Thomás.
Si me preguntaran: ¿Qué más me gusta de ella? La respuesta es simple, verla sonreír, no puedo decir algún rasgo de ella, o su belleza, su pelo, es que nada de eso importa, verla sonreír cambia mi día, la felicidad lo cambia todo, la preferiría calva que infeliz.
Me duele saber por todo lo que debe pasar, lo que debe aguantar, tengo tantas ganas de tomarla de la mano e irnos lejos pero... Ahora mismo no puedo, ella debe estudiar, yo también, y cuando lo haya hecho, podré darle todo, lo más importante, mi compañía, tratar de hacerla feliz, porque al final, nada de lo material cuenta. Absolutamente nada.
—Hijo —La voz de mi padre me hace sobresaltar.
Apagó el teléfono rápidamente dejando de ver nuestra foto juntos en la presentación.
—Te lo repetiré otra vez ¿vale? ¿Qué eliges? ¿La guitarra o la universidad?
Suelto un sonoro bufido tocando mi frente.
—Papá, el hecho de que me guste o toque la guitarra no significa que viviré de eso, o seré artista, simplemente me gusta —Le digo lo mismo que le decía siempre.
—Lo tuyo es arquitecto, ingeniería, no músico, no quiero repetirlo, en ésta familia no aceptamos músico, queremos profesionalidad, no investiré mi dinero en vano —exclamó mi padre señalándome.
—Sólo toco para Dios, no es que fuera a ser un guitarrista —dije, empezando a molestarme.
Mi padre rió con ironía.
—No, hijo, ese tema otra vez no, sé que te gusta ir a la iglesia pero no me vengas con religión, mejor piensa en tu futuro.
Lo segundo que escuché fue la puerta de mi habitación cerrándose.
—Si eso le molesta que será decirle que soy creyente o que tengo una novia —comento para mí misno.
Mientras más cerca me siento de la graduación, más lejos me siento de ella. Pero no podemos hacer nada, quiero pensar que la distancia nos ayudará en nuestra relación.
Salgo de casa sin tomar nada, falta pocos minutos para la hora de nuestra cita, pero quiero caminar un poco, relajarme y pensar. Entro ambas manos en los bolsillos delantero de mi pantalón mientras camino con la mente tan llena que quisiera sentirla vacía.
Dejo de pensar y enfoco mi vista en el camino, Encontrándome con ella ahí. La miro, y me gusta lo que veo, su sonrisa, está detrás de un perrito a punto de cruzar la calle, le toca la cabeza peluda y le sonríe.
Se para al ver al dueño acercarse, alza la mirada y se queda mirándome. Lleva un vestido azul que resalta su piel, sus ojos verdes brillan y su sonrisa se agranda. Su pelo cae sobre sus hombros con una pequeña venda cubriendo alrededor de su cabeza de color blanca, y como casi siempre, unos zapatos planos negros. Sencillamente ella.
Corre hacia mí y se lanza a mis brazos, la abrazó con las mismas ganas mientras le doy vueltas. Cuando la dejo en el suelo, no la dejo hablar y la besó, la extrañé, los momentos a su lado se sienten muy cortos y el tiempo se pasa volando, ojalá y pudiéramos detener el reloj cuando estemos juntos.
—Oye —Ella se aleja despacio, pero yo le acerco más. —. Thomás —Gruñe contra mis labios.
—Es que te extrañé un montón —Le digo, besándola castamente.
—Mmm, interesante —susurra, alejando mechones de su frente. —. Pero tienes vecinos, no queremos que el león de tu padre como le dices, tenga una opción más para molestarse contigo.
—No se cuando me entenderán, vamos, no quiero volver a casa —La tomo de la mano y empezamos a caminar.
—Tenemos eso en común, nuestra familia apesta —comenta vacilando nuestras manos de delante hacia atrás. Y tiene toda la razón, aunque a diferencia de ella, sé que mis padres me aman, sólo que quieren que haga todo lo que quieran, es como si no tuviera voz ni voto. Y odio eso.
—Mejor olvidemos si siquiera existen —Beso el dorso de su palma.
Pasamos la tarde juntos, aprovechando que su tío estaba y que su tía no podía negarle nada cuando él estaba.
—Será un día muy especial pero también muy triste —dijo, captando mi atención inmediatamente.
—Será un paso grande, quiero que me prometas que estarás bien, que no le pondrás mente a lo que haga tu tía —Le pido, mirándola fijamente a los ojos.
