Después de la cena, y de unas cuantas copas de vino, todos se muestran un poco más alegres y relajados, menos yo, que cada vez me hundo más en el asiento. Mis amigas notan que no estoy muy cómoda, así que se levantan disculpándose y me arrastran hasta el patio. —Es tu cumpleaños, Nina, no un velorio —es lo que dice Eugenia, las demás asienten y bufo. —No puedo ser yo misma con esa gente en la casa, ni ustedes. —Chasqueo la lengua—. ¿Saben qué? ¡No me hagan caso a lo que dije hace un rato! ¡No se comporten! Me da igual lo que piensen, son mis amigas y las quiero por lo que son, no me interesa que a esas personas les moleste cómo se expresan. —¿Estás segura? —interroga Jessica con tono dudoso. —¡Más que segura! Y una cosa más, vamos a hacer lo mismo de todos los años —replico. Arqu