Capítulo 5

2126 Palabras
Estoy asustada. No sé que tienen para decirme, pero me preparo mentalmente. Termino de bajar y me acerco a ellos. —Estás hermosa, linda —Halaga Matías. Tan tierno y guapo, es un gran hombre y me da tanta pena. —Gracias, Mat —Le sonrío. Abre sus brazos y me envuelve en ellos en un gran abrazo, lo abrazo fuertemente porque en ésta casa es el único que me hace compañía, el único que me saca una sonrisa, y me he encariñado mucho con él. —Ten una hermosa noche, puedes venir después de las once, disfruta, pero con la condición de que no harás nada que no sea de ti —Me advierte alejándose. —Sabes que no —Le seguro. —Confío en ti, así que no te preocupes por la hora pero tampoco llegues después de las doce, más tardar las doce y media. Asiento sonriendo. Es un amor, ojalá y tuviera un padre así, me he soltado con él, de una manera que nunca me he soltado con algún familiar. —Ven acá linda —Mi tía abre sus brazos y dejo que me abrace. —. Portate bien ¿quieres? Él se irá, me imagino que lo tienes presente —Me susurra al oído. —. Disfruta, cariño —Besa mi mejilla. —Hay tía, te conviene tenerme aquí, desgraciadamente ya tu hijo te abandonó. Recuerda que lo que haces a media noche se descubre a medio día, ah, no cambies pan por piedra —Beso su mejilla, con una gran sonrisa. Me alejo y abrazo nuevamente a Matías, me despido y me voy. Mis intenciones no son lastimarla, pero me tiene harta, y lamentablemente su punto débil va a ser parte de su día a día porque no me amenazará más, voy a defenderme aunque no sea siempre, le dejaré en claro que lo temo, sólo que no regreso mal por mal. Tomo el primer taxi que pasa frente a mí, y voy a la escuela. Voy metida en f*******: en mi celular mientras camino hacia la entrada, me topo con Paula al mismo tiempo que veo una foto de ella dormida en el cumpleaños de Edward. Se la muestro inmediatamente y ella le reclama a Edward, se ven tan lindos juntos aunque sé que ella no ha sanado aún y espero que cuando eso pase, le de una oportunidad a Edward. Siento a alguien jalar me del brazo, sorprendida abro la boca y termino con mi mano sobre el hombro de alguien. Su aroma me embarga, no tengo que verlo para saber que es él. El pasillo detrás de los pabellones está oscuro, es normal, ahí nunca hubo luces y dudo que los que organizaron la fiesta hubieran tomado su tiempo para ponerle bombillos. Siento sus labios contra los míos, y lo sigo, llevo mi mano que estaba en su hombro a su cuello. —Felicidades —susurro al alejarme de él. —Te extrañé —Besa mi mejilla. —. Me arrepentí de haber propuesto sólo vernos hasta ahora. Sonrío. —Ya estamos aquí ¿no?—Beso castamente sus labios y lo tomo de la mano. —. Andando, tu graduación nos espera. Entrelaza nuestros dedos y nos vamos de la mano. Hay estudiantes por todas partes pero la pista de baile es en el salón de acto, donde cada quien había recibido certificación de finalización de bachillerato, y hoy es la fiesta. El día es lindo, no quiero que acabe, se siente bien estar así, pero también está que estamos cerca de que Thomás se marche, no entiendo porque tengo tanto miedo cuando ya hemos planeado lo que haremos, es como si nada nos fuera a salir como esperamos. —¿En qué piensas?