No me da tiempo a pensar nada más, cuando un dedo suyo se introduce en mi boca y me obliga a abrirla. Al instante, su m*****o grueso y caliente, roza mis labios, tratando de abrirse camino. Mi primer impulso es retirarme, pero su mano en mi nuca evita que lo haga. Demian no habla, pero su gruñido es suficiente para advertirme de que debo hacer caso a sus caprichos. Es en este momento cuando el puto antifaz me molesta. Ya no me parece una idea caliente ni sensual si no puedo quitármelo y ver a los ojos a este maldito hombre que jugó conmigo y ahora quiere doblegarme. Me empuja con fuerza hasta que su m*****o se restriega contra mi boca, que trato de mantener cerrada. La suave fricción al principio me incomoda, pero poco a poco me voy acostumbrando a la idea de hacerle una mamada. Al fin