—Lo intentaré, lo prometo —contestó, sonriendo.
Laura.
No he percibido muchas historias de amor, no tuve la oportunidad de admirar el amor de mis padres, no puedo decir que me gustaría un amor como el de ellos porque la verdad, nunca estaban y yo me la pasaba metida en mi habitación.
Miro alrededor indecisa, la verdad no tenía pensado que comprarle aún, sólo quería tener el dinero para el momento, y ya llegó.
Decidí pedir que me hicieran una pulsera con mi nombre, y una con su nombre para mí. Le compré una camisa con el dibujo de una guitarra y un suéter con la palabra Fé.
De verdad espero que le guste, iba a comprarle una guitarra pero gracias a mi tía eso no fue posible, además ya tiene una aunque otra no estaría demás. Después de comprar aquello pasé a casa de Victoria por el vestido, me da tanta pena, sé que ella lo hace con mucho gusto pero igual siento pena, parezco una huérfana literalmente.
—Pensé que no vendrías por ella, ya iba a comentarle a Paula, que bueno que viniste —Me dice, dándome un gran abrazo.
—No sabe cuanto se lo agradezco, Victoria —Me alejo para mirarla a los ojos.
—De nada, cariño. Harías lo mismo por mi chiquita —Me toca la mejilla con ternura, ojalá y mi madre me diera tal caricia.
—Muchas gracias —Le doy un beso en la mejilla, y con dos bolsas salgo de su casa.
Al llegar a la mía, entro como fantasma para evitarme problemas, ya tengo suficiente. Dejo las bolsas sobre mi escritorio y me siento sobre mi cama.
Tengo tanto miedo de perder a Thomás, sólo lo tengo a él y a Paula, no me quiero hacer la idea de que mañana no esté, Paula va a ser mamá, él se va, y yo seguiré aquí con una tía desquiciada, abandonada, sin familia.
Y pensar que muchos hijos tienen unos padres grandiosos y no lo valoran. No quiero dormir, no quiero que llegue mañana, no quiero que pase un día más, ¡no quiero que estemos cerca del adiós! Pero en algún momento llegará.
Me acuesto de espaldas y observo el techo recodando como me declaró su amor. Sentí que iba a darme un ataque ese día, pero debo admitir que estaba desbocada de felicidad, ojalá y mi hermano nunca se hubiera ido, huyó de lo que sentía por Verónica y terminó en su camino nuevamente, que ironía, el amor ¿no? Espero que yo y Thomás tengamos toda una vida juntos.
Escucho la melodía de I Still Believe y paso mi mano por la mesita de noche tomando mi celular.
—Hola —contesto, llevando el aparato a mi oído.
—Es mañana —Oigo su hermosa voz, y quisiera tenerlo junto a mí.
—No me lo recuerdes —Paso mi mano por mi cabello, frustrada.
—¿Vas a esperarme?
Otra vez esa pregunta. ¿Acaso tenía que gritarselo al mundo para que estuviera convencido.
—Sabes que sí, siempre y cuando me des la esperanza de que espero con certeza. Una y mil años más.
—Y yo te prometo que volveré, como sea volveré, tormenta, terremoto, pero lo haré.
—Dejate de bromas —Le digo riendo. —. Te deseo lo mejor, mañana y siempre.
—Te quiero mucho Laura.
La manera en que lo dice, el sonido de su voz tan dulce, me embarga y me dan ganas de llorar.
—Yo también te quiero mucho, Thomás.
Nos despedimos, y me dormí un poco más tranquila. Planeamos no vernos hasta la hora de la fiesta, como si fuéramos a casarnos, me gustó la idea, y por estoy aquí en casa, tampoco puedo llamarlo y es una tentación muy fuerte tener el celular al lado.
Estoy envolviendo su regalo, cuando empiezo a escuchar la discusión de mi tía y su novio. Me levanto de la cama y me acerco, pego mi cabeza a la puerta para escuchar mejor. Por un lado quiero que él se entere de la verdad pero por otro tengo miedo, mi tía me pintará inmediatamente como la que soltó la lengua.
—Aún no, Matías, ¡entiende por favor!—exclama mi tía. Me confunde porque no sé de que están hablando.
—No entiendo, somos adultos y no es que fuera el primero —Después de aquello no escuché nada más.
Él no sé podía ir, si se va yo no podré salir, mi tía se la va a desquitar conmigo y yo por nada voy a faltar a la graduación de Thomás. Salgo rápidamente de la habitación y veo a Matías a punto de irse.
Espero no arrepentirme.
—¡Tío!—exclamo, y él voltea a verme.
Me sonríe y luego frunce el ceño.
—Dale tiempo a mi tía para que lo piense, ya sabes que su primera experiencia no fue buena y tal vez sea lo mejor, para que no vaye a desquitarse ese rencor hacia ese ser —farfullo, desesperada.
Siendo sincera, mi tía no debería tener más hijos, creo que terminaría matándolos, odia a los niños, pero pobre de Matías que no ha visto su verdadero rostro.
—Tienes razón, no pensé en eso —Él suspira y regresa hacia mi tía. —. Lo siento amor, tomate el tiempo que necesites —Toma a mi tía de las manos y la mira fijamente a los ojos.
sonrío satisfecha aunque dolida por arreglar algo que debía arruinar, Matías no se merece nada de lo que mi tía le está haciendo pero ¿qué puedo hacer? Tengo suficientes problemas ya, como para perjudicarme yo misma.
Regreso a mi habitación y sigo en lo que estaba. Siempre me digo que todo tiene su final, pero al mismo tiempo siento que mi tortura es eterna.
Las últimas horas que quedaban pasan volando, me alegra pero a la vez estoy nerviosa, mientras me alisto me imagino a mi madre ayudándome a lucir hermosa para la graduación de mi novio, dándome consejos de mujeres pero es sólo eso, mi imaginación, nada más.
El vestido que me hizo Victoria me queda un poquito ajustado a la cintura, las mangas son cortas, y me queda sobre las rodillas, es sencillo y un poco pegado al cuerpo, contrario a lo que suelo usar pero me encanta. Me hago una coleta dejando dos mechones sueltos, uso un poco de brilla labio y estoy lista.
Entro el regalo de Thomás en mi cartera que también se puede usar de mochila, y por último me pongo los tacos, no tan altos, no soy tan fans de ello.
—Veo que pensabas salir —Giro tan bruscamente que la coleta cae sobre mis hombros dejándome flequillos en el rostro. —. Estás hermosa, sobrina hermosa.
Ésta demás decir que no confío en ella, por lo tanto no me espero nada bueno de su visita a mi habitación.
—¿Qué quieres, tía?—pregunto, enfrentándola.
Ella ríe con picardía.
—No te pedí ayuda con Matías, yo sé como manejar a los hombres, espero que aprendas mucho conmigo —Se cruza de brazos, arqueando una ceja. Se acerca e inclina su rostro hacia mi oído. —. Atreve te a abrir la boca y voy a hacer lo que tanto temes que haga, es mejor que mantengas esa amistad con él, nos conviene a ambas ¿no crees?
Se aleja lentamente mientras yo trabajo en no llorar, no mostrarme débil ante ella.
—¿O acaso no es así querida sobrina?—Sonríe perversamente.
Nunca entenderé el por qué me odia, ¿por qué todos me odian? Tal vez fui un bebé no deseado quien sabe.
—¿Qué pasa, tía? Esperas mi respuesta ¿acaso ya no eres la autoridad o te sientes débil?—pregunto, sonriente. Podrá humillar me pero no pisotear me.
Levanta su mano para abofetearme pero tomo su mano dejándola en el aire.
—Ni se te ocurra, hoy es un día muy especial para mi novio, y no vas a arruinarlo —Suelto su mano con brusquedad. —. No te equivoques tía, yo también puedo hacer de tu vida un infierno si me lo propongo, es sólo que no soy igual que tú, te preocupa que le diga algo a Matías ¿no? Podía hacerlo sin importar que ataques contra mí —Sonrío con picardía. —. Las cartas se pueden voltear y a ti te puede ir muy mal.
Camino hacia la puerta y la abro para que salga, ella sale completamente muda de la habitación. Cierro la puerta y me pego a ella de espaldas, tapo mi rostro sin saber que hacer.
—Dios, que he hecho.
No pude cerrar la boca, no me pude contener, tal vez haya empeorado mi situación con aquello y desgraciadamente no me arrepiento, disfruté decirle todo aquello.
Me doy un retoque, tomo mi cartera y bajo. Ambos están en la sala, como si estuvieran esperándome para despedirme.
¡¡Holis!! Revivi, lo sé. Lamento aún no publicar los capítulos extras narrados por Edward en Paula, es que tengo muchísima tarea, la escuela no me está dejando nada de tiempo, pero los publicaré, lo prometo. Los quiero...