Gabriel, Milagros y yo, hemos estado toda la tarde viendo casas; bueno, en realidad él y yo porque mi pequeña no ha tenido mucho que decir al respecto. Ahora, después de este día tan agitado, hemos decidido venir a cenar a un restaurante. En el tiempo que llevamos juntos no hemos ido muchas veces a cenar afuera y la razón es más que obvia. Sin embargo, hoy rompemos un poco los patrones, pero no tanto como para que esto se convierta en un momento lleno de miedo.
Él ha escogido un restaurante ubicado en una solitaria calle alejado de todo el gentío de esta gran ciudad, y por si esto fuera poco, también nos hemos sentado en la mesa más alejada y cerca de una de las puertas de emergencia —Hay miedos que nunca se van, ¿no?— Pregunto mirándolo a los ojos.
Sé que para él esto es más difícil tod
