Tiempo después.
La tenue de la luz de la luna se colocaba justo sobre ella, era la única luz en su aquella fría habitación, abrazada por la soledad de su alma, no sólo de su alma, de su día a día. Su única amiga estaba en Río Janeiro, su novio en otro país, y tenían horario para llamarse, no podía llamarlo en cualquier momento, o cuando lo necesitaba.
Su puerta estaba cerrada con seguro, así se sentía, cerrada en sí misma, alejado de un mundo en la que era parte, se reprochaba por sentirse tan solitaria, dolida por todo, cuando sabía que tenía a Dios consigo, pero no era algo que pudiera evitar, por más confianza que tengamos en Dios, siempre llega el momento en que nos sentimos solos, abandonados, y afanados por el abandono de los demás.
sus brazos rodeaban sus rodillas con fuerza, mientras su mirada estaba fija en la guitarra que colgaba de su armario, una pequeña sonrisa se le escapó cuando recordó que con aquella guitarra, él le había declarado su amor.
«No te afanes»
«No lo hago»
«Si lo haces»
«Sí, lo hago. No puedo evitarlo, pero espero poder aceptarlo».
Se paró de la cama, y tomó una silla la arrastró hacia su ventana que se encontraba abierta, permitiendo que la luz de la luna alumbrara aquel oscuro lugar. Se sentó. Inclinó sus pies hacia la ventana, dejándolas guindadas ahí, y se concentró en observar la luna llena.
Tenía un abrigo de mangas largas, el aire que entraba por la ventana no la hacía abrazarse a sí misma, cuando pensó en eso, no pudo evitar recordar lo sola que estaba en el mundo. Pero no le hizo caso a sus pensamientos, no se dejó llevar por ellos, limpió su mente y se concentró en observar la luna.
Desde que tuvo memoria, creció sin escuchar un te amo departe de sus padres, sólo de su hermano, quien literalmente también la había dejado de lado, no recurrió al alcohol, fiestas para olvidar esas cosas, se aferró a un amor a una edad que tal vez era claro que no era eterno pero... ¿Quién no querría retener lo único que tiene a su lado?
Los días pasaron y le alegró eso, pues podía estar ya con su amiga. Tenía que pagar su trimestre pero no quería decirle a su tía para que no se la comiera viva, no tenía opción.
—Tía —Murmuro, sentía vergüenza. —. ¿Mi madre no ha enviado el dinero de éste trimestre?
—No —Le respondió secamente su tía.
Ella sabía que eso era mentira, si en algo su madre nunca se retrasaba era en pagar sus estudios, pero no podía protestar, no tenía voz ni voto.
Con la cabeza gacha salió de la cocina para irse a su habitación.
—Lau —Escuchó la voz de Matías, su tío.
—¿Sí? —Giro para verlo a los ojos.
—Ven.
Hizo caso, y se acercó para sentarse junto a él en el sofá.
—¿Qué sucede? No aceptó un nada o sólo cosas mías, eres mi sobrina y si puedo ayudarte en algo quiero hacerlo.
Laura suspiró, siempre se quejaba de su soledad y ahora se negaba a hablar con él, quien había sido muy bueno con ella.
—Es de la escuela, parece que mi madre olvidó enviar el dinero del trimestre —respondió avergonzada, con la cabeza gacha.
—Mañana vamos a pagarlo y luego te llevo por un helado, si te atreves a protestar te pagó el otro trimestre adelantado —La advertencia de Matías le causó algo de risa, simplemente asintió sonriendo.
No podía negarse una ayuda que necesitaba.
—Muchas gracias.
—Eres mi única sobrina, sabes que no tengo hijos y tenerte es más que una bendición —El hombre le levantó el rostro con un dedo en su barbilla. —. Eso es lo que te tiene tan triste desde la otra semana, ni siquiera fuiste a la iglesia hoy.
