CAPÍTULO #31 LA LEEGIDA.
POV: LEONARDO:
Dejo a un lado los documentos que terminé de firmar y me paro de mi escritorio, seguí negándome rotundamente ante la propuesta de Franco pero aún lo pienso, no quiero perderme ninguna oportunidad de encontrarla, debo hacerlo.
—¡Leonardo! —escucho su grito cerca, y también empiezo a sentir sus pasos. Entra al despacho agitado, parece haber corrido un maratón.
—¿Qué ocurre? —pregunto.
—Estaban en un departamento pero ya no, como no podía volver a localizarlos llamé a Mariella, ella los está siguiendo y los va atacar, debemos ir —el pecho se me abre y mi corazón empieza a latir con fuerza. La veré por fin, otra vez después de tanto tiempo.
—¿Estás seguro? —pregunto. —. ¿Ella...?
—Lo importante ahora es Carina, dudo que quiera crear conflicto —aclara dándome la espalda para salir.
Sin pensarlo un segundo más me voy detrás de él, bajamos y nos vamos en la camioneta. Él me va indicando el camino y así es como la alcanzamos a ella y a sus hombros siguiendo una camioneta que al sospechar se desvía.
Le digo a Franco que nos iremos por otro lado para bloquear la salida ya que conozco el camino, aumento la velocidad para llegar a tiempo, giro la camioneta de lado de golpe frenando al ver que la camioneta de ellos viene a toda velocidad, la de Mariella se detiene detrás mientras la mía está delante bloqueando el pase.
Bajo sacando mi pistola con franco a mi lado, las puertas de la camioenta se abren y sale una castaña de primero, luego la rubia y saca a Carina del asiento trasero, mi corazón se abre al verla, hago el impulso de acercarme pero Franco me retiene.
Toma a Carina y la apunta en la cabeza.
—Suéltala —demanda Mariella. —. Se acabó, puedes salvarle la vida a tus compañeros porque tú, ya me perteneces.
—Nos iremos, sino la mataré —amenaza.
—¿Crees que tienes las de ganar? Son un par de jóvenes jugando al secuestro —mofo.
—No sabemos nada de ustedes, la encontramos y quisimos una recompensa por ella —trata de defenderse.
—¿Y nunca llamaron para pedirla? —pregunta Franco.
La castaña le da una mirada de “te lo dije” a la rubia, mientras que Carina parece estar ida.
—No disparen —Mariella le ordena a sus hombres. —. La quiero viva.
—Entrégala —le pide la castaña a la rubia.
—Cállate —grita.
Carina le patea el pie y le sostiene la mano que tiene la pistola con ambas manos y la tira al piso, ¿Dónde aprendió eso?
Antes de que la rubia pudiera siquiera volver a apuntarla alguien le dispara, con la mirada todos buscamos de dónde ha venido el disparo y aparece Alessia con dos hombres detrás.
Me acerco corriendo a Carina y la abrazo, nunca pensé que haría esto, nunca esperé estar así, loco por verla, por sentirla, por abrazarla y comprobar que está bien.
—¿Estás bien? —tomo su rostro entre mis manos pero ella me mira sin expresión. No sabe quién soy.
Alzo la mirada al sentir la presencia de alguien más y me encuentro con los ojos cafés de su hermana.
—No te la voy a quitar, he escuchado por ahí que el karma está haciendo su trabajo, que te perdone ella, porque yo no puedo Leonardo Lombardi —declara. —. El mínimo error y te buscaré hasta el fin del mundo para hacerte picadillos, ya viste de lo que soy capaz por ella, buena suerte con el karma —se da la vuelta y avanza hacia la rubia.
Sé que como Carina no recuerda nada no insistirá en hacerle que la recuerde cuando sabe que es en vano.
Sus hombres se llevan a la rubia y ella se va, Alessia mantiene a los dos jóvenes inmóviles para que no escapen.
—Carina —la llamo.
Su cuerpo se desploma entre mis brazos llevándome el alma, la miro preocupado, me paro con ella entre mis brazos y dando zancadas avanzo hacia la camioneta.
—Vamos al hospital —le exclamo a Franco.
Subo al asiento trasero con ella, paso mi mano por su frente, su piel está pálida, sus labios se ven resecos, levanto la cabeza y me encuentro con los ojos de Franco desde el retrovisor, suelto un suspiro y él me da una sonrisa de labios de sellados.
—Te encontré —susurro tocando su cabeza. —. Lo siento tanto.
Ver su frágil cuerpo entre mis brazos, pequeña, débil e inocente, sólo hace hundir más mi corazón del dolor, saber que la lastimé y que quería hacerla ruin, convertirla en nada y que ahora estoy pagando el precio, ahora debo renacer la joven alegre que era, revivirla y sacarle sonrisas, una que otra que pueda aliviar mi corazón.
Bajo de la camioneta inmediatamente que Franco se estaciona, literalmente corro hacia el hospital, los doctores no tardaron en venir hacia mí y traer una camilla para llevarla. No tenemos ni idea de qué le habrán hecho u qué le estará pasando, lo que me preocupa aún más.
—Mariella...
—Lo hizo porque espera a que cada vez que la vea, sufra y es justo lo que me está matando.
Palmea mi espalda sin decir nada, él no es de los que suele callar, siempre tiene algo que argumentar, pero ésta simplemente no.
(Unas horas después)
El doctor camina hacia nosotros y me parece que lo hace de manera lenta, pero puedo asegurar que es sólo mi desespero por tener noticias sobre ella.
