Capítulo 7

1767 Palabras
No quería que te fueras, y te fuiste. No quería ser huérfana, y lo fui. Poco a poco me fui dando cuenta que nada dependía de mí, que las cosas sucedían porque así tenían que ser, y poco a poco fui dejando de culparme por cosas que no me corresponden. Mamá. Papá. Me alegra no poder odiar los, porque si pudiera, sería un gran odio, los odiaría como a nada en éste mundo, pero gracias a Dios, no es así, conocí personas que me guiaron al camino de la verdad y la vida, por medio de su abandono, una gran amiga, un gran chico, y una gran aconsejadora. Tengo miedo de moverme de aquí, quiero y no quiero ir a despedirlo, no esperaba que el tiempo pasará tan rápido. Ya estoy vestida, pero no me muevo de la cama, me armo de valor t salgo de la habitación para irme. —¿A dónde vas?—pregunta mi tía, a mi espalda. —Hoy se va Thomás —contesto sin voltear a verla, y sigo bajando. —¿Y a quién le pediste permiso?—Hace énfasis en la última palabra. —Creí Habértelo mencionado —Volteo para mirarla al fin. —. ¿Qué? Ahora vas a prohibirme eso también, despedirme de él —digo con ironía. —No pensaba hacerlo, fíjate —Se cruza de brazos. —. Pero no pediste permiso, no vas, sube a tu habitación ahora mismo, no vas a ninguna parte —Manda con autoridad. —¿Qué?—Me quedo fría, esto no podía ser verdad, miro la hora en el reloj que llevo en la mano izquierda, en cuarenta minutos él ya deberá abordar. —. No puedes hacerme esto, no puedes prohibirme eso ¿quién te crees que eres? ¡No eres mi madre! —Gracias a Dios no lo soy, ni aunque tuvieras, subes o te subo, no lo repetiré. Hiervo, pero que como agua lista para chocolate, no lo soporto más y subo llorando, tiro de la puerta un portazo y me lanzo a la cama. Luego de llorar un rato le hablo a Paula, quien me da la idea de escaparme que no está nada mal. Tomo la llave de mi habitación antes de ponerle seguro, y mi teléfono, abro la ventana y observo la altura, saco ambos pies quedando sentada sobre la ventana, la cierro un poquito y luego me lanzo hacia el césped. [...] Cuando llegaron al aeropuerto, ya los padres de Thomás se habían marchado, Paula los conocía pero nunca habían intercambiado más que saludos, pues los padres de Thomás eran personas reservadas, y con unos principios algo exagerado. Aborrecían el hecho de que él tocara, pues siempre le repetían que no querían un músico, sino un arquitecto profesional. —¿Por qué no llega?—preguntó desesperado. —Va llegar, Thomás. Le dije que se escapara, sólo ten paciencia —Le pidió Paula algo conmovida por la situación, y eso que apenas era el comienzo. Luego de que se despidieron, Laura estaría fatal, y se estaba preparando para consolarla. Pasaron cinco minutos, cinco minutos en los que Thomás se mantuvo dando vueltas como un animal enjaulado. —¿Dónde estás, Laura?—Decía con desespero. —. Sólo quedan cinco minutos, Paula, ya debería estar haciendo la fila. —Lo sé, Thomás. Pero Laura tiene que llegar —Aseguró Paula. Estaba parada junto a Edward esperando también la aparición de Laura. «Pasajeros de vuelo cinco, empezar a abordar por favor». Cuando escucharon el anunciado perdieron las esperanzas de que esa despedida se realizara. Paula miró a su amigo tristemente sin saber que decirle. Se acercó, y envolvió a la enana entre sus brazos en un abrazo fraternal. —Te quiero mucho, pequeña. —Te voy a extrañar mucho —susurró abrazando al chico con fuerza, mientras sentía sus mejillas humedecer se. —Vendré en cuanto tenga la oportunidad —Thomás se alejó, y le secó las lágrimas. —. Sólo dile que… La amo —dijo con voz rota. Paula asintió. —Ojalá y si lo pudieras decir tú —Sonrió tristemente. —Ojalá. Ya me voy —La abrazó nuevamente, luego se alejó para ir hacia su fila —Sólo en las películas llegan s tiempo —comentó Paula nostálgica viendo a su amigo marcharse. —Así es la vida real —Edward suspiró. Las puertas de la entrada al aeropuerto se abrieron, seguido entró la castaña corriendo como si su mundo dependiera de cada paso. Miró de un lado a otro buscando aquel chico que le robaba el aliento, vio a su amiga, y sintió su pecho encogerse. «¿Se ha ido?». Fue la pregunta que se formuló en su mente. Miró el punto fijo que veía su amiga con tanta tristeza, y vio la espalda del alto pelinegro caminando hacia su destino. —¡Thomás!—Corrió con todas sus fuerzas. —. ¡Thomás!