Llego a la cafetería donde mis tres amigas me están esperando. Ya pidieron por mí un café con leche y una porción de cheesecake, cosa que agradezco porque estoy muerta de hambre.
—Tenés que contarnos bien y con lujo de detalles lo que pasó esta mañana con Esteban —expresa Jessica. Bufo y me encojo de hombros.
—Es que ni siquiera yo lo sé —respondo poniendo un sobrecito de azúcar en mi taza.
—¡Bah! No te hagas la santa ahora —comenta Lila—. Que a casa llegaste con las piernas temblando.
Ellas sueltan una carcajada y yo me sonrojo. Cuando Esteban me llevó a casa no pudimos resistir la tentación y terminamos haciéndolo en el asiento trasero del auto como por una hora. Incómodo, pero placentero. De solo recordar sus besos y caricias siento que me quema la piel.
—Bien, sí, estuvimos j
