Salimos del club envueltos en un silencio incómodo. Está claro que las palabras del guardia molesto me dejaron un...poquito, decepcionada. Siento mi rostro arrugado en un ceño fruncido e intento relajarlo solo para no darle el gusto de irle con el chisme a su jefe. Porque en mis intenciones, ni presentes ni futuras, no está demostrarles a todos estos imbéciles que el mundo en el que se mueven y pretenden incluirme, me afecta. Miro a mi alrededor y no me sorprende nada ver el movimiento de cientos de personas yendo de un lado a otro, unos en mejores condiciones que otros. Esto es Las Vegas, la ciudad del pecado, donde esos sueños que ni sabías que tenías, se vuelven realidad y luego, pesadillas, sin que te des cuenta. Aquí se viven esas experiencias que tendrás que atesorar en silencio, po