—Volvió a gritar deteniéndose a esperar que girara a verla. El cuerpo de Thomás se tensó, no podía girarse pero se obligó a hacerlo, sus ojos cayeron en los ojos verdes de la castaña. La escaneó de pies a cabeza para asegurarse de que era ella, no su imaginación. Su cabello castaño estaba alborotado, y pegados a su cuello por la carrera que había corrido, sus ojos tenían un brillo apagado, sus labios entre abiertos dejaban salir leves jadeos por haber corrido tanto, vestía unos jeans azules, y una camisa roja de mangas largas, y por último unos zapatos negros planos de piel de gato que le había obsequiado. La miró a los ojos, y sintió su pecho abrirse al ver la tristeza en los de ella. Dio un paso, y sintió que el mundo se detenía, otro paso, y se desesperó, ansiaba abrazarla ya. Ambos corrieron a su encuentro, el contacto de sus cuerpos fue fuego contra fuego, deseo contra deseo, amor contra amor. Laura rodeó sus brazos alrededor del cuello del chico con fuerza, mientras el rodeaba su cintura. Duraron unos minutos sin soltarse hasta que los sollozos de la chica interrumpió su momento de silencio. —Sólo cumple lo que prometiste —susurró aferrándose a él. Thomás se alejó, y tomó el rostro de la chica entre sus manos mientras secaba su lágrimas. —Lo haré, no hagas esto, no llores, linda. —Tengo mucho miedo, y dudo a cada instante —Sollozó Laura. Thomás la calló con un beso, un apasionado, y profundo beso el que ninguno quería finalizar. Se separaron por falta de oxígeno, y él la volvió a abrazar. «Pasajeros del vuelo cinco, favor de abordar». Ambos cerraron los ojos con fuerza al escuchar aquello. Besó el cien de la chica mientras susurraba: —Te amo. Laura lloró. —Hasta ahora tenías que decirlo. —Hasta ahora siento lo doloroso que será estar sin ti —Aspiró el aroma de su cabellera antes de alejarse por completo. Se alejó poco a poco para abordar el avión, Laura se quedó ahí, viendo a su amor marcharse, lejos de ella. El chico dio media vuelta, y regresó hacia ella, inmediatamente que estuve cara a cara nuevamente con ella, estampó sus labios contra los de ella tomándola por sorpresa. —Hasta pronto. Un paso, otro paso, con cada paso se hundía su pecho, poco a poco lo perdió de vista, y sintió como si algo la quemara en el pecho. El dolor era tan desesperante que sintió ganas de desplomarse en el suelo, y llorar, llorar hasta quedarse seca, sin lágrimas. Dio medía, y empezó a caminar hacia su amiga quien se mantuvo a la par de Edward viendo la escena, mientras lágrimas brotaban de su mejilla. Paula no hizo más que abrazarla como pudo con su vientre. —Se fue. —Repitió Laura como un disco rayado. —Volverá, sólo te queda esperarlo —Paula le dio varias palmadas en la espalda a su amiga. Edward las llevó a casa, Laura decidió quedarse con Paula por lo cual él aprovechó y se marchó. La castaña se la pasó acostada sobre las piernas de su amiga, tristemente por horas. —¿Ya?—Le preguntó Paula. —¿Crees tú que es algo qué se me vaya a quitar?—Le dijo sin moverse para mirarla. —Mientras Thomás esté vivo, no hay razón para llorar de esa manera. Ya que estás aquí, ayúdame a limpiar —Hizo que la castaña se parara, y luego se paró ella. —Yo limpio la cocina, tú sólo barre —Le ordenó la castaña. —La que propuso limpiar fui yo —Le reprochó. —La que está embarazada eres tú. —Sólo falta que me compren la silla de ruedas —Rodó los ojos, y su amiga le sacó la lengua. La tarde transcurrió con total rapidez, ella estaba asustada, por alguna razón no quería regresar a casa, su tío no estaba, y su loca tía podía ser capaz de cualquier locura, y aunque no le tenía miedo, se preocupaba por si un día perdía el completo juicio. El abandono de su hijo la había vuelto más mala, rencorosa y odiosa, pero Laura no entendía porque ella tenía que pagar por algo del que no tenía ni la menor idea, simplemente había salido lo sucedido. Entró por la puerta trasera, que la dejó en la cocina, caminó despacio para asomarse y ver si había alguien en la sala pero se encontró con un hombre allí. Tenía un semblante que daba terror, estaba frente a frente a él, dio varios pasos hacia atrás del susto, sin apartar la mirada de él. Gritó inesperadamente cuando él la atrajo de golpe. —¿De qué huyes?—La aguda voz del hombre hizo recorrer un escalofrío por todo su cuerpo. —Suélteme —Ordenó con voz débil. —¿Sabes si tu tía tiene otro amante?—Él obvió su mandato. —No lo sé, Suéltame —Sacudió sus muñecas pero era en vano, cuando se sintió libre no esperó ni siquiera mirarlo y subió corriendo a su habitación, se encerró con seguro y trató de tranquilizarse. Vivir con su tía era un completo error, podía pasarle una tragedia gracias a ella y su no haría nada, simplemente lo dejaría pasar. Si nunca mostró interés por ella, ¿algún momento lo haría? Muy contrario a eso, la odiaba, sin razón alguna, o eso creía Laura. Hellooooo. Volví para quedarme chicas, al menos por un mes. Espero que les haya gustado el capítulo y si es así no olviden dejarme sus comentarios. ¡Gracias!
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