El día pasa tranquilo a pesar del intenso saludo mañanero. Voy saliendo del edificio rumbo a mi casa y ahora, nadie diría que en la mañana parecía un robot, porque una sonrisa radiante es suficiente prueba de que mi humor es otro. ¿Por qué sé que es radiante? Porque hasta yo lo noto en el dolor que se extiende en mis mejillas, tensas de tanto sonreír.
Y hoy, contrario a lo que sucedió ayer, voy enfocada en una sola cosa: mi cordura. Si Demian está jugando con mi cabeza, que no lo dudo, actuando contrario a lo que ya conozco de él solo para estresarme, que sepa que hoy no lo logrará. Cuando llegue al rellano de mi apartamento, si hay una caja esperando, pues bien; si no, ni modo. No puedo martirizarme la existencia con sus juegos.
Atravieso la ciudad pensando en qué ropa debo llevar al