—Buenas tardes.
Ambos asentimos ante el saludo.
—La paciente ha estado ingiriendo demasiadas pastillas para la memoria que es lo que le está afectando y que también puede afectar a la recuperación de sus recuerdos.
Me paro del asiento atónito.
—¿Está diciendo que no podrá recordar? —pregunto asustado.
—No, tranquilo, me refiero a que puede desacelerar su recuperación, pero estará bien.
—¿Puedo pasar a verla? —el doctor asiente, y sin dudarlo camino con el alma en la mano hacia la habitación.
Cuando estoy frente a la puerta me quedo dudoso antes de entrar, tomo el pómulo de la puerta y me adentro a la habitación, la veo recostada de espaldas acariciando su muñeca, no esperaba que estuviera despierta, ¿podré enfrentarla? Le doy la espalda y llevo mi puño a mi boca frustrado, me armo de valor y volteo hacia ella.
Me acerco con pasos lentos hacia la camilla.
Ella se gira de lado y me mira.
—¿Tú eres mi esposo? —pregunta con esa suave voz angelical, pero que yo quise convertir en un demonio.
Asiento con la cabeza sintiéndome débil ante ella, soy tu esposo, pero no de la manera que piensas, literalmente te compré, a cambio de la seguridad de tu familia.
¡Perdón!
Te hice tanto daño pensando que eras esa persona con la que quería calmar mi sed de venganza.
—¿Por qué estás llorando? —pregunta buscando mi mano. —. Ya estoy aquí —toma mi mano sobre la camilla y me sonríe.
—Perdón, perdóname —digo entre cortada agachándome a su altura sobre la camilla.
Lleva su fría mano a mi rostro y limpia mis mejillas, ese tacto sólo abre más mi corazón porque no lo merezco, ella no recuerda todo el daño que le hice, no lo recuerda y no quiero aprovecharme de eso.
—¿Por qué te estás disculpando? —pregunta con tranquilidad.
Suspiro hondo alejándome de ella mientras limpio mi rostro.
—Descansa, ya regreso —le digo antes de salir de la habitación, no sé a dónde quiero ir, sólo sé que no puedo estar más ahí, al menos no por ahora.
—Leonardo —franco aparece en mi campo de visión. Lo miro a los ojos y éste me mira atónito al ver mi estado, nunca he estado así, y no sé que hacer, no sé como manejar eso que estoy sintiendo. —. ¿Crees que es lo mejor que estés junto a ella? —pregunta preocupado.
Suspiro hondo, me apoyo de espaldas a la pared, estaba loco por encontrarla, pero ahora no sé que hacer con ella de vuelta en mi vida, quiero recompensar todo el daño que le hice, aunque sé que es imposible quiero intentarlo, pero estar a su lado me recordará cada día lo ruin que fui con ella, pero lo merezco.
—La verdad, por primera vez no sé que hacer —confieso.
Inclina su mano y palmea mi hombro mirándome apenado.
—Creo que puedes dejarle bonitos recuerdos hasta que recupere la memoria y que en serio vea tu arrepentimiento, no sé, haz lo que tu corazón te dice.
Asiento bufando, paso mi mano por mi cabello haciendo a un lado mi mechón.
—Quédate con ella, ya regreso —coloco mi mano en su hombro fugazmente y me marcho.
Jamás creí que al salir de Italia iba terminar en ésta situación, estaba seguro de mis planes, tenía claro mi objetivo, pero no esperaba que me fuera a equivocar y terminara dañando a una chiquilla inocente y que ahora no supiera que hacer.
¿Puedo yo ganarme el perdón de esa mujer? Creé tanto odio dentro de ella que ahora me parece imposible encontrar algo de bondad, aunque no sé como va a reaccionar al recuperar la memoria, no lo sé y eso me preocupa.
Aunque dentro de ella siempre habitó bondad y en su comportamiento lo demostraba pero luego que dejó en claro que prefería morir que estar conmigo, supe que la había dañado hasta el límite. Y que el odio que siente por mí es más grande que cualquier cosa, tan grande que prefería estar en peligro que a salvo conmigo.
Yo, Leonardo Lombardi, por primera vez siento que estoy en una situación fuera de mis manos, pero no me rendiré, aunque no logre nada, lo intentaré, tengo que hacerlo, no sólo por mi conciencia, sino porque se lo debo.
El zumbido de mi celular en mi bolsillo me hace detenerme justo de lado a un restaurante, lo saco de mi bolsillo y me encuentro con el número de Alessia. ¿Qué habrá hecho con esos dos chicos? ¿Cómo llegó allí? ¿Qué sabía? ¿Habrá sido en realidad coincidencia en el casino? Esa mujer es peligrosa, y aunque somos amigos, no confío mucho en ella.
Pero esos temas, son temas que resolveré después, no ahora, ahora lo más importante para mí era el bienestar de Carina y poder encontrarla la manera de hacer las cosas bien.
Cuelgo la llamada y me doy la vuelta para caminar de regreso al hospital, nada nunca me había detenido en la vida, nunca me había chocado contra una pared, siempre las he derrumbado, puedo con esto, puedo hacer algo en honor a lo que hice, no simples palabras sino hechos, no sé cuanto tiempo tomara que recupere la memoria pero sea el tiempo que sea, lo aprovecharé y le daré la mejor versión de mí, una versión que no sé si está dentro de mí, pero me esforzaré.