pregunta. ―No, claro que no, me gustaste desde la primera vez que te vi y ayer con le beso… sólo dime que sentiste lo mismo que yo y déjate de tonterías. Ella voltea a ver hacia la ventana y se queda pensando por un momento ― no soy para ti, Enrique. ―No entiendo porque insistes en eso― le reclamo. ―Bueno, primero porque nos hemos visto cómo tres veces en la vida, dos porque es evidente que no estamos como para hacernos guaje y tres yo en prácticamente tres meses más me voy de Madrid y adiós, ni vamos a volver a toparnos. ―¿Hacernos qué? ― pregunto porque no entiendo nada de lo que ella me dice. ―Tontos pues, no nos hagamos tontos― traduce. Así, de la nada, lanzo una carcajada que me libera de todo y hace que los otros dos clientes del lugar volteen a verme un poco sorprendidos. Izel no sólo es bonita, tiene buen humor y sé por buena fuete que es sumamente talentosa e inteligente. ―Basta, no te burles― me dice y yo aprovecho para tomar su mano y juntarla con la mía. ―¡Ay mujer!, ¿qué me haz hecho? ― le pregunto terminando de reír y viéndola a los ojos ― siento que me lanzaste un hechizo del que no me puedo deshacer desde la primera vez que te vi. Izel se sonroja y baja la mirada hacia el suelo evitando la mía. Con las puntas de mis dedos vuelvo a subir su rostro tomando su barbilla y una vez más nos encontramos. Sospecho que ella vive esto por primera vez y por eso no sabe cómo reaccionar. Ahora entiendo porque se escondió durante días, la forma en que salió de mi piso y porque tiene tanto miedo de admitir que le gusto porque sabe que es correspondida y que cualquier cosa puede pasar. ―No es que sea infantil, ni inmadura ― habla con más seriedad. Sólo que no está en mis planes tener alguna relación con alguien. ― ¿Vas a poner tu sueño cómo impedimento para enamorarte? ― pregunto. ―¿Enamorarme? ― pregunta abriendo los ojos ― ¿estás enamorado de mí? ―Todavía no pero…― y me atrevo a acariciar su mejilla ― podría hacerlo sin problemas. Los ojos de Izel brillan en respuesta de lo que le acabo de decir pero aún así se aleja un poco para separarse de mi ― Enrique, no juegues conmigo ¿si?,puede que jamás haya tenido una relación pero no soy tonta. He escuchado lo que dicen de ti. ―Vale, lo admito― confieso ― últimamente me he acostado con muchas mujeres, pero no siempre fue así. Antes estuve enamorado, hasta los huesos, de ese que te cala dentro Izel y que es difícil olvidar. Me entregue por completo, le di absolutamente todo, planeaba pasar mi vida a su lado y de pronto, ella se fue dejándome un vacío que no podía llenar hasta que te besé. Los ojos de Izel están clavados en los míos. Su mirada me ve con sinceridad, me cree, sabe que lo que le estoy diciendo es verdad y que le estoy abriendo mi corazón. Aún así ella se hace para atrás y niega ― lo siento pero… ―¿Pero qué? ― pregunto con insistencia. ―Enrique, piensa. Sólo estaré seis meses aquí de los cuales llevo tres. Veo que tuviste una mala experiencia en el amor y yo si te soy honesta jamás he tenido una… ¿entiendes lo que te digo?, para que empezar algo que va a ser tan efímero. ―Y, ¿quién dijo que sería efímero? ― pregunto―sólo te pido que nos demos una oportunidad, una sola. Quiero averiguar si todo esto que siento por ti puede llevar a algo más― le pido. Izel suspira― es que… me da miedo― confiesa ― me da miedo por lo que pueda pasar, no es algo que está planeado y… ―El amor no es planeado ― le respondo y de inmediato me acerco a ella ― el amor llega cuando debe llegar y no le importa si está en tus planes o no.Que me gustaras tampoco estaba en los míos, pero lo que sentí el día que nos besamos, lo que siento cada vez que te veo, es algo que no deseo dejar pasar, ¿qué dices Izel?, ¿nos damos una oportunidad para descubrir esto que es evidente entre los dos? Izel esboza una leve sonrisa que me da un poco de esperanza. Sé que ella siente lo mismo y que este momento puede ser decisivo en nuestras vidas. Ella se moja los labios. Yo me acerco más a ella y rozo mi nariz con la de ella, acaricio su mejilla y de nuevo dejándome llevar le doy otro beso con esas ganas acumuladas desde hace días. Primero le doy un beso pequeño para esperar su reacción y cuando sé que ella me responde ambos unimos nuestros labios para envolvernos de nuevo en este torbellino de deseo que hay entre nosotros desde el primer día que nos vimos. Izel se separa por un momento y viéndome a los ojos me dice. ―Seré valiente en corresponderte, así que te pido no me rompas el corazón. ―Jamás― respondo en un murmuro para después volverla a besar.    
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR