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1635 Palabras
No quiero ir a trabajar. Me niego a volver a ver a Esteban, quiero desaparecer de la faz de la tierra o irme a vivir a cien mil kilómetros lejos de él. Después de anoche me di cuenta de dos cosas: 1) Que está comprometido en serio, por lo que es un imbécil por coquetearme. 2) Que es con quien me acosté a los dieciocho años. ¿Y cómo es que me di cuenta de esto último? Prácticamente su padre, Jorge, contó que cuando Esteban era joven hacía su propio dinero siendo chofer de su abuelo. ¡Respondió a mis dudas con tan solo una oración! Rocío lo miraba admirada, pero yo solo pensaba en levantarme y salir corriendo del restaurante. No le llego ni a los talones a esa mujer, con ese cuerpo voluptuoso, ojos azules y sonrisa perfecta, es ideal para formar parte del mundo VIP. Además, con esas joyas de diamantes que traía puestas, se nota que le encanta aparentar riqueza.  —Vamos, Nina, tenés que ir a trabajar —me despierta mi madre. Bufo y me tapo hasta la cabeza con la sábana. Ella chasquea la lengua y tironea para destaparme, pero hago fuerza y no lo logra. —No quiero trabajar, prefiero seguir siendo mantenida —expreso por lo bajo. Suelta una risa y se sienta a mis pies. —¿Qué pasa? —cuestiona sabiendo que estoy ocultando algo. —Lo que pasa es que ya conocía a Esteban, mamá —admito—. Bueno, lo vi una sola vez en mi vida, pero es de esos hombres que son inolvidables. ¿Ya viste lo que es? Cuando era chico era igual de lindo, pero menos arrogante. Suspira y acaricia mi pierna sobre la sábana con gesto maternal. —¿Por él fue que te hiciste adicta a los perfumes? —quiere saber. Hago un sonido afirmativo—. Qué locura. —Ya sé, ni me lo digas. No quiero saber más nada de él, ni de su novia, ni de su familia. —Hagamos algo, llamo a Kathy y le digo que estás enferma, ¿te parece? —Gracias, ma, pero eso solo me va a salvar por hoy —contesto. —Sí, pero también te va a dar tiempo a pensar en qué querés hacer. Si te incomoda trabajar en casa de los Márquez, deberías renunciar. No quiero que te ates a un trabajo solo porque sentís que no te podemos mantener más, porque gracias a Dios no es así. Podés quedarte el tiempo que necesites con nosotros, ya vas a conseguir algo que te guste y te dé dinero al mismo tiempo —comenta. Me destapo para mirar su cara y esboza una sonrisa comprensiva. —Estoy pensando en sacar mi propia marca de perfumes —digo—. Va a ser difícil, pero es lo que quiero. —Seguro que te va a ir genial, apoyo eso totalmente. —Se pone de pie y me da un beso en la frente—. Me voy a llamar a esa mujer antes de que se quede esperándote, seguí durmiendo. Después te vuelvo a despertar, vamos a ir a un salón de belleza. —Me guiña un ojo. —¿Ya te dije que sos la mejor madre del planeta entero? —interrogo con tono divertido. Se ríe y sale de mi habitación. Cierro los ojos de nuevo, entre aliviada y con algo de culpa por no ir a trabajar, pero es que no voy a poder mirar a la cara a ese tipo, ni tampoco voy a aguantar mis pensamientos de deseo y odio al mismo tiempo. Gruño y pataleo intentando olvidar su rostro, su aroma, la manera en la que me miraba… mierda, si incluso me prestaba más atención a mí que a su futura esposa. Es un maldito infiel. Sé que me quedé dormida cuando mi madre vuelve a tocar mi hombro para despertarme. Esta vez me cuesta más que antes, así que protesto por lo bajo y me giro tapándome la cara con la almohada. Estoy destapada, con el camisón de seda rojo enrollado hasta la espalda, pero no me molesta mostrarle mi bombacha de corazones a mi mamá. —Pensé que eras más de tangas de encaje —opina una voz masculina por lo bajo. Me siento de golpe y suelto un grito al ver a Esteban apoyado contra el marco de la puerta, mirándome con diversión. —¿Qué hacés acá? —cuestiono levantándome y poniéndome el primer pantalón que encuentro. —No hace falta que te vistas, dudo ser el primer hombre que te ve semidesnuda —comenta. Si supiera que en realidad fue el primer hombre que me vio desnuda. Mi pieza es un desastre, me da vergüenza que vea esto. Todavía tengo las paredes pintadas de