Mi celular vibra sin parar a las cinco de la madrugada. Abro un solo ojo para agarrarlo de la mesita de luz y atiendo la llamada en voz baja. Lila, que se quedó a dormir, está roncando plácidamente y no quiero despertarla. —Hola —susurro. —Hola, Nina. Perdón, seguro que estabas durmiendo pero necesitaba decirte algo —dice Esteban al otro lado de la línea. No sé si está dormido o borracho, pero su voz está ronca y respira hondo. —Por Dios, Esteban. ¡Son las cinco! —me quejo conteniendo un bostezo. —Ya sé, ya sé. Es que… —Vuelve a respirar—. Tomé la decisión, voy a dejar a Rocío, pero necesito tiempo. Ruedo los ojos y suspiro. —No digas tonterías —respondo sentándome en la cama. Miro de reojo a mi amiga para asegurarme de que siga dormida, pero como se mueve un poco, salgo lentamen