—Joelle…—me susurran con cariño y me tocan el hombro para que abra los ojos. —¿Qué? —mascullo con la voz pastosa. —Cariño, vas a llegar tarde a la escuela “¿La escuela?” —¡Por Dios! La escuela —suelto y me impulso fuera de la cama. Esa noche había tenido muchas pesadillas. Velkan metiéndome en una caja y arrojándome al mar, yo no siendo capaz de encontrar las alas de Raziel. Otra vez Velkan encerrándome en cajas y tirándome por precipicios mientras se burlaba y repetía “te dije que tuvieras cuidado con lo que hacías en esa casa” —Te dejé el almuerzo en la mesa —mamá me besa en la frente y se despide—, te veo en la tarde, me voy al trabajo. —Gracias, mamá. Te quiero. —Ten buen día, leoncita —dice y sale de mi habitación. Como una loca me alisto, tomo una ducha con agua helada y me