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1325 Palabras
"¿En dónde estoy? ¿Estoy muerta? ¿Y Pitón? —Hola Ada. Esa voz... la reconozco, pero... — ¿Charlie?. —Es decepcionante verte aquí, pero aun así me alegra verte. —Charlie discúlpame por el beso de aquella noche, me dejé llevar por los sentim... — ¡SILENCIO SOLDADO!. ¿Qué? Después de un año que presencié su muerte y caí en depresión por su culpa ¿¡Me manda a callar!?. Me siento tan excitada. — ¡Quiero que te levantes y sigas luchando junto a tus compañeros! ¡Demuéstrame que eres fuerte y que puedes conseguir ese oráculo! —Te extraño tanto. —Yo también, pero no es el momento, tienes que salvar este pueblo." Ada abre sus ojos y lo primero que ve es a un grupo fuerte, que rodeaba al monstruo. Recoge su espada y se coloca al lado de Eder. — ¡Como el plan!— grita Ada y empieza el ataque. Ella y Martín distraen a Pitón por delante, mientras Eder sube a un punto alto y Lea ataca con flechas; pero ésta las esquiva y a la vez sigue intentando acabar con los otros. Cuando Pitón ya se le podía ver agotado, al igual que los demás. Eder aprovecha el momento, él cae del punto más alto con la intención de decapitarla, pero ésta abre su enorme boca. — ¡NOOOOOOO!— gritaron los demás. Parecía que se lo había tragado completo, pero de repente el monstruo no podía cerrar su boca. Eder parece estar luchando dentro de su boca, para no ser tragado; mete su espada en el paladar de Pitón traspasando su cabeza y partiéndola en dos. Eder había matado a Pitón. El cuerpo del monstruo cae al suelo como piedra, levantando mucho polvo. Los demás estaban en shock, ya que estaban intentando digerir lo que había pasado. Eder con su espada, sacó el oráculo del ojo de Pitón y lo entregó a manos de Ada. Las personas salieron de sus escondites felices. El monstruo que los aterrorizaba había sido derrotado y ellos podían continuar con sus vidas. — ¡Oh, nuestro gran héroe! estaremos eternamente agradecidos con usted— le habla un hombre de Delfos a Eder —En agradecimiento le haremos una estatua y la pondremos junto a la de nuestro primer héroe, Apolo. Luego de eso, los chicos fueron a la estatua del Dios Apolo. —No es justo, esa bestia casi me hace vomitar el jabalí que comí ayer y le hacen una estatua a él— expresa Martín disgustado y señalando a Eder. —A Eder casi se lo tragan y... la mató— alegó Ada. —Eder se parece mucho al Dios Apolo ¿no creen?— pregunta Lea mientras mira de pies a cabeza la estatua. —Sí, tienes razón— responde Eder —probablemente sea hijo de él. —Volvamos a casa, tal vez al llegar las musas nos quiten la duda— sentenció Martín. — ¿Y Ada?— pregunta Lea —Oh... allá va sola, ya volvió a ser la cascarrabias de ayer, será mejor que llevemos ese oráculo. — ¡Que asco!— exclama Eder mientras se olfatea a sí mismo —Huelo a reptil—. Los demás ríen. En el Olimpo... —Lo lograron— notifica Calíope a las demás musas. —Ya vienen de regreso, Eder la mató. — ¡Sabía que Eder era el hijo de Apolo!— exclama Clío —Bueno, las que apostaron por Martín que vayan pagando— Dice esto y le pasa su trompeta a las demás para que éstas coloquen sus objetos apostados, las cuales le responden con gestos de desagrado. —¡No se quejen perdedoras! Clío estaba muy feliz por ambas victorias, la de los chicos y la de ella, tanto que Talía y ella salieron del salón en donde estaban reunidas las nueve musas para ir a contarles a los demás la gran noticia. —Calíope...— llama Euterpe, musa de la música. —Dime— responde. —¿Traen el oráculo?— Pregunta irónicamente. —Claro que no, el oráculo no es una moneda con un símbolo querida hermana— dice suavemente —Les recuerdo que todo esto en realidad es para ayudarlos a ser fuertes. Esa serpiente no es nada comparado a los titanes que van a enfrentarse, además que todo esto ayudará a que se encuentren ellos mismos. —Está muy bien todo eso hermana; pero si se enteran que los estamos engañando, los quince se revelarán contra nosotras— comentó Melpómene, musa de la tragedia. —Eso no pasará, ellos no se darán cuenta y nosotras tampoco se los diremos hasta cuando maduren y puedan entender que las cosas que hacemos es para ayudarlos— suelta Calíope —Esos monstruos son reales, así que sus muertes también lo serían. Ellos son semidioses, por lo tanto son inteligentes. Mientras las musas hablaban de ser "inteligentes". Ingrid, Said e Isis estaban consumiendo hongos alucinógenos en el jardín. Ninguna de los tres sabían de que hablaban, ni dónde estaban. Ellos solo se reían sin parar. —Oigan— Habla Said, con una voz relajada —Si somos semidioses... ¿Podemos volar? —No lo sé Said, averígualo— responde Isis —Creo que ya se me está pasando el efecto de esos hongos. ¿A ti Ingrid?— Isis la mira y ésta sólo suelta una fuerte carcajada mientras está tumbada en el césped —Ya veo que no— se responde a sí misma. — ¡Mierda ahí viene una musa!— Alarma Isis —actúen normal, por favor. Para su suerte, la musa que se les acercó a dar la noticia era la comediante, Talía. Talía llegó, las miró e inmediatamente se dio cuenta de lo que estaba pasando. Isis sonrió de oreja a oreja intentando que la musa no se enojara, pero lo que salió de su boca fué: —¿Me dan?—. Isis rió y le brindó de los hongos que tenía escondidos en los bolsillos de sus jeans. Luego de pasar tiempo riéndose de Said tras sus intentos de volar, Isis se levanta para ir al baño. Llegando al baño se topa con las musas Clío y Calíope, quienes estaban preguntando por Talía. Isis se esconde detrás de un pilar y escucha la conversación de dichas musas. —Me pregunto cómo se sentirán tú, Erató, Terpsícore y Urania al ver lo guapo, valiente y fuerte que es el hijo de la persona que tuvo un encuentro s****l con las cuatro— comenta cizañeramente Clío. —Eder heredó sus encantos, la fuerza y valentía de su padre. Sin embargo, no creo que él sea tan mujeriego como Apolo— alegó Calíope —No debemos hablar cosas en el pasillo, mejor vamos al salón. —Así que Eder es el hijo de Apolo...— murmuró Isis a si misma —amo mucho estos pilares— dijo esto último saliendo corriendo hacia el baño; pero en el camino se choca con su mejor amigo, el niño Daren. —Puedes dejar de seguirme... me está molestando un poco— soltó Daren, con las manos metidas en sus bolsillos. — ¡Discúlpame, no te vi! Ahora quítate que me hago pis. —Tú "pis" puede esperar, esto tiene que acabar ya Isis, estoy harto de que seas una entrometida. —Daren, ¡quítate!— ordena Isis intentando empujarlo, pero éste ni siquiera se movió del sitio. —Quítame— responde de manera desafiante. Isis le da pequeños golpes intentando empujarlo. Daren se agacha y la carga de los pies. Isis sigue pataleando en brazos de Daren y a la vez alertando que necesita ir al baño. Lo único que salía de la boca de Daren era "Sí" mientras Isis le alertaba. —¡QUE ASCO ISIS!— grita disgustadamente y la baja rápidamente. —Te lo advertí— soltó Isis y salió corriendo directamente al baño, riendo.
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