Esteban La luz del sol entra por la ventana, haciéndome entrecerrar los ojos mientras me despierto. Miro a Nina, que aún se encuentra dormida, despeinada y desnuda, con una paz increíble reflejada en su rostro, acostada sobre mi pecho con una mano sobre mi abdomen. Ojalá yo tuviera esa misma paz. Quisiera poder dormir el tiempo que se me dé la gana, amanecer con ella todos los días, no tener que soportar la culpa que me invade cada vez que termino de hacer el amor con ella y, sobre todo, decirle a todo el mundo que es Nina quien hace que mi piso tiemble. A duras penas me despego de ella y lamentablemente la despierto cuando me muevo. Despega un solo ojo y esboza una sonrisa que hace que le robe un beso. —¿Te estabas escapando? —interroga. —Sí, en un rato tengo que ir a trabajar, ten