Capítulo 2
BEAST
Estaba más atrasado de lo que pretendía. Debí terminar hace horas, pero me entretuve con uno de los muebles que tenía encargados y, cuando me dí cuenta, ya era muy tarde. Ahora estaba en medio de un temporal que iba a soltarse en cualquier momento, terminando de cortar la leña que iba a necesitar por los próximos días. Era temporada de tormentas y habían anunciado por la radio que los próximos cuatro días iban a ser intensos.
A ver, estaba más que acostumbrado ya que vivía en el bosque desde los veinticinco y habían pasado doce años desde entonces. Sabía lo que necesitaba para sobrevivir cómodamente en mi cabaña hasta que pase el temporal.
Además de la leña, dí una vuelta por el pueblo hace un par de días y compré latas de conserva, muchos crucigramas, algunos suplementos y baterías en caso de que el generador falle.
-¡Un par más y nos vamos! -le grité a Toby, mi Braco Alemán que estaba bastante asustado por los truenos y relámpagos, pero ni así se movía de mi lado. Era un buen perro y muy leal.
Mi única compañía en este lugar desde que decidí alejarme de todo.
Golpeé mi hacha sobre el último corte de madera terminando con la pila restante. Alcanzaría para una semana completa. Y algunos días más tal vez.
-Listo amigo, volvamos a casa.
Apilé todo en una carretilla y me encaminé hacia mi cabaña que quedaba a unos trescientos metros de distancia.
Llegué sudado y gruñendo por el peso, pero justo a tiempo de no mojarme. Por suerte el temporal esperó a que pisara mi cabaña para dejar caer la lluvia. Pasaría una noche tranquila, al lado de la chimenea, cenando un buen guiso de ciervo que cacé la semana pasada y comenzaría uno de los crucigramas. Me fascinaban y me entretenía realizarlos desde pequeño. Además ampliaba mis conocimientos que era lo que más me gustaba de ellos.
Preparé los ingredientes del guiso y cuando todo estuvo en el fuego senté mi trasero un momento en las sillas de madera de mi cocina. Las que había hecho yo mismo de cero y que originaron mi amor por la madera. Ahora los muebles en madera eran mi sustento. La gente rica de los pueblos vecinos, esos pijos que tienen sus cabañas para vacacionar y quieren que todo sea natural y en madera, me pedían sus muebles y pagaban una buena pasta por ellos.
Tenía buena vida, no podía quejarme realmente. Una cabaña grande, comodidades como agua caliente, generadores, huertas, invernaderos, un galpón de trabajo con todas las máquinas que necesito y mi camioneta. O mi bebé como me gusta llamarla.
Pero aun así, algo me faltaba.
Si bien la vida en el bosque era lo que quería, había algo que deseaba intensamente. Una mujer que fuera mía, que viviera conmigo, que me amara y con la que poder satisfacer las necesidades que tenía dentro de mí.
Las que ninguna de esas mujercitas de ciudad aguantaba dos minutos. Tenía fantasías, muchas, que llevaba años reprimiendo y era una de las dos causas por las que decidí alejarme de la sociedad, y por las que, cada día que pasaba, aumentaba mi hambre de cumplirlas.
En cuanto estuvo pronto el guiso llamé a Toby para comer pero no respondió. Raro.
-¿Toby?
El gordinflón nunca se perdía una comida y era extraño que no estuviera moviendo su cola desesperado por su plato. Además, había entrado conmigo, así que no podía estar lejos.
Revisé los dos dormitorios y el baño pero no estaba allí, entonces noté la puerta trasera de la cabaña entreabierta. No era normal que saliera por esa puerta a menos que estuviera con él.
Algo estaba mal.
Sin dudar un segundo, busqué mi escopeta, algunas cartuchos y salí a buscar a mi perro. Posiblemente oliera un oso cerca y se puso alerta para cuidar nuestra casa, pero el bosque era peligroso y, aunque era grande, no podría solo con un oso grizzly.
-Toby -susurré abriendo la puerta y apuntando al frente.
