– ¡Duerme conmigo! – No – respondió de inmediato David Fournier. Robert quería agarrar su cabeza y golpearla contra la pared – por favor. – Alteza, se lo dije hace años, no me meta en su relación. Robert se mordió la parte interna del labio – Lucios me quiere, pero todavía no se da cuenta, necesita algunos pequeños empujones, entonces, la solución es simple, te quedarás en mi habitación para tu turno y en la mañana él te verá salir y se pondrá celoso. – Alteza, ¿necesita algo más? – ¡Qué duermas conmigo! En muchas formas Robert era un buen príncipe, David lo creía porque cualquier otro Daemonium ya habría colocado una cadena en el tobillo de Lucios para encerrarlo en una habitación, pero eso, estaba fuera de su campo de experticia. La puerta se abrió y de inmediato Robert atrapó el