Capítulo 1
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Capítulo 1
Savage
Después de una larga jornada de entregas, recorriendo el norte del país, podría relajarme y disfrutar del paisaje boscoso en mi camino a casa.
Estaba cansado, mi trabajo exigía mucha fuerza mental y física, manejando horas y horas, bajando cargas tan pesadas que quebrarían los huesos de cualquiera hombre sin experiencia, pero, aun así, en mi interior, sentía ansiedad. No sabía de qué, al menos no todavía.
Con mi última entrega completa, subí al tráiler y emprendí la ruta de cuatrocientos kilómetros hasta casa. Mi cabaña en mitad del bosque era mi hogar desde hacía diez años.
Nunca fui una persona extrovertida, me gusta la soledad y la paz, lejos del bullicio de las personas, por eso decidí construir mi hogar apartado de cualquier foco público y, a mis treinta años, luego de tener éxito con mi empresa de entregas nacionales, compré varios acres de terreno en el bosque y construí mi hogar.
Me gustaban los ruidos de la naturaleza, los animales, la música que producía el viento al tocar las hojas y el silencio por la noche, aunque en ocasiones, esas noches se sentían muy solas. Si bien odiaba la ciudad, me encantaban el sexo, mucho. Con hombres o mujeres por igual pero, se volvía difícil obtenerlo en medio de la nada. Cada vez que quería un poco de compañía tenía que viajar mínimo dos horas al pueblo más cercano y tampoco había gran variedad. Estábamos en medio de la nada, lejos de las grandes ciudades así que las opciones se limitaban a muy poco. Muchas noches prefería tener mi mano e imaginación para ahorrarme el viaje.
Sin embargo, hoy sentía que no sería suficiente mi mano. Mi cuerpo picaba por algo más, algo de carne y calor humano. Tal vez unos mimos.
Sonreí pensando en que sería lo último que tendría de un desconocido. Mimos. Mi aspecto daba miedo y dado a mi trabajo siempre mantenía una expresión dura y seria todo el tiempo. Te pasaban por encima y el negocio de la madera no era para bebés.
Suspiré notando como el paisaje comenzó a ser más boscoso, con árboles altos y frondosos a los costados del camino, ocultando la luz del sol que estaba desapareciendo por el atardecer. Muy pronto debía decidir si parar o seguir hasta el lugar de descanso más cercano. Por estos caminos, de noche no pasaba un alma y podía ser peligroso dormirse.
.
Según recordaba, a dos horas había una pequeño pueblo con paradas para camioneros. Había estado un par de veces allí y era bastante decente y aislado. Conocía al dueño del parking, muy reservado y ajeno a los asuntos de quienes descansaban en su terreno. Los que nos detenemos allí es para dormir y somos exigentes con el ruido, así que entre cada descanso había unos buenos veinte metros de distancia.
Recuperaría energías y tal vez mañana, antes del anochecer, esté en mi casa.
Troné mi cuello y me recosté, acomodando mi gran cuerpo en el asiento y prestando atención al camino que estaba desapareciendo en la oscuridad.
Ava
¿Por qué todos los hombres son idiotas? Enserio. Al parecer era requisito para ser hombre. No encontraba otra explicación. No, idiotas no. Eran narcisistas y se creían sabelotodos.
-Te lo dije -recriminé enojada - Escuché algo raro un par de kilómetros atrás pero no quisiste hacerme caso, como siempre.
Ahora estábamos varados en este camino de muerte por Dios sabe cuánto tiempo. Llevábamos tres horas esperando. ¡TRES! Y nadie había pasado. Para colmo, ninguno de los dos tenía señal en el celular y tampoco otra manera de buscar ayuda. El sol estaba bajando y pronto estaríamos en completa oscuridad. Solos, en medio de la nada. En un bosque. Todas las películas de terror comienzan así.
Furia me corría por las venas.
-Lo arreglaré antes de que oscurezca -contestó Max con calma, logrando enojarme más.
Estaba agachado junto a nuestra motocicleta fingiendo que arreglaba alguna pieza, cuando ni siquiera sabía qué demonios tenía mal el vehículo. Ja, apenas sabía manejar la moto y ya se creía todo un mecánico. Dios, yo también soy una idiota por aceptar este viaje en carretera con un novio que sabe tanto de motos como un perro de física. Y lo que más me molesta es que se lo dije. Le dije que escuchaba algo raro en la motocicleta, pero mira si me iba a hacer caso. Agh
Se supone que íbamos a atravesar este enorme bosque para llegar a un pueblo donde podríamos descansar de nuestro viaje, pero como iba la cosa, pasaremos la noche en este lugar.