Observé con detalle cada objeto frente a mí y mantuve todos mis sentidos alertas. No estaba completamente oscuro, pero casi, lo que era una desventaja para mí.
-Guau, guau, guau -escuché.
No lograba verlo así que estaba lejos de la cabaña. Había captado algo y me estaba llamando. Sin importarme la lluvia salí a buscarlo entre los árboles. El hijo de puta se había alejado bastante y me llevó unos diez minutos encontrarlo. Estaba tenso, entre dos árboles y miraba hacia abajo gimiendo.
-¿Qué oliste amigo? ¿Un oso? -pregunté.
“Grrr, guau, guau”
Y salió corriendo en cuanto me detuve a su lado.
-ESPERA TOBY -grité.
Mierda
La tormenta estaba a punto de entrar en su auge y el desgraciado sabía que no iba a dejarlo. Gruñendo, colgué a mi espalda la escopeta y corrí detrás de mi maldito perro.
El hijo de puta iba tan rápido que no lograba verlo con la lluvia golpeando mi cara, pero se aseguraba de seguir ladrando para que siguiera el sonido.
Un fuerte rayo iluminó el cielo e impactó contra un árbol no muy lejos de mi ubicación.
-¡MALDICIÓN TOBY, TENEMOS QUE VOLVER A LA CABAÑA! -grité furioso.
Le importó un carajo, porque siguió ladrando y alejándose. ¿Qué demonios había olido?
Ya estaba rabioso de enojo por estar empapado y corriendo bajo una tormenta. En cuanto volviéramos no le iba a dar un carajo mi guiso de venado.
No sé cuanto corrí, pero fueron unos quinientos metros más hasta que ví su culo peludo sentado y moviendo la cola.
-Al fin.¿Qué pasa amigo? -cuestioné ya agitado.
No estaba preparado para correr una maratón con botas.
Movió el hocico apuntado a unas ramas frente a nosotros. Un árbol se había caído y su copa superior se había desparramado en el suelo
Levanté mi escopeta por las dudas, nunca está de más ser cauteloso y miré hacia donde el perro señalaba.
Un par de piernas sobresalían entre las ramas.
-CARAJOS -grité al comprender que era una persona.
Bajé corriendo a comprobar si estaba viva. Quebré algunas ramas y las quité de su cuerpo. Por suerte solo las ramas más livianas cayeron sobre su cuerpo. Era una mujer joven.
¿Qué carajos hacía esta chica en el bosque? ¡¿Y CON UN MALDITO PIJAMA?!
Giré su cuerpo para poder tomar su pulso y me quedé en shock al ver su rostro. Era una diosa de hermosa. Pálida con el cabello rojo fuego.
Suavemente le dí unos toques a su rostro a ver si despertaba. Algo me pedía ver sus ojos, pero no fue así. Busqué su pulso y respiré aliviado al sentirlos fuertes y constantes. Solo estaba desmayada.
Terminé de quitar las ramas sobre ella y pensé cómo demonios iba a llevarla. Estábamos a horas del pueblo más cercano.
-No puedo hacer nada aquí Toby -le hable a mi perro.
Tendría que llevarla a la cabaña si o sí. Además, quería llevármela. Cargarla y encerrarla en mi cabaña.
Pasé los brazos bajo su cuerpo y la levanté. El pijama que tenía no ocultaba nada con la lluvia, y podía ver claramente sus pequeños y duros pezones contra la tela. Diablos. Mi v***a se puso dura al instante.
Definitivamente me la quedo.
“Mía, mía, mía” repetía en mi cabeza.
Sujetándola con fuerza y apretándola contra mi pecho emprendí el camino de vuelta hasta mi cabaña. No sabía de dónde venía ni cómo terminó bajo ese árbol, pero me importaba un carajo. La había reclamado y se iba a quedar conmigo para siempre. Mi mujer.
-Guau guau -ladró Toby siguiéndome.
-Exactamente. Tu nueva mami -le contesté.
No podía correr pero intenté acelerar el paso hasta la cabaña, comprobando su estado cada pocos minutos. Su cabello estaba mojado, pero noté algunas gotas rojizas caer por su rostro, así que debía estar herida. Mi pecho se apretó preocupándome de que sea algo serio porque no tenía ninguna herramienta profesional médica, y tampoco sabría cómo usarla en todo caso.
Tenía lo básico para curar y sabía coser una herida, pero nada muy grave.
-Aguanta nena, ya llegamos.
Demoré unos buenos veinte minutos en llegar, insultándome por no poder ir más rápido para protegerla de la lluvia. Estaba completamente ensopada y podría coger una congestión o neumonía. En cuanto entré la apoyé sobre la mesa de la cocina y corrí a buscar toallas y el botiquín.
Gracias al cielo había dejadola chimenea encendida y estaba calentito dentro de la cabaña. La preciosura estaba helada y debía calentarla cuanto antes.
Tenía que quitarle la ropa. Toda.
Observé su cuerpo en el sofá, la tela apretada a su cuerpo sexy. Tenía unas cuantas curvas e hizo que mi v***a pidiera a gritos ser atendida.
Demonios, quería recorrer su cuerpo con mi lengua.
Sin el más mínimo remordimiento comencé a desvestirla y secarla con una toalla mientras admiraba cada parte de su cuerpo. Caderas anchas y carnosas, hechas para sujetarlas mientras embisto una y otra vez dentro de ella. Y su culo, Dios, su culo redondo y gordo me tenía babeando. ¿Cómo se vería ese trasero mientras lo monto? Seguro rebotaría contra mi vientre.
-Pelirroja natural -gemí al ver la recortada mata de pelo entre sus piernas.
La tentación de abrirle las piernas y darme un festín era grande, pero el hombre razonable en mí me recordó que debía atender sus heridas primero.
Gruñendo sequé su vientre y subí por su abdomen, blanco y con una pequeña barriga tierna que me tentó y, sin poder resistirme, bajé mi rostro hasta su piel, respirando hondo su aroma y pasando la lengua por ella.
-Deliciosa -gemí.
Tuve que abrir mis jeans porque mi v***a estaba a punto de estallar contra la tela. Me dolía deliciosamente.
-Uff -suspiré al tener más espacio y seguí secandola.
Sus tetas fueron lo último que liberé y…
-JO-DE-ME -gruñí al ver esas bellezas caer.
Grandes, jugosas y con unos pezones rosaditos y duros que pedían a gritos ser mordidos. Ahora sí, me importaba un carajo todo.
Bajé la cabeza y chupé uno de sus pezones rosados, gimiendo de placer al sentirlo duro y sensible en mi boca.
Ella gimió y me paralizé, temeroso de que despertara y viera mi boca en sus tetas, pero siguió dormida por suerte para mi. Igualmente decidí alejar mi boca. Ya llegaría el momento de tomarme mi tiempo con su hermoso cuerpo.
La levanté y acosté en el sofá junto a la chimenea para dejar que el calor del fuego calentara su cuerpo.Otro gemido suyo me hizo apurarme a curarla porque estaba cerca de despertar.
Había sentido la piel inflamada al costado de su cabeza, donde se había golpeado y revisé por si necesitaba puntos. SÍ los necesitaba.
El corte era pequeño pero tendría que darle un par de puntadas. No era un profesional, pero tenía práctica curándome a mí mismo. Viviendo tan alejado del pueblo, estaba forzado a aprender a curarme.
Con cuidado levanté su torso y me senté en el sofá, apoyando su cabeza en mis piernas y girándola de lado para poder visualizar mejor la herida.
Concentré todo de mí mientras la curaba, porque su cuerpo desnudo y mi v***a dura definitivamente eran un distractor potente.
Cuando terminé con el segundo punto suspiré aliviado. Que difícil trabajar así, joder.
Salí de debajo de ella y coloqué una almohada bajo su cabeza.
Sin poder evitarlo, dejé que mi mano recorriera todo su costado, sintiendo su suave piel blanca.
Era como una muñequita de porcelana.
Delicada.
Y cuando despertara…iba a romperla.