rosa, pósters de One direction y Harry Styles y mis sábanas son de los ositos cariñositos, lo bueno es que están desgastadas y no se ven mucho los dibujos. Aún así, arranco todo rápido ante su atenta mirada. —Pasé a ver si estabas bien, me mandó mi mamá porque la tuya la llamó diciendo que estabas descompuesta. ¿Estás mejor o era mentira? —dice. Recuerdo que tengo que fingir estar enferma y toso. —Estoy un poco mejor, pero me duele la cabeza. Gracias por venir, ya te podés ir —replico volviendo a la cama. —Traje sopa, también te la manda mi madre, para que te mejores. —Bueno, gracias. Vuelvo a taparme hasta la cabeza y me quedo en silencio esperando escuchar sus pasos alejarse, pero solo noto que se sienta a mi lado. Contengo la respiración, ambos solos en una cama no es buena idea. —Perdón por lo de anoche —expresa—. Hice mal en decir que me atraes. —Sí, muy mal —contesto—. Estás comprometido con una mujer muy hermosa, que te quiere y… —No la soporto —me interrumpe.  Bajo la sábana hasta mi nariz para mirarlo a los ojos. —No es excusa para ser infiel. —No soy infiel, ¿acaso hicimos algo? Siento un nudo en la garganta y bufo negando con la cabeza. Es cierto, en parte, todavía no fue infiel del todo. —¿Y por qué no la soportas? —quiero saber. Se encoge de hombros y hace una mueca de tristeza que me encoge el corazón. —Ella ya no es la misma. Desde que heredé la empresa de mi abuelo cambió muchísimo, ahora es una interesada que lo único que hace es pedirme cosas y en este momento quiere que la ayude con los preparativos de la boda, la cual yo mismo tengo que pagar. Y ojo, no me molesta pagarlo, pero quiero algo sencillo, y ella quiere todo a tope y caro, con mil quinientos invitados… de los cuales solo conozco a diez —replica sin respirar. Nota que lo miro sin saber qué decir—. Está bien, sé que esto no te interesa, pero ya me tiene muy estresado. —Es normal sentir estrés antes de casarte —comento. —¿Cómo lo sabés? —cuestiona con interés. —Leí varias revistas de boda —respondo divertida. Sonríe y se rasca el puente de la nariz con gesto pensativo—. Además, comprendo que yo en este momento te resulte atractiva, probablemente es el miedo a ser monógamo durante toda tu vida. —¿Acaso sos psicóloga? —Me gusta leer mucho. No me molesta que te atraiga, solo no juegues conmigo ni con tu novia —termino diciendo—. Ella es muchísimo más linda que yo y tiene una voz increíble. —Sí, tiene una voz increíble, pero dudo que sea más linda… solo es maquillaje. Nunca se vio como vos recién levantada. Me sonrojo y miro hacia otro lado, luego tomo fuerza y me siento para quedar frente a él. —No está bien que me digas esas cosas —manifiesto—. Me hace sentir mal. —No estás haciendo nada malo, en todo caso, yo debería sentirme mal. —¿Y te sentís así? —No —contesta con tono despreocupado—. ¿Soy un asco de persona, no? —Nah, ya te dije, es el miedo a ser monógamo. Se ríe y niega con la cabeza. —No me da miedo el compromiso con una sola persona. Es solo que tu presencia me confunde —admite. Alzo una ceja—. Siento que te conozco y por algún motivo no puedo dejar de pensar en vos y relacionarte con alguien. —¿Con quién me relacionas? —inquiero. Se relame los labios y ese simple gesto me hace querer abalanzarme a él y comerlo a besos. —Con una chica que vi hace años… —Se calla y me queda mirando con profundidad—. Sos ella, ¿no? Porque yo creo que también me reconocés. —No sé de quién hablas —miento. Hace una mueca de incredulidad y luego se pone de pie. —Me tengo que ir a trabajar, Nina, espero que te recuperes pronto. Si mañana seguís sintiéndote mal, no vayas a casa. Se dirige a la puerta y lo detengo antes de que pase el umbral.   —Esteban. —Gira para mirarme—. Sí, soy esa chica. —Suelto sin pensarlo. —Ya no voy a volver a dejarte ir —murmura y sonríe—. Nos vemos mañana, descansá. Y desaparece cerrando la puerta tras él. No sé cómo sentirme ante sus palabras… solo siento  ami corazón latir con fuerza y mi cabeza que no para de pensar en que no debí haberle dicho eso. Creo que cada vez que hablo me meto más en problemas.
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