—Escucho su voz cerca de mi oído, y me estremezco. Despego mi barbilla de su hombro y lo miro a los ojos, sintiendo una tristeza inmensa en mi pecho. —Tengo miedo, de enfrentar la vida sin ti —confieso. No quiero arruinar el día pero es lo que siento, es como si él no fuera a volver o no nos volveríamos a ver, sé que aún no es el momento de que tengamos una relación pero, no quiero esperar en vano. Siento sus dedos en mi mejilla. —No sé que será de mí, o que será de ti, sólo sé que eres mi gran amor —Besa mis labios suavemente. Una lágrima recorre mi mejilla mientras lo beso. Nos alejamos por la falta de aire, y lo miro a los ojos, aferro mi mano a su hombro y continuamos bailando. Para muchos otros, hoy es un gran día, de disfrutar, para nosotros es como una despedida. Apoyo mi cabeza a su hombro y cierro los ojos dejándome embargar por su aroma mientras nos movemos al ritmo de la música. Es difícil decirle adiós a la única persona que está para ti, sólo tengo a una tía a lo que no le importo en Brasil, tampoco es que quisiera tener a mi familia cerca, sería como no tenerla. Rodeo con mis brazos el cuello de Thomás con fuerza, la tristeza me embarga, se supone que íbamos a disfrutar de la noche, que no íbamos a pensar en aquello pero es imposible cuando el día se siente tan cerca. Sus fríos labios tocan mi mejilla. Mi tía tendrá tanto poder sobre mí cuando él se vaya, aprovechará mis días malos para hacerme sufrir, y lo disfrutará como si fuese su mayor logro. —Linda—Ronronea, y por la manera en que lo hace, sé que lleva tiempo llamándome. —Sí —Me despego de él para verlo a los ojos. —Estás hermosa —Sonrío, no digo nada porque sé que no ha terminado. —. No pienses más, sólo deja que pase. Asiento, lo dejo alejarse para que de su discurso viéndome fijamente a los ojos, sus palabras son ciertas, ya no serán adolescentes si no jóvenes con responsabilidades, esa etapa de su vida pasó, llega una fuerte etapa de mucha discordia. La vida es un escalón. Termina de hablar y camina de regreso hacia mí, me toma de la mano y me saca del lugar. Nos metimos al pequeño bosque cerca de la escuela y nos quedamos ahí a ver las estrellas. Estoy sentada de espaldas en medio de sus piernas mientras él, juega con mi cabello. Dejo mi cartera sobre mi regazo y saco su regalo, lo extiendo sobre mi cabeza para que lo tome. —Fue una simple fiesta y me das regalo —Me dice, luego de tomarlo. —Espero que te guste —murmuro dejando mi cabeza pegada a su pecho. Con sus brazos sobre mis hombros extendidos hacia abajo abre la pequeña caja que yo misma decoré. Sobre la camisa y el poloche están las pulseras que mandé a hacer. Me costaron sólo cincuenta dólares, gracias a la señora Victoria pude comprarle algo al menos. Mira ambas pulseras por unos minutos y empieza a ponerme la mía. Giro de lado un poco para ponerle la suya, el viento sacude mi cabello que gracias a mi novio estaba suelto, me había quitado la coleta. Aparta los mechones de mi frente y cuello para que no me opaque la vista. Termino de ponerle la suya y une sus labios con los míos en un suave beso. —Gracias —Deja un casto beso en mis labios antes de alejarse y besar mi cabeza. Revisa lo que quedaba y sonrío al ver su cara. —. Sabes que amo tocar la guitarra, imagínate yo hiendo a la universidad a estudiar arquitectura con un polo de guitarra —Bromea. Río. —Tu padre te mataría literal —Me paro y hago que él haga lo mismo. Dejo la caja a un lado y empiezo a quitarle la camisa, mantengo mis ojos en los movimientos de mis dedos para minimizar mis nervios. Mientras menos botones quedan, más largo se hace la línea de vellos en su pecho, le quito la camisa completamente y tomo de la caja la que le compré junto al poloche. —¿Camisa o el poloche?—Le pregunto, mirándolo a los ojos al fin. —La que gustes —Encoge sus hombros. Me decido por la camisa y se la pongo. —Listo, deseo cumplido, verte con ella puesta —Le digo con una sonrisa. —¿Es enserio?