—Es sólo que extraño a mi amiga ¿y si invitas a mi tía a la iglesia?—Le propuso discretamente. En el fondo quería que su tía fuera a ver si eso hacía un cambio en la vida de ella, pero también sabía que el hecho de ir a la iglesia no cambiaba a las personas, sino abrirle la puerta de su corazón a Dios, cosa que su tía parecía aborrecer mucho.
Matías sonrió negando con la cabeza.
—No soy ministro pequeña, solo asisto, además ¿quién dice que me hará caso si tú quien además de invitarla le das ejemplo de tu vida como creyente?
Las esperanzas de Laura se esfumaron, no podía hacer nada, sólo debía aceptar que no siempre se podía tener el control de todo.
—En eso tienes razón —Suspiró.
A la mañana siguiente justo como lo planearon fueron a la escuela luego por el helado, su tía estaba molesta, ella lo sabía y también estaba segura de que algo haría para desquitarse con ella.
—¿No crees que eres muy joven para tener novio? Lau, puede que sea el sentimiento de refugiarte en algo, pero como sé que eres una niña muy sabia te lo diré, si no es el momento no va a funcionar —Le dijo Matías con tanta seguridad que tuvo miedo, era lo que menos quería, de sólo pensar en que lo suyo con Thomás de acabara se sentía morir.
—Bueno, está bien.
Ella estaba ahí, junto a él, pero su mente, estaba tan lejos, no dejaba de pensar en lo bueno que era él con ella, y decidió arriesgarlo.
—Tío, ¿confías en mi tía?—preguntó de repente.
—¿En contexto a qué? —preguntó el hombre frunciendo el ceño, e inclinándose un poco más sobre la mesa.
—Fidelidad podría ser —dijo Laura, dudosa.
—He escuchado cosas negativas, pero no suelo vivir de lo que dicen las personas.
—Me di cuenta, eres un gran hombre Matías, no sabes de cuántas cosas me has salvado, y me siento hipócrita, traicionera de no abrirte los ojos pero... Es que eso pondría en peligro hasta mi vida —Su voz quebró, entrelazó sus manos clavándose sus uñas. —. Mi tía no es quien piensas, sólo es eso.
—Laura —La voz del hombre sonó severa. —. Si hay que deba saber dímelo, te protegeré lo prometo, no temas hablar.
Sintió los fríos dedos del hombre sobre sus manos.
—Yo te quiero como una hija, y si termino u no con tu tía, mis sentimientos no cambiarán hacia ti —La mirada del hombre la conmovió.
—Mi tía es una persona muy mala, sólo me trata bien cuando estás, pero eso es mi problema, lo que te involucra es que... No sé cuántos tíos tengo u el verdadero —Miró sus manos para no ver el rostro del hombre que tenía en frente. —. Todas las semanas que vas a trabajar al exterior, no sé cuántos entran o salen y duermo con miedo. Esto me avergüenza muchísimo y...
Sintió el apretón del hombre pero no levantó la mirada.
—No tienes que avergonzarte de lo que hace tu tía, mientras no seas tú.
—Te prometo que no es un invento —Levantó la cabeza para ver su expresión.
—Lo sospechaba, sé que no eres capaz de inventar semejante cosa de tu tía, no te preocupes.
—Lo siento —Sus mejillas se mojaron. —. De verdad, no soporto más ver como la tratas, lo bueno que eres conmigo y que ella se burle así de ti, por favor no le digas nada.
—No puedo terminarle sin motivos, tranquila, no te involucraré.
Escaneó el rostro del señor y se sintió apenada, él estaba tan feliz cuando la había traído a comer helados, ahora estaba decaído, tenía la mandíbula apretada, y sus ojos picaban. Ella sabía que él amaba a su tía, y eso era lo que más le atormentaba, pero era mejor la verdad.
Continuó con su helado en silencio, respetando el dolor de su tío, aunque ya ni sabía si seguía siendo su tío, o era uno más en la lista.
