Lo miro con expresión interrogante y él acaricia mis mejillas con suavidad. —Primero, ¿se darán cuenta tus padres si te secuestro un ratito? —pregunta. Me río y hago como que pienso. —Si no entro a la casa, no se van a dar cuenta de que llegué —replico acercándome un poco más a él. —Bien. Y segundo, ¿será que podés dejar de ser tan hermosa por un minuto? Es que me estoy muriendo por besarte. Y sin darme tiempo a responder, su boca se une con la mía. Ahí, al aire libre, como si él no estuviera comprometido y como si no estuviéramos corriendo ningún riesgo siendo expuestos. A mí poco me importa, enseguida me trepo de sus hombros y lo atraigo un poco más hacia mí mientras él sostiene mi cintura. —Vámonos —dice—. Tengo el auto, y tengo plata, podemos irnos ahora, ya mismo, y desaparec