Despierto y siento un enorme dolor de cabeza, intento sentarme pero todo me da vueltas, empiezo a recordar todo lo que pasó, veo el reloj y ya está amaneciendo, dormí demasiado.
Me pongo de pie lentamente para evitar marearme de nuevo, subo a la cocina y el olor a comida me revuelve más el estómago.
—Buenos días, Jonás —me saluda Izan sonriendo.
—Bueno días —contesto avergonzado.
Me entrega un jugo de naranja y una pastilla.
—Te ayudara con el dolor de cabeza —menciona.
—¿Y Brett?
—Se fue a entrenar.
—¿Lo sabes?
—¿Tú qué crees? —indaga.
Suspiro y me siento frente a ella.
—Obviamente, Brett y tú no tienen secretos.
—Exacto, espero que no te moleste.
—No, no me molesta.
—Sabes Jonás, te entiendo, en algún momento también sentí que no era la mujer indicada para Brett, que nuestr