Nadie había pasado en horas y estaba más que claro que nadie lo haría en medio de la noche. Bufé intentando controlar el instinto asesino que me nacía. Al menos no hacía frío. Esperaba que se mantuviera así hasta conseguir ayuda.
-No encuentro el problema -gruñó Max antes de golpear el asiento.
Giré mis ojos.
“¿Enserio genio? ¿Cómo si supieras donde buscar?” murmuré para adentro.
-Deberíamos buscar ayuda. Tal vez cerca de aquí viva alguien -sugerí porque no tenía ganas de comenzar una discusión, aunque mi cuerpo me dijera que se merecía una buena patada por no hacerme caso.
-No puedo dejar la moto aquí. ¿Qué si la roban? -preguntó señalando la moto.
-¡¿Quién va a robar algo en medio de la nada?! -grité - Llevamos horas aquí y no ha pasado una sola persona. Oh espera, tienes razón, tal vez los malditos pájaros quieran una moto rota para viajar.
Suspiró notando la molestia en mi voz.
-Nena, sé que estás enojada ¿sí? Lo siento, debí hacerte caso y detenerme antes, pero ahora ya está y, aunque me encantaría, no puedo volver atrás.
Se acercó y tiró de mi brazo acercándome a su pecho. Levantó mi barbilla con su mano y besó mis labios.
-Lo siento -susurró apenado con expresión de perrito mojado.
Debería seguir enojada e ignorarlo, pero su puchero fue demasiado tierno. Era débil con este hombre, sabía que puntos tocar para calmarme. Giré mis ojos bajando los humos y señalé la porquería de metal.
-Bien, ¿qué vamos a hacer? -pregunté -Ya tengo hambre y estoy cansada.
-Lo sé. Yo también.
Miré el camino y en serio, allí no había nada ni nadie. Y ni loca me adentraba en el bosque a ver si encontrábamos a algún humano de milagro. Casi no había luz, apenas veía el rostro de mi novio y me asustaba quedarme en total oscuridad.
-Ahora me arrepiento de no haber comprado el teléfono satelital -dije agotada.
Mejor esperar a que alguien pasara por aquí, y si no ocurría, por la mañana caminaremos hasta encontrar una persona. No pasaron muchos minutos cuando el ruido de un gran motor atravesó el bosque.
“ESTAMOS SALVADOS” pensé.
Golpeé el brazo de mi novio y señalé la curva en la ruta.
-Viene alguien -chillé dando saltitos.
¡Gracias Dios! No quería pasar la noche en este lugar
Max se acercó y vimos a lo lejos dos luces de algún vehículo acercarse.
-Levantemos los brazos, para que nos vea de lejos. ¿Tienes los reflectores? -pregunté emocionada por ser rescatada.
-Si.
Buscó los dos reflectores que usábamos por la noche y ambos nos paramos en medio de la carretera moviendo los brazos como locos.
Estaba oscuro, y si no llegaba a vernos íbamos a terminar aplastados como papilla en el suelo. .
El gran vehículo comenzó a verse y era gigante. Un tráiler de carga n***o y plateado, con dos luces que cegaban nuestros ojos. Agité con más energía y dí saltitos moviendo los reflectores entusiasmada.
-Max no nos verá -lloriquee al notar que no desacelerar.
Esos vehículos tenían la cabina muy alta y había posibilidad de que no vea los reflectores.
-Nos verá nena, tranquila -animó Max y siguió moviéndose.
El tráiler se acercaba cada vez más y comenzaba a desacelerar. ¡NOS VIÓ! Gracias al cielo, saldríamos de este lugar. Se detuvo a unos metros delante de nosotros y corrí hasta el frente para pedirle ayuda y en cuanto la puerta se abrió, todas mis extremidades se paralizaron.
Una pierna gruesa y larga salió, seguida de una masa de músculo que bajó de un salto al piso. Dejé de respirar al ver al hombre fornido darse vuelta y mirarme. Era...GIGANTE. Una barba espesa cubría su mandíbula y hasta el cuello, ojos oscuros e intensos, cubiertos por cejas pobladas y cabello azabache. Su cuerpo marcado por la camisa a cuadros logró que mis piernas temblaran un poco. Sí que era sexy. Hasta sus muslos se marcaban en el jean gastado que llevaba. Así de duro estaba este hombre.
Volvieron a mi mente esos personajes de los libros eróticos que tanto me gustaban. Mi mandíbula abierta y expresión de shock llamó su atención y se acercó hasta mí, observando un momento antes de hablar.
- ¿Están varados? -preguntó con la voz más grave que había escuchado en mi vida.Todos mis vellos se erizaron y si mis oídos pudieran emitir sonido, saldrían gemidos de placer por su tono.
Iba a responder, pero no salió nada. ¿Varados? Mi quijada quedó varada ante tal espécimen. ¿Era de mala educación pedir que me susurrara al oído con esa voz tan sexy?
