—Suéltame, Leonardo está adentro, Christopher. ¡Maldita sea, suéltame! —forcejeaba con él para que me soltara. No aguantaba las emociones que tenía por dentro. Mi estómago estaba que botaba todo lo que había comido en el día. Leonardo había muerto, no iba a poder decirle que lo amaba, no iba a poder disculparme por cómo le hablé hace unos días. No podría verlo más, ni sentirlo. No podría abrazarlo ni tampoco podría besarlo. Nada de Leonardo. Él se había ido, se había ido protegiéndome a mí y a Chris. ¿Cómo pude dudar de sus sentimientos hacia mí? Había muerto, maldita sea. Los bomberos entraron, sofocando las llamas lo más rápido que podía, mientras yo miraba hacia el lugar, con gruesas lágrimas bajando por mis mejillas. Había sido tan idiota, no le había dicho lo que sentía, no me