Chris me tomó la mano por encima de la mesa y entrelazó sus dedos con los míos con cariño. Sonreí y miré hacia el otro lado, apenada. Chris me regalaba una sonrisa seductora y me decía un chiste al oído para que yo me riera y en verdad lo hice, pero no porque el chiste fuese bueno, sino porque el chiste era tan malo, que daba risa. Luego tomó una postura más seria y escuché que se relamía los labios. Escuché su sonrisa, mientras sentía cómo me hacía cariñitos en la mano. La música de ambiente hacía el restaurante un lugar muy romántico para una pareja de jóvenes. Las mesas estaban llenas de personas absorbidas en sus propias conversaciones, ajenas a lo que pasaba a su alrededor. Estaba lo suficientemente pegada a Chris como para que cualquier desconocido que nos viera, pensara que