[...]
Dos tazas de leche y tres tablas de chocolate, eso tenía en la mente, tenía unas inmensas ganas de tomarse un chocolate bien rico inmediatamente que llegara a casa. Tenía literalmente el día planeado, le parecía extraño que su tía no estuviera hecha una fiera pero agradecía aquello.
Estaba casi segura de que inmediatamente que Matías le cortara sabría que ella tenía algo que ver.
Entro a casa y dejó su mochila en la sala sobre uno se los sofás, quiso ir a la cocina pero a su encuentro llegó su tía que la saludó con una bofetada que la dejó en el suelo.
—No tienes ni idea de lo caro que pagarás esto —La mujer la levantó del frío suelo y le volvió a pegar varias bofetadas más, la tiró del pelo y la maltrató a su gusto sin piedad.
—¡No te advertí que no abrieras la bocota!
—¡Matías merece a una mujer no a una cualquiera!—gritó Laura, recibiendo otra bofetada.
—¿Advina qué?—Su tía sonrió siniestramente. —. Extrañaste mucho a tu amiga la semana pasada ¿verdad? Ahora la vas a extrañar con gusto —Sacó su celular de su bolsillo.
Laura confundida fruncio el ceño.
—¿Qué vas hacer?—Su voz salió a duras penas.
—Pues llamaré a tu madre para que venga por ti.
La sarcástica risa de su tía no le importó, si no el significado de sus palabras.
—¡No, no me hagas esto tía! Te lo suplico, Paula me necesita —Se arrastró de rodillas hacía ella. —. Lo siento, por favor no, eso no, te lo suplico tía, no me separes de ella, no me quiero ir —Empezó a llorar desesperada.
—Eso debiste pensarlo antes de arruinar mi relación con Matías —Su tía llevó el celular a su oído.
—¡No! No lo hagas por favor, te lo suplico —Sostuvo el pie de su tía. —. Perdóname, lo siento, golpeame, has me lo que quieras pero eso no.
Ni sus gritos, ni sus llantos hicieron efecto en su tía, una vez más supo que era cruel, simplemente cruel.
—¡Ven a buscar a tu mocosa mañana mismo!—Seguido de aquellas palabras la mujer colgó. —. Espero que aprendas a no meterte conmigo. Empieza a empacar tus cosas.
De una patada su tía la alejó, no se inmutó a levantarse, se desplomó completamente en el suelo echándose a llorar fuertemente, ése llanto no podía ser en silencio, le dolía demasiado, tenía que dejarlo salir, sí o sí.
—Eso quería comprobar, amor —El individuo hizo énfasis en la palabra «amor» ambas mujeres se sorprendieron al escucharlo, no habían notado su presencia.
—Mat —Murmuró la mujer. —. Cariño, no es lo que —Antes de que la mujer se le acercara, el hombre alzó su palma deteniéndola.
—No te atrevas a tocarme, me das asco Samantha, y si todavía te queda algo de dignidad, algo de ser humano no le pegues a Laura.
El susodicho se marchó, y la mujer empezó a llorar, uniéndose a su sobrina.
Laura pegó su espalda al sofá y con ambas manos tapando su rostro continuó llorando, llorando y llorando sin cesar, sin consuelo alguno.
—Yo lo amaba, era al único que quería.
Su llanto no le permitía hablar, no entendía como su tía podía decir amar a Matías, lo amaba y lo engañaba ¿qué clase de amor era ése? No era sólo con alguien, con varios ¿cómo se atrevía a decir que lo amaba? ¿Tan descarada era? No le cabía en la cabeza lo inhumana que era su tía.
—Podías ser tan amable de prestarme a Laura por una hora —Pidió Matías entrando nuevamente a la casa.
La mujer sólo hizo un leve asentimiento con la cabeza. Laura sorprendida buscó los ojos de Matías quien le extendía la mano.