No sabía qué decir. Mii boca estaba tan húmeda que temía hablar y babearme. Mis pensamientos y mi boca no se coordinaban. El traidor de mi cerebro solo pensaba en follarme al gigante delante de mí.
-Eh… -fue todo lo que pude decir.
Miró sobre mi hombro y sentí a Max acercarse.
-Buenas noches -saludó mi novio apareciendo detrás -La motocicleta murió y no tenemos señal para pedir ayuda.
El gigante se acercó y le tendió la mano en saludo. Su brazo velludo y duro se reveló justo frente a mi rostro, y sus dedos, gruesos y callosos apretaron con fuerza la mano de Max.
-Yo soy Max -me señaló -Ella es Ava.
-Soy Savage -dijo el gigante.
Uf, hasta el nombre era sexy. Levanté las cejas algo sorprendida porque le pegaba muy bien. La pinta de salvaje la tenía, en el buen sentido. En el muuuuy sexy sentido.
No podía parar de observar su cuerpo e imaginar lo que habría debajo de esa ropa. Me mojaba solo de pensarlo.
Max y yo éramos exclusivos, pero siempre he tenido la fantasía de un trío con un hombre como Savage. Aunque nunca un desconocido, sino alguien de confianza pero, este hombre…uf. Estaba dispuesta a dejar de lado la confianza por probar ese oso.
Apreté mis piernas y dejé que ellos hablaran mientras me deleitaba observando la boca de Savage moverse al igual que sus expresiones. Era todo un hombre de montaña.
Teniendo en cuenta el tipo de tráiler que llevaba seguro trabajaba la madera con hacha. Que hermosa fantasía verlo alzar la herramienta y partir troncos gigantes con sus brazos en medio del bosque. Sin camisa y con la piel brillosa del sudor por el esfuerzo.
Mierda, necesitaba un cambio de ropa interior con urgencia.
Movieron mi brazo y salí de mis pensamientos, volviendo a la realidad y notando que estaba mordiendo mi labio y mirando fijamente a Savage.
-Oye nena -llamó Max -Te perdí por un momento.
Carraspé algo avergonzada. Ojalá no se haya dado cuenta.
-Creo que mi mente quedó en blanco por el cansancio -mentí.
-Savage dice que puede llevarnos sin problema a donde queramos ya que va hacia el norte.
-Eso sería genial -Miré a Savage a los ojos -Gracias.
-No es nada -respondió erizándome.
Max señaló la moto y entre los dos se movieron para subirla al tráiler. En el momento que esos músculos se flexionan para levantar la pesada carga, hice un desastre en mis bragas. Cada línea de músculo se tensó y la tela se ajustó a la carne, dejando apreciar cada línea de su cuerpo.
Su culo en especial.
Mm, seguramente estaba acostumbrado a levantar cosas pesadas.
Como tonta me quedé allí observando con detalle cómo batallaban para subir el enorme vehículo de metal.
Una vez asegurada la moto en el trailer, Max se acercó y tocó mis labios con sus dedos. Ni siquiera me había dado cuenta que seguía mordiéndome.
Acercó su boca a mi oído y susurró.
- ¿Te calentó verme trabajar? -preguntó ronco.
Asentí. No le iba a decir que, si bien me gustaba verlo ponerse en modo macho, Savage se llevaba todo el crédito.
-Pueden subir a la cabina mientras cierro el depósito -gruñó Savage con esa voz gruesa y oscura.
Le di un último vistazo, notando que nos miraba con una intensidad extraña pero excitante.
Max me ayudó a subir y acomodé mi trasero en la cama detrás de los asientos. Era bastante amplio y limpio. Además, noté una puerta unida a la pared detrás de la cama que me hizo pensar en la posibilidad de un baño.
-Wow -dije sorprendida del orden.
-Impresionante -dijo Max subiendo y acomodándose en el asiento del copiloto. -Siempre quise subirme a uno de estos trailers -comentó emocionado.
Escuchamos el cierre del depósito y esperamos a que Savage subiera. En cuanto lo hizo cerró la puerta y encendió el motor, dando vida al enorme camión que vibró con fuerza.
-Muchas gracias Savage -dijo Max -En la anterior parada vimos un pueblo a unas millas de aquí. Aunque el mapa era algo viejo así que no estoy seguro de que siga existiendo.
-Vamos al mismo lugar entonces -dijo Savage con voz ronca -pensaba descansar la noche.
-Grandioso, sin duda encontraré un mecánico allí.
-¿Estás cómoda allí? -preguntó Savage girando su cabeza y fijando sus ojos en los míos.
-Si, gracias por ayudarnos -susurré.
Sonrió de medio lado y aceleró.