—Entre abre los labios arqueando una ceja. —Sí, te queda perfecto —Lo miro divertida. Me envuelve en sus brazos con ternura. —Gracias. —Gracias a ti, por siempre estar aquí. —Y quiero estarlo siempre —Pasa un mechón detrás de mi oreja. Escaneo sus ojos grises, formo una línea con mis labios mientras lo miro con ternura y nostalgia. —Son pocas las veces que me miras así, pero es suficiente para calentar mi corazón —Toca mi mejilla. —. Eres hermosa, le sientas bien al vestido. —Me alegra que te guste, mi tía siempre...—Dudo de sí hablar o no, pero sus ojoe dicen lo mismo de siempre, somos tu y yo, sobre todo la confianza. —Me dice que soy muy flaca y que espanto como mujer. —Y tú ¿que piensas?—Me pregunta. Aparto la mirada y contesto: —Nunca me he sentido incómoda con mi cuerpo —Levanto la mirada. Rodea mi cintura y acerca su rostro más al mío. —Eres mi flaquita hermosa, no hagas caso a nada de lo que dice tu tía. Por un momento sólo nos dedicamos a besarnos. Largo rato después empiezo a sentir mucho frío, es tarde y el bosque se empieza a sentir húmedo. Siento una suave tela sobre mis hombros y volteo para verlo a los ojos, sonriendo. —Te llevaré a casa. —No tengo ganas de ir —confieso. —. Ojalá y Matías no se vaye aún, desafié a mi tía —Suelto sin pensarlo. —Laura —Gruñe molesto. —. Recuerda que ella es mala, tú no, con eso sólo le darás más ganas para lastimarte y yo no quiero eso —Toma mi rostro entre sus manos. —Lo peor es que no puedo odiarla —murmuro entre cortada. —Tampoco intentes hacerlo, aunque ella sea mala, portate bien, no le hagas caso, sé que no estoy en tu lugar pero deja que te colme la paciencia como le venga en gana, llegará un momento en que se canse, nada es para siempre —Me abraza. —No te preocupes, mi tía conocerá la soledad, no le estoy deseando mal pero la compañía que no se valora se pierde. Digo, segura de mis palabras. No pienso hacerla pagar por cada golpe, lágrimas, humillación, maltrato, pero sé que lo que se siembra se cosecha. —¿Quieres que nos quedemos un rato más? —Asiento. —A más tardar puedo llegar a las doce y media, no todos los días tengo la oportunidad de estar contigo tanto tiempo —Sonrío con la cabeza en su pecho. La única luz es la luna, el cielo estrellado nos alumbra, estamos completamente solos, pero no siento miedo, además sabemos que el bosque es seguro. Repentinamente escucho la melodía de mi celular, me alejo para agacharme y tomarlo del suelo. Quedo perpleja al ver de quien se trata la llamada. ¿Qué habría pasado? Literalmente una vez al año me llamaban, sólo lo hacía ella, y era para preguntar sobre la escuela. —¿Quién es?—pregunta Thomás, confundido. Frunso el ceño confundida. ¿Qué debía hacer? ¿Contestar? Si ellos no querían saber de mí ¿Acaso yo debía? Levanto la mirada, aún aturdida, no le encuentro sentido para que me estuviera llamando. ¿Qué quería? Arruinar el lindo momento que tenía con Thomás. —Es mi madre —Objeto, al fin, sin voz. Thomás también frunce el ceño confundido. Y yo no sé que hacer, rezaba porque me tomara en cuenta, que por lo menos me llamara pero ahora no sé que quiero. No la quiero cerca, tal vez simplemente la quería pero ya no, cuando la necesité nunca estuvo y cuando la necesito nunca está, dejé de necesitarla poco a poco por su ausencia. Me acostumbré. A vivir sin ti, mamá, me acostumbré a tu ausencia, a mi soledad, a que no me quieran. Soy independiente si de su amor o compañía se trata. —¿No vas a contestar?—pregunta Thomás, sacandome de mis pensamientos. —¿Debería? Holis! Disculpen la tardía pero ya saben que el bachillerato me tiene encarcelada, literal. Los post que estoy publicando en f*******: son adelantos de los próximos capítulos, intentaré el mes que viene publicar diariamente. Gracias.
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