—¿De qué estás hablando? —inquiero. —Muy bien. Entre menos sepas es mejor para ti. —¿También vas a amenazarme? —la chica, cuyo nombre me parece es Idris, se yergue, mostrándose imponente ante mí. —Yo no soy como, Velkan —pronuncia y me da cierta tranquilidad—. Yo voy a actuar sin siquiera avisarte. Y trago gordo. Ella es peor, ella es mucho peor. Me da una palmadita en el hombro y se va. Sus tacones ni siquiera producen sonido, cosa que me alarma. Velkan pasa junto a mí, dedicándome una mirada mordaz. Y cuando se van, cuando ambos desaparecen de mi campo visual, me acerco hasta el tronco del árbol más cercano y me recargo sobre él. Inhalado y exhalando de forma profunda varias veces. Entonces lo sé. ¿Por qué les preocuparía tanto lo que hiciera en mi casa? ¿Por qué ame