A las doce del mediodía en punto, mis amigas tocan el timbre con insistencia. En cuanto les abro, entran de golpe y cierran la puerta con fuerza y expresión de pánico, respirando con agitación. —¿Qué les pasa? —quiero saber aguantando la risa, fue una escena bastante cómica. —¡Esos periodistas están locos! Nos hicieron millones de preguntas y ni siquiera sabíamos qué decir —replica Lila haciendo un gesto de horror. Suelto una carcajada. —Yo no pienso salir —manifiesto—, se pueden quedar ahí todo el día y toda la noche, que no me van a ver ni en figurita. —Ay, amiga, ¿en qué te metiste? —cuestiona Euge tirándose al sillón. Me encojo de hombros y me siento junto a ella. —Sinceramente, no tengo idea. Todo pasó demasiado rápido, Esteban me dijo que tenía la fecha